Los tratamientos de reproducción asistida son desde hace años una realidad asentada y en crecimiento. En Navarra uno de cada diez bebés (10%) nace a través de tratamientos de fertilidad, un proceso cada vez más común, principalmente, por el retraso de la edad de maternidad. En concreto, en Osasunbidea se realizaron el año pasado 1.386 procesos de reproducción asistida, siendo la fecundación in vitro el tratamiento más demandado, a los que habría que sumar los que se hacen en las clínicas privadas. Por ejemplo, en la Clínica San Miguel se realizan más de 150 tratamientos al año.

Se trata de una cifra que, según detalla Jesús Zabaleta, coordinador de la Unidad de Reproducción Asistida del Hospital Universitario de Navarra (HUN), ha ido en descenso en lo que se refiere a números absolutos –debido a que la natalidad ha bajado y a que ahora la población en edad de tener hijos es menor– pero crece en proporción al total de nacimientos. Esto se debe mayormente a que el retraso de la maternidad trae consigo más problemas de fertilidad, ya que a partir de los 35 años los ginecólogos advierten del mayor riesgo de complicaciones como abortos, menor fertilidad o anomalías en el feto. Así, en 2021 la cifra de tratamientos en Osasunbidea fue mayor que la de el año pasado (1.533) y en lo que va de 2023 se han registrado 1.139 procesos.

Los requisitos

En cuanto al perfil de las mujeres que demandan estos tratamientos, la mayoría “son mujeres de entre 34 y 36 años que llevan entre uno y tres años intentando quedarse embarazadas”, apunta Zabaleta, que incide en que la mayoría tienen parejas aunque “también las hay que quieren ser madres solteras”. “Para recibir un tratamiento de reproducción asistida hay que cumplir una serie de requisitos según la cartera de servicios. Por ejemplo, no se admite a personas que ya tengan hijos previos y sanos (salvo que no sean comunes con la pareja actual) y tampoco a mujeres mayores de 40 años, salvo que se vaya a hacer uso de material congelado”, detalla el ginecólogo, que destaca que “tiene una connotación clínica, porque a partir de los 40 los tratamientos son poco eficaces”. Asimismo, la paciente tampoco deberá presentar ningún tipo de patología en la que el embarazo pueda entrañarle “un grave e incontrolable riesgo”, tanto para su salud como para la del bebé.

En cuanto al tratamiento, Zabaleta explica que “no se puede elegir, está sujeto a indicación médica”. El más común es la fecundación in vitro –con 502 procesos en 2022, el 40%– seguido de la inseminación artificial. La técnica in vitro es la que presenta unos mejores resultados y consiste en la unión del óvulo y el espermatozoide en el laboratorio, después de extraer “entre 10 y 15 óvulos a la paciente”. “Es más molesto y hay que pasar por quirófano, lo que conlleva una mayor tasa de complicaciones. Se suele indicar a mujeres mayores de 38 años a las que les ha fallado la inseminación. Pero tiene más probabilidad de éxito”, sostiene el médico.

En cuanto a la inseminación artificial, el año pasado se realizaron 338 tratamientos con semen de la pareja y 147 de donante y consiste en depositar de forma artificial el semen en el tracto reproductor femenino, para intentar acortar la distancia que separa el óvulo y el espermatozoide y facilitar su encuentro. “En general se suele indicar a parejas menores de 38 años y con un problema leve, porque es una técnica más sencilla: el semen se mejora, se filtra y se introduce en el útero”, detalla Zabaleta.

“El retraso de la maternidad y las ETS aumentan el riesgo de infertilidad”

Las técnicas de reproducción asistida ganan peso en relación con el total de nacimientos empujadas por el retraso de la edad de maternidad, que a su vez viene arrastrado por las condiciones socioeconómicas y los estilos de vida actuales. En este sentido, los problemas de fertilidad van en aumento y hay dos causas fundamentales. “El retraso de la maternidad y las enfermedades de transmisión sexual (ETS) están aumentando el riesgo de esterilidad”, sostiene el coordinador de la Unidad de Reproducción Asistida del HUN.

Según detalla, que las madres sean cada vez más mayores provoca principalmente dos problemas: la probabilidad de embarazo disminuye y el tiempo hasta que se consigue concebir se prolonga. Y además está aumentando la incidencia de la endometriosis, una enfermedad que se produce al crecer un tejido similar a la mucosa interior del útero que causa dolor en la pelvis y dificultad para conseguir un embarazo. “El incremento de la endometriosis está aumentando seguramente por varios factores, incluso ambientales. Pero lo que está claro es que se acentúa con la edad, va empeorando, por lo que suele haber un peor pronóstico a la hora de conseguir un embarazo natural”, explica.

Pero más allá del impacto de la edad en la fertilidad, también hay otros factores que incrementan el riesgo de la esterilidad: las crecientes ETS. Zabaleta indica que actualmente “se tienen relaciones sexuales con más parejas distintas que hace 20 años”, y no como algo malo, sino como una realidad de hoy en día pero que tiene una serie de consecuencias. “Esto y la ausencia de medidas de protección están haciendo crecer las ETS, que son enfermedades que muchas veces no provocan síntomas, pero que llevan aparejadas problemas de fertilidad. En el caso de las mujeres esta la clamidia, que puede provocar que las trompas de Falopio dejen de funcionar”, expone el coordinador de Reproducción Asistida del HUN.