En Navarra hay dos programas de ayuda al alquiler: David, destinado a familias con ingresos inferiores a una determinada cantidad, en función del número de miembros, y Emanzipa, destinado a jóvenes. En el segundo caso, que entre otros requisitos tiene que el importe máximo del arrendamiento no supere los 650 euros, los precios de mercado del alquiler, sumados a la habitual precariedad salarial de los jóvenes, hacen que lo habitual sea compartir piso entre dos o tres personas, normalmente pisos cuya renta supera el límite, por lo que no se puede optar a la ayuda, a pesar de que cada uno de los inquilinos paga por debajo del límite.

Lucía Delgado tiene 27 años y es profesora de piano en distintas escuelas de música. Desde 2019 ha vivido en tres pisos compartidos, de los que únicamente el último, en el que vive actualmente, en la calle Chapitela, le da opción a percibir la ayuda.

“Un amigo me propuso entrar a vivir con él porque su anterior compañera se marchó. Tuve mucha suerte, porque él lleva viviendo ahí cinco años y tiene un casero majo que no ha subido el precio en este tiempo. Es una aguja en un pajar”, explica Lucía, que comenta que pagan 550 euros.

“En los dos anteriores, que pagábamos en total 750 euros, y eran pisos baratos, se nos pasaba. No tiene mucho sentido, porque tú compartes piso con dos personas porque no te puedes permitir estar sola o con otra persona, pero por eso ya no puedes optar a la ayuda”, valora Lucía.

Es lo que ocurría en los dos primeros pisos en los que vivió. En septiembre de 2019 entró a vivir con una amiga y otra compañera en un piso de la calle Mercaderes, del que ya les habían avisado que tendrían que salir en San Fermín. Esta no es una práctica extraña en los pisos de alquiler del Casco Viejo, ya que los caseros saben que en las casi dos semanas que duran las fiestas pueden sacar un gran pellizco alquilando sus pisos a los visitantes, más todavía si dan al recorrido del encierro. Lucía y sus compañeras pagaban 750 euros en total, sobrepasando el tope. Decidieron irse del piso en junio. “Nos tuvimos que ir cada una por separado a encontrar piso, o una habitación, porque estaba imposible. Fundamentalmente el problema eran los precios, pero es que tampoco había casi nada. De los pocos que había, vi uno de dos habitaciones por 800 euros. No se que nóminas tiene la gente, pero los jóvenes no tenemos esas nóminas”, apunta Lucía.

Encontró una habitación en un piso de la calle Curia, compartido con otras dos personas, también por 750 euros en total. “Tuve mucha suerte, porque el precio estaba muy bien y porque he estado muy a gusto en ese piso. Pero si quieres buscar algo para dos personas o para estar sola, es totalmente inviable”, sentencia Lucía, que argumenta que aunque Emanzipa es una ayuda que “viene muy bien y que el resto de requisitos se reúnen fácil, no tiene mucho sentido que ponga un tope que está por debajo del precio de la mayoría de los pisos”.