- Ana Areta, de 46 años es cocinera en el hospital Virgen del Camino. Cuenta que ahora mismo los hospitales están a pleno rendimiento y que ya acogen a todo tipo de pacientes, pero que hace un año, cuando empezó la pandemia del coronavirus, el volumen de trabajo en las cocinas del hospital disminuyó un poco. "Hacíamos algunas dietas menos, porque se cancelaron las operaciones que tenían muchos pacientes".

El año pasado, cuenta que dieron un total de 1 millón de servicios de comida (entre desayunos, comidas, meriendas y cenas). En su equipo de cocina están 10 personas: 5 hombres y 5 mujeres. Pero el papel que juegan las mujeres en el servicio de distribución es fundamental, ya que explica que son el 80% de la plantilla en ese sector. "El sector de dietética es además un sector bastante feminizado y cuenta con presencia mayoría de mujeres, así que nuestro papel en las comidas en imprescindible".

Areta afirma que en la cocina siempre han mantenido medidas para evitar la transmisión de virus mediante el uso de EPI. "Trabajamos para gente inmunodeprimida que está en tratamiento, así que antes de la covid-19 también utilizábamos todo tipo de protecciones: guantes, mascarilla, gorros...".

Detalla como desde cocina siempre han trabajado con responsabilidad y con mucho cuidado con las dietas que preparan. "A pesar de no tener relación con los pacientes y no saber a quien van dirigidos los platos, sabemos que la comida es también parte de su terapia. Aunque no tenemos poderes curativos, siempre estamos intentando mejorar para por lo menos hacerles la estancia más agradable".

Sobre las dietas que más se preparaban a los pacientes con covid, apunta a que al principio, eran "blandas y astringentes". "A los pacientes les daban mucho antibiótico y por eso no estaban bien de las tripas, pero ahora ya se ha ido normalizando todo y han acertado más con los menús, son más variados", aclara.

La rutina del equipo de cocina sí se vio afectada por la pandemia, ya que por ejemplo, a la hora de los descansos no se podían juntar, como solían hacer. "Esas medidas más relajadas en la pausa del café ya no las teníamos, porque no nos podíamos quitarnos los EPI, cosa que antes sí", apunta.

También asegura que se flexibilizaron sus horarios de entrada y salida, para no coincidir todos los trabajadoras a la vez. "A mi me daba un balón de oxígeno poder salir a trabajar durante el confinamiento. Al principio iba asustada, pero luego se convirtió en una válvula de escape porque necesitaba airearme".

Ahora, cuando lo peor de la pandemia parece que ya ha pasado, explica que los trabajadores de hospitales que no son sanitarios están vacunados y que seguirán trabajando como hasta ahora para que a los pacientes no les falte de nada.

"Sabemos que la comida es parte de la terapia de los pacientes, y aunque no tenemos poderes curativos, tratamos de mejorarla"