José Miguel Garbayo, vecino de Pamplona de 62 años, estaba "estupendamente bien" la mañana del 18 de diciembre de 2020. "Venía de jugar un partido de tenis, en el que había ganado a un chaval más joven, y en la esquina de mi casa -vive justo enfrente de un centro de salud-, me caí. No recuerdo nada. De hecho, fue a las dos de la tarde y no me acuerdo de nada desde las nueve de la mañana. Una chica que se llama Cristina Puig, que salía del centro de salud de hacerse una revisión y estaba entrando en un vehículo, vio algo que se caía delante del coche. Al verme, corrió al centro de salud, que está a cien metros, salieron los profesionales, me pusieron directamente el desfibrilador y salí. Luego vino la ambulancia, me trasladaron al hospital, hubo un proceso y me tuvieron que operar", recuerda este médico de urgencias, que atribuye su buena fortuna a "un cúmulo de casualidades" porque, "si me caigo 50 metros más adelante, no me ve nadie y ahí me quedo" o, si tardan un poquito más, "tampoco estoy aquí hablando".

Tras someterse a una cirugía cardíaca, el 19 de abril estaba trabajando de nuevo. En cuanto al momento de la parada, reitera que no recuerda "absolutamente nada. Es decir, otra cosa que es muy tranquilizadora es que cuando te mueres no te enteras -se ríe junto a Gerardo Irisarri, también superviviente de una muerte súbita-. Es así, no he visto luz, ni túnel, ni nadie me ha dicho nada".

A diferencia de José Miguel, Gerardo llevaba ya unos días que no se encontraba bien: "Había pasado por el médico, pero parecía que era ansiedad, porque hacía mucho deporte". El 27 de marzo de 2016, un Domingo de Pascua de Resurrección, a las 10.00 horas, "se paró el corazón. Mi hija, que había venido ese día a casa, notó un ruido y pensó que se estaba ahogando el perro". Al comprobar que era su padre, avisó a su vecino, un profesor que 15 días antes había hecho un curso de RCP con El ABC que Salva Vidas, y avisaron al 112, que coordinó todo. "Vino la Policía Municipal de Barañáin, me pusieron el desfibrilador, arrancó el corazón y luego ya vinieron los servicios de urgencia", relata. Este episodio cambió su vida "por completo", pero considera que "no es suerte lo que tuvimos", sino que es "fruto del trabajo bien hecho".

Estos dos hombres son ejemplo de la importancia de saber activar la cadena de supervivencia tras una parada cardíaca y, por ello, no dudan en apoyar el Festival contra la muerte súbita. José Miguel lo hace "porque trabajo en esto y te das cuenta de lo que hace falta hacer para que no se pierda estúpidamente una posibilidad de vivir. No quiere decir que cuando lo hagas vaya a vivir, pero estás dando esa posibilidad y, si no, no la tiene. Y, como paciente, por agradecimiento". Gerardo, porque más personas sientan el placer de volver a ver el rostro de sus seres queridos.