La pornografía es una industria con dimensiones inabarcables que se desarrolla a gran velocidad. El negocio del porno ocupa los primeros puestos entre las páginas más visitadas de internet en todo el mundo y es capaz de seguir creando nuevos nichos de mercado. Sin embargo, los expertos advierten de la escalada de violencia que ha sufrido en las últimas décadas, con una demanda cada vez mayor de contenidos que reproducen “la degradación explícita de las mujeres, los discursos de deshumanización y el lenguaje humillante”. Ese fue el tema central de la charla impartida por la profesora de la UPNA Lydia Delicado, del Departamento de Ciencias Humanas y de la Educación, dentro del ciclo de Ciencia con perspectiva de género

La doctora en Estudios Interdisciplinares de Género alerta del “enorme despliegue de pornografía en internet”, sin la más mínima regulación al respecto, y de la “asombrosa escalada de violencia” en las prácticas y los contenidos. Cualquier navegación por las páginas gratuitas que ofrecen este servicio es suficiente para toparse con enlaces específicos que ofrecen vídeos de violaciones grupales y de chicas inconscientes sobre las que se realizan palizas y actos sexuales. El vocabulario vejatorio y los insultos, a su vez, están presentes en el porno más vendido y no es difícil encontrarse con asfixia y prácticas de tortura, denuncia Delicado. En concreto, según el informe de Pornhub de 2022, el décimo sitio web con más tráfico del mundo y una de las principales páginas pornográficas, las búsquedas de violaciones colectivas han subido un 88% en el último año.

“La demanda solicita cada vez mayor cantidad de contenido violento y prácticas sadomasoquistas"

Lydia Delicado - Profesora de la UPNA

Según el mismo informe, el 84% de los usuarios que acceden a contenidos pornográficos lo hace a través del teléfono móvil, lo que facilita el acceso de adolescentes a ese tipo de contenido. A esto se suma el auge de aplicaciones como OnlyFans, una red social de pago en la que los creadores de contenido comparten creaciones eróticas o sexuales con sus suscriptores, que “ha permitido, sobre todo, a muchas chicas jóvenes crear contenido que en un principio empieza siendo blando, pero que en ocasiones deriva hacia una pornografía mucho más dura, con introducción de grandes objetos en los genitales y prácticas explícitas de tortura, adaptándose a la demanda del sector”. “La demanda solicita cada vez mayor cantidad de contenido violento y prácticas sadomasoquistas”, advierte la profesora.

Erotización de la violencia

Lydia Delicado ha estado investigando este último fenómeno en el Instituto de Estudios Sociales Avanzados del CSIC, en Córdoba, y explica que el punto de partida fue que “la violencia se sexualizó”. Desde la segunda mitad del siglo XX, “feministas de diversos países observaron que las mujeres y sus cuerpos eran utilizados para construir un relato excitante para los varones, mostrando a mujeres que se prestaban con total disponibilidad a satisfacer los deseos sexuales masculinos”. Frente a esto, proponían “llevar el análisis de la sexualidad al terreno de lo político”, cuestionando las relaciones de poder que estructuran las sociedades. Sin embargo, todo cambió cuando la corriente queer, cuyo sujeto político son las minorías sexuales, en general, y no la mujer, irrumpe en la academia y cambia el paradigma. 

Los intelectuales de esta corriente, “no analizan la sexualidad desde las relaciones de poder, sino desde el deseo y placer individual”. Así, quedó abierta la vía para empezar a entender el porno, la prostitución y el sadomasoquismo como deseo individual, en contra de lo que defendía el feminismo radical, que “no entiende la sociedad como individuos aislados, sino como grupos sociales”. “Una vez sexualizada la violencia, el propio término de la violencia queda totalmente desdibujado, ya que al ser analizado como placer, no hay una cuestionamiento del mismo”, añade.

“Una vez se sexualiza la violencia, ésta queda desdibujada al ser analizada como deseable”

Lydia Delicado - Profesora de la UPNA

Esto comienza a materializarse en los años 80, cuando se empiezan a grabar escenas de violaciones e incesto. Delicado asegura que “la erotización de la violencia pasa a ser un aspecto irrelevante en la academia, ya que al ser considerada como placer individual, cualquier crítica será vista por la corriente queer como ataque a las libertades individuales”. Sin embargo, “los individuos no estamos desconectados de los elementos hegemónicos de la sociedad”.

Consentimiento y desigualdad

La pornografía tiene una enorme capacidad de crear significados e influir en nuestros deseos”, asegura Delicado, lo que ha derivado en una “desconexión empática” de la violencia. Y aunque los partidarios del sadomasoquismo defienden que al ser algo consentido forma parte de la libertad, “interpretan el consentimiento de forma independiente, como si no hubiese estímulos externos que influyen en la forma en la que tomamos las decisiones”. “Los individuos crecemos en una cultura hegemónica y no se puede hablar del consentimiento desconectado de ésta”, recalca.

Tomar una decisión no siempre significa elegir en una situación de libertad, ya que el consentimiento se está dando en condiciones asimétricas”. Por eso, “creer que el consentimiento legitima el ejercicio de la violencia es asumir que los hombres y mujeres llegan a la pornografía de una forma neutral, como si no hubiera toda una herencia de desigualdad a nivel simbólico y material”, dice, y concluye que “el consentimiento demuestra que hay una asimetría entre quien consiente y entre quien promueve que la persona consienta”.