Boabdil, Aixa o Yusuf siguen en pleno siglo XXI campando a sus anchas por la Alhambra de Granada. Aunque sorprendente, este es un hecho absolutamente cierto, y alude a los nombres de algunos de los gatos que mantienen hoy día su particular reinado en el monumento más visitado de España.

La presencia de estas pequeñas fieras de cuatro patas ha sido prácticamente una constante en la historia del recinto nazarí, donde rivalizan en belleza felina con los leones de mármol que dan nombre a su patio más icónico. Estos mamíferos peludos conviven, a su particular modo, con los miles de visitantes, turistas y empleados que diariamente recorren cada uno de los rincones de la Alhambra, cuyos gestores cuentan con un programa específico centrado en su control y cuidado, junto al de otras especies animales que conforman un ecosistema diverso y único que enriquece el ya incuestionable valor patrimonial del entorno.

Catuxa Novo explica que, desde el Servicio de Bosques, Jardines y Huertas que ella encabeza en el patronato público de la Alhambra, se gestionan todas las zonas verdes del monumento pensadas precisamente como ese ecosistema de distintos hábitats, donde se busca un equilibrio en el que los gatos también juegan su papel.

UNA COLONIA ESTABLE

De hecho, desde hace unos tres años se desarrolla un programa CER (Captura, Esterilización y Retorno) para mantener a una colonia gatuna estable, a la que se aplica un control sanitario para evitar la trasmisión de enfermedades.

El objetivo de este plan es proteger en el territorio a una comunidad felina, a la que regularmente se alimenta a través de comederos, desparasita y controla, mientras los pequeños leones mantienen a raya a roedores y otros visitantes inoportunos y evitan que puedan incorporarse otros ejemplares.

Estos gatos, que suman en torno a medio centenar, tienen su chip y están perfectamente identificados y censados, con nombres de los más variopinto algunos vinculados al pasado nazarí del monumento como Boabdil, Aixa, Yusuf, Zoraida o Morayma y otros más comunes como Mofletes, Azúcar, Pirata o Juanito.

Unos y otros conviven en cualquier caso como reyes en un amplio territorio de unas 130 hectáreas, donde prácticamente carecen de predadores, disponen de agua y comida garantizada y no tienen mucho más que hacer en todo el día que pasearse allá por donde los lleve la curiosidad, además de posar como auténticos modelos gatunos.

A pesar de que no suelen inmutarse por el habitual trasiego de visitantes y trabajadores de los espacios de la Alhambra, lo cierto es que estas pequeñas fierecillas son menos domésticas de lo que podría esperarse.

Como comenta Novo, se trata de gatos ferales, que siempre han estado en libertad aunque en un entorno humano, dependen de este para su alimentación pero no son aptos para la adopción por sus comportamientos salvajes. Aunque suelen merodear por puntos concretos del recinto no siempre se dejan acariciar y no son muy amigables.