"Cuando llegué a Navarra no sentí jerarquías o prejuicios, solo ganas de contar la cultura de aquí”, ha contado este miércoles la francesa de origen argelino Yasmine Krhis, que cinco años después reconoce que “me siento 100% euskaldun, pero no navarra”. Una diferenciación con la que ella no contaba antes de llegar, pero que encontró “muy marcada”. Esta, y otras barreras para vivir en euskera se han debatido en una mesa redonda en las jornadas 'Tejiendo Alianzas', organizadas por Euskaltzaleen Topagunea.

Krhis maneja el euskera a la perfección porque “tenía claro que si venía a vivir aquí, tenía que conocer la cultura y hablar la lengua” y, de hecho, trabaja como traductora y es socia de Laba Elkartea. Ella llegó a Navarra sin conocer la situación social de la Comunidad Foral y afrontó el aprendizaje del euskera sin ser consciente de las connotaciones que puede tener. “Yo hablo euskera porque me gusta y porque quise adentrarme en la cultura, pero no me siento militante de ninguna idea por hacerlo”, ha destacado. 

Reconoce que viviendo aquí se ha sentido “al otro lado de la vasquitud. Se hace una diferenciación entre ciudadanos y vascoparlantes y yo me siento en medio. Hay que repensar los moldes, porque al final, hace que viva en la sociedad y participo en ella, pero no me siento navarra”. Tanto a título personal como desde su labor en Laba Elkartea, Khris trabaja para “crear un ámbito cómodo para ser euskaldun” y reivindica que “hay que cambiar los discursos por la comodidad”. 

"Hay que sacar el euskera de la competición política"

Una reivindicación que ha compartido con Eneko Calle, técnico de la ONG Paz con Dignidad, que ha defendido “la necesidad de sacar el euskera de la competición política”. Calle nació en un ambiente euskaldun y militó en la izquierda abertzale hasta que vivió un episodio de “repensar las creencias” y se alejó de la lengua. Años después se reconcilió y ahora habla euskera en su día a día, pero ese impasse le sirvió para “conocer otros contextos y forjar otras relaciones”. Del mismo, le ayudó a reflexionar sobra la manera de relacionarse en euskera vista desde fuera.

“Nos relacionamos poco, solo lo hacemos con gente cercana y debemos pensar por qué no lo hacemos en espacios públicos”, ha destacado Calle que también ha señalado la “manera cerrada de funcionar de las cuadrillas”, algo que, sumado al proceso de “euskaldunización, crea problemas para conocer esa diversidad que tanto abrazamos”.

La Comunidad Foral cada vez alberga más gente migrante y el euskera no puede convertirse en una barrera de separación, por lo que Calle ha invitado a “perder el miedo a hablar en castellano. Los euskaldunes a veces pensamos que solo debemos hablar en euskera, pero no es ningún tipo de traición utilizar el castellano para relacionarse”. 

"No hay que buscar solo motivos instrumentales para hablar euskera"

María Oianguren, directora de Gernika Gogoratuz, ha señalado también de la actitud de los vascoparlantes que “parece que solo es válido dominar el idioma y supone un corsé para el resto”, ante lo que ha reivindicado “dejar espacio a la ignorancia y a la equivocación”.

Para Oianguren, “la lengua es una herramienta para la paz”, por lo que se ha sumado a las reivindicaciones de sus compañeros de ponencia y ha enfatizado la necesidad de “plantearse preguntas existenciales y no buscar solo motivos instrumentales para hablar euskera”. “Debemos revisar el marco discursivo y recordar que las lenguas tienen un valor universal, no económico”, ha destacado.

Para apreciar ese valor universal, Oianguren, explicó que hay que "pensar fuera de los márgenes". Es decir, "no quedarnos solo en el centro, que en este caso sería el euskera, sino observar desde fuera, porque no existen las vías únicas".