Apenas se doblaba la esquina para enfilar el camino hacia la Casa de Cultura de Tafalla, ya se respiraba el ambiente de una fecha especial. Y no era para menos. Este martes comenzaba la inmunización para los mayores de 80 años de la zona básica de la localidad -que incluye también a vecinos de la Valdorba-, y con ella, una alegría tanto para ellos como para sus familias, que comienzan a vislumbrar el principio del fin de un virus que les ha hecho encerrarse en sus casas más allá del confinamiento por miedo a contagiarse.

Por este motivo, la infraestructura escogida por Salud para la vacunación fue también el centro neurálgico de la localidad. En él se sucedían los saludos, las frases elogiosas, las preguntas sobre cómo va la vida y cómo va la vidaqué tal los hijos, aunque sin las muestras de cariño que hubiesen tenido lugar en el caso de no existir las actuales recomendaciones sanitarias. Aun así, la alegría y las sonrisas se podían apreciar incluso detrás de las mascarillas.

Era el caso de Concepción Samaniego, de 92 años, que acudió a vacunarse del brazo de su hijo, Juan Antonio Cabrero, actual presidente de la Peña Sport. Ambos son abuela y padre, respectivamente, de David Cabrero, director de la residencia San Jerónimo de Estella, en la que sus usuarios se confinaron durante diez meses -durante los más duros, con hasta 15 trabajadores- para mantener la covid a raya, algo que consigierion a mediados de febrero de este año, cuando pudieron salir a pasear tras completar la pauta de vacunación y comenzar a ser inmunes.

"No pensaba vacunarme, pero hay que animarse y así poder salir", afirma Concepción, con ganas de ver a sus tres nietos y otros tantos biznietos. Su hermana, Carmen, con la que vive mientras se recupera de una caída, también se vacunaba ayer, lo que le aportaba "más tranquilidad".

Otros hermanos, Sabina y Ángel Jiménez, de 84 y 88 años respectivamente, recibieron la dosis con apenas unos segundos de diferencia, en una de sus únicas salidas del domicilio en el que viven con la hija de Sabina, su marido, una nieta y un nieto. "Tenía miedo, llevaba un año sin salir. Está una hasta arriba de estar en casa, quiero irme de vacaciones a Benidorm", comenta con gracia, mientras que su hermano, ya con la tranquilidad de comenzar la inmunidad, ponía su preocupación en otro aspecto. "Lo que me preocupa es la juventud. De esta epidemia se sale, pero ahora viene otra...", vaticina.

El temor también se apoderaba de Mari Carmen Aramayo, de 91 años, pero ella por miedo a las agujas. "Estaba nerviosa, no quería venir", comentaba su nuera, Lucrecia Mangue. "Llevaba mucho tiempo sin salir de casa. Ahora tiene ganas de hacerlo, y de ver a sus 8 nietos. Ha tenido una biznieta el 12 de octubre, pero vive en Donostia y no ha podido verla ni ellos venir", afirmaba apenada.

Con la misma resignación hablaba Gabino Iriso, de 97 años, que tiene dos nietos pero "viven fuera y no les he podido dar un beso". "Tengo esperanza de que esto acabe", confía.

Igual de ilusionados salían Jesús Irurpia, de 91 años, y su yerno, Tomás Liberal, de 79. "Tengo ganas de besar a mi biznieto, Einar, que tiene 14 meses y solo lo he visto dos veces", desea Jesús, mientras que Tomás tiene "ganas de que acabe todo". Él, con huerta y al cuidado de animales, no lo ha pasado tan mal. "En el confinamiento no estuve en casa ni un día", confiesa. A partir del día 30, cuando termine la pauta de la vacuna, podrá hacerlo más tranquilo.