Tras tres años parece que todo va volviendo a la normalidad. Hoy ha sido el primer día sin mascarilla obligatoria en el transporte público, y para muchos ha sido algo memorable.

La obligatoriedad de la mascarilla en el transporte se remonta al mes de mayo de 2020, con la crisis de la covid-19, en la que el sector experimentó distintas etapas y restricciones. Así, trabajadores del transporte escolar navarro se mostraban esta mañana contentos al poder prescindir, al fin, de la mascarilla.

TRANSPORTE ESCOLAR

Es el caso de Miguel Cestau, quien lleva 35 años conduciendo autobuses escolares. El inicio de la pandemia reconoce que fue “muy raro”, ya que “nadie estaba acostumbrado a taparse la boca”. En dirección a Zizur Mayor, Miguel realiza todos los días dos viajes, y en cada uno de ellos traslada a 60 niños y niñas de entre 3 y 12 años.

“Empezamos a las 8.15 de la mañana. Dejamos a los críos en el colegio, luego volvemos y hacemos otro viaje”, detalla el conductor. En concreto, su autobús se dirige al colegio Catalina de Foix, aunque este servicio también está destinado a los otros dos colegios que hay en Zizur: Camino de Santiago y Erreniega.  "Cada bus hace dos viajes y solemos ir tres buses. En total, hacemos seis viajes entre tres vehículos", aclara Miguel.

El primer día sin mascarilla ha sido “emocionante” para los niños. “Iban encantados, sonriendo, viéndose la cara unos a otros”, puntualiza Miguel tras reconocer que es “imposible” que la sonrisa de los pequeños no se le contagie a él también. “¡Algún despistado se ha subido con la mascarilla puesta! Ya estamos tan acostumbrados que lo raro es no llevarla”, expresa.

El conductor todavía recuerda los primeros días de pandemia, cuando algunos niños pasaban el trayecto llorando y quejándose. “Al principio fue una lucha, pero luego los críos nos dieron una lección a todos. Pasado un tiempo ya no se quejaban y eso tiene mucho mérito”, añade Miguel.

Sandra Sánchez lleva un año junto a Miguel, cuidando de los pasajeros que viajan en el bus de camino al colegio. Sandra describe la mañana de hoy como “muy graciosa”. Entre risas, comenta que algunos niños no sabían si subirse al autobús, porque pensaban que ese no era el suyo. “Mamá, ¿este es mi autobús?” preguntaban llenos de confusión al no reconocer la cara del conductor y de su cuidadora. 

“Yo no me imaginaba que las mascarillas tuviesen tanta repercusión, no sabía que era algo tan importante para los peques”, señala Sandra.

El conductor Miguel Cestau y la cuidadora Sandra Sánchez en el autobús escolar, de camino al colegio Catalina de Foix. Javier Bergasa

Entre las anécdotas más divertidas, la cuidadora del bus indica que una niña se ha pintado los labios de rojo. “Estaba feliz, decía que ya no se le iba a borrar el maquillaje con la mascarilla”, relata. Otro niño se ha dirigido a Sandra, extrañado, con la sensación de que algo había cambiado en el rostro de su cuidadora. “¿Qué te pasa en la cara?”, le ha preguntado. Sandra ha respondido que se había quitado la mascarilla y que por eso veía algo diferente en ella. “Ah, claro, y por eso ahora te ríes, porque antes con la boca tapada no podías”, ha contestado el crío.

En el autobús también viaja una niña con autismo, a la que le ha costado reconocer a su cuidadora. “Al verme sin mascarilla se pensaba que yo era otra persona y se ha quedado en shock. Luego ha escuchado mi voz y se ha tranquilizado. No somos conscientes del efecto que causan las mascarillas”, declara Sandra.

TAXIS

José Mari Abad es taxista y esta mañana se ha mostrado muy satisfecho.

Sin mascarilla, ahora la gente está “mucho más tranquila”, expresa. "Antes a muchos se les olvidaba que tenían que llevar mascarilla en los taxis y muchas veces tenía que darles una yo. Llegó un punto en el que la empresa repartía mascarillas para todos los compañeros, para que pudiésemos dárselas a los clientes que se la olvidaban", señala.

Aunque nunca llegaron a sancionar a nadie, José Mari recuerda que la ley era clara: "Si dejabas entrar al cliente sin mascarilla, la multa la pagaba el taxista. Pero si el cliente llevaba mascarilla y no se la ponía, la multa era para él".

Para el profesional, al principio cubrirse la boca era "muy raro" y por eso le costó "muchísimo" acostumbrarse a la mascarilla. Ahora confirma que los clientes suben al taxi "con más calma", aunque algunos prefieren mantener la costumbre de taparse la boca por precaución. "El que quiera ponerse la mascarilla, que se la ponga, y el que no, pues no. Ahora en los taxis cada uno es libre de elegir, y a mí eso me parece bien", concluye.

Los taxistas José Mari Abad y Ángel Jara. Javier Bergasa