Alana se detuvo por un momento entre la emoción y la tristeza. Tenía 15 años cuando se enteró de que estaba embarazada. No sabía cómo su familia iba a recibir la noticia, ni siquiera sabía si le acompañarían en el camino. Pero, a pesar de ser consciente de que solo era una niña, se sentía bien. Al fin y al cabo “los embarazos entre adolescentes son algo habitual en esta zona”, pensó, y su hermana ya había pasado por eso. Alana Alcántara vive en Bajos de Haina, municipio de República Dominicana, y pertenece a ese grupo social denominado “de bajos recursos”, que es sin duda una de las principales causas de que su embarazo se haya producido a una edad tan temprana. Según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (Unfpa), la tasa de natalidad en adolescentes de 15 a 19 años en República Dominicana es de 90 por cada mil, cifra que casi duplica la mundial, que es de 51. La falta de inclusión social y de inversión en una prevención efectiva ha hecho que este país se encuentre entre los cinco con mayor proporción de embarazos adolescentes de América Latina.
"Hay casos de violaciones, de engaños y de niñas que están muy solas a la hora de criar a sus bebés" - Padre Cruz Echeverría
Estos datos despertaron el interés de Cruz Echeverría, párroco de la Parroquia San Agustín de Bajos de Haina, coordinador de ARCORES dominicana (Red Solidaria Internacional Agustino Recoleta) y fundador del proyecto Por una vida digna, de apoyo a adolescentes embarazadas en el municipio. Nacido en Vidaurreta (Navarra), Echeverría ha pasado la mayor parte de su vida en República Dominicana, país al que llegó hace casi 50 años y al que ha dedicado todo su tiempo, recursos y afecto. El programa de ayuda a estas adolescentes pudo echar a andar gracias a uno anterior a él basado en la atención a la salud y la creación de un consultorio médico que los locales llaman dispensario. “El 8 de julio de 1995 se lleva a cabo la inauguración oficial del dispensario y el día 18 de ese mismo mes se comienza a trabajar en él de una manera muy sencilla y precaria con unos equipos para el laboratorio que nos proporciona en ese momento Gobierno de Navarra”, recuerda Echeverría. El interés por ayudar a los débiles y marginados fue el motor de esta iniciativa, que echó a andar muy poco a poco, sin apenas subvenciones, hasta llegar a convertirse en un centro de salud que a día de hoy ofrece atención en más de doce especialidades, entre ellas ginecología.
El 1 de noviembre de 2019, gracias al apoyo de ARCORES desde Madrid, comenzó de manera oficial el proyecto Por una vida digna, que en sus dos primeros años de vida proporcionó asistencia médica, acompañamiento y formación a más de 100 adolescentes. La iniciativa comenzó a gestarse gracias a la preocupación de Echeverría por las personas que acudían al dispensario, todas ellas procedentes de las distintas comunidades y cañadas de Haina. Informó de sus inquietudes a la comisión diocesana de Pastoral Social (actitud de servicio de la Iglesia concretada en acciones sociales y solidarias) de la que también forma parte, y les propuso crear un proyecto que abarcara al colectivo de adolescentes embarazadas. “Contábamos con las infraestructuras necesarias para atenderlas al disponer del dispensario médico”, explica el párroco. Los primeros trabajos se centraron en la recopilación de datos y la realización de investigaciones sobre algunos lugares donde se estaba trabajando en algo similar. “Al principio aprovechábamos las eucaristías para ofrecer la iniciativa a chicas que sabíamos que lo podían necesitar, y poco a poco se fue corriendo la voz. Este proyecto tiene mucho de voluntariado y cooperación, además de todo un plan de salud que hay en la Pastoral Social de la parroquia”, cuenta Echeverría.
PROBLEMAS SOCIALES, ECONÓMICOS, PSICOLÓGICOS Y AFECTIVOS
Además de Echeverría, que ejerce como director, el proyecto cuenta con un equipo coordinador formado por otras cinco personas: una ginecóloga, una doctora en medicina general, una contable, la asistente y una abogada. También hay un equipo técnico que se encarga de impartir la formación. “Cada vez que llega una adolescente, se activa un protocolo y todos firmamos un documento de compromiso. En él, ellas se comprometen a acudir a la formación, basada en charlas que se imparten cada quince días, y nosotros a ofrecerles asistencia médica, legal (muchos de los niños y niñas no tienen partida de nacimiento porque ni siquiera sus madres disponen de un carnet de identidad), orientación y formación”, explica el párroco. Todas las jóvenes proceden de zonas deprimidas, algunas son de origen haitiano, y recurren al programa de forma voluntaria. Según expone Echeverría, “no existe un límite de edad para poder acceder, por lo que si una niña de 10 años se quedara embarazada podría formar parte del proyecto, que abarca hasta los 19 años, momento en el que muchas de ellas ya van por su segundo embarazo”. Los bebés también reciben seguimiento hasta que cumplen su primer año de vida.
Bernarda Echavarría, asistente del padre Cruz, es parte imprescindible de este plan. Hace 38 años que pertenece al Club de Leones de República Dominicana, organización de servicio a los más necesitados que le permite aplicar su experiencia como mujer con las adolescentes. Echavarría es amable, paciente e inteligente, y entre sus funciones está recibir a las jóvenes y entrevistarlas, momento en el que comienzan a ser conscientes de que necesitan ayuda. “Soy la primera cara que ven cuando llegan. Veo sus inquietudes y necesidades, les explico el significado del proyecto y cuáles son sus beneficios. Compartir con ellas sus problemas y necesidades es lo mejor que me ha pasado, es muy gratificante, pues yo también soy madre y esposa. Muchas veces me pongo en el papel de su mamá, les hablo desde ahí, y creo que me escuchan”, confiesa Echavarría.
Las charlas a través de las cuales reciben la formación están enfocadas hacia situaciones a las que ellas mismas se enfrentan, como el embarazo y su prevención, la precariedad, la no conveniencia de ser madre tan joven etcétera. Y la otra parte del proyecto se centra en la salud física y mental, y es la que se lleva a cabo en el dispensario: consultas, pruebas médicas y ginecológicas, visitas a la psicóloga etc. Las usuarias tienen acceso al consultorio siempre que lo necesiten a mitad de precio, pero también pueden beneficiarse de los servicios de una doctora, sin coste alguno, durante dos días al mes. El resto del puzle es completado gracias a la inversión de tiempo y recursos en conocer in situ las circunstancias que rodean a estas adolescentes, a saber, cuál es su lugar de residencia, quién es su familia y si ésta le apoya. “Acudimos a sus casas, aunque vivan en barriadas muy peligrosas, conocemos a sus madres y en algunos casos también a sus parejas, y es ahí cuando vemos cosas que realmente a uno le dejan de una pieza. Muchas de ellas viven una auténtica tragedia. Hay problemas sociales, económicos, psicológicos y afectivos muy graves en todo esto”, admite el párroco.
"Una de las consecuencias del embarazo es el abandono de la educación y, sin formación, no hay trabajo" - Bernarda Echavarría
“Tuvimos a una chica en el proyecto cuyo bebé murió”, recuerda el padre Cruz, “y ella creyó que era porque le habían hecho brujería. Estaba muy sola porque el padre no quería hacerse cargo, y vivía muy asustada creyendo que su bebé se le podía aparecer en cualquier momento. Lidiar con este tipo de situaciones cuando se tienen esas creencias, es muy complicado”.
VIOLACIONES, ENGAÑOS Y SOLEDAD
Alana Alcántara, usuaria del proyecto Por una vida digna, estaba embarazada de siete meses cuando fue entrevistada para este reportaje. Tiene el respaldo de su familia, pero no de una pareja. Sus ojos achinados y oscuros se empapan al verbalizarlo. El programa cuenta con casos de violaciones (aunque no dispone de datos ni porcentajes oficiales respecto a ello), de engaños, de niñas que a la hora de criar a sus hijos están solas. Hay casos en los que la pareja asume su responsabilidad, pero son los menos. Si indagamos en las causas de este tipo de situaciones, la falta de recursos (deficientes en muchas zonas de República Dominicana) y la falta de información para una prevención efectiva son dos de las más importantes. Al analizar la realidad del país, el último informe anual del Unfpa revela que un 23% de las mujeres dominicanas no puede tomar decisiones sobre su salud sexual y reproductiva y el 46% de ellas tiene serias dificultades para acceder a anticonceptivos.
En el caso del programa para adolescentes embarazadas, cuando se trata de un embarazo por violación, las jóvenes se muestran avergonzadas y arrepentidas. Muchas tienen miedo. “Cuando detectamos un caso de violación, siempre preguntamos de manera sutil, esperando que sean ellas espontáneamente las que nos digan qué pasó y cuál es su sentir. En estos casos la psicóloga realiza un trabajo de refuerzo”, cuenta Echavarría. “Hay muchas situaciones que ellas han vivido y están viviendo de las que nos enteramos a posteriori. Es importante preguntar qué pasó el día que se dieron cuenta de que estaban embarazadas, a quién recurrieron, qué sucedió cuando se lo contaron a sus padres etcétera y generalmente las respuestas suelen ser horribles”, relata la asistente.
"Me han dado medicinas, me han hecho análisis y revisiones. Nos ofrecen ayuda psicológica..." - Alana Alcántara
La timidez de Alcántara no le permite indagar demasiado en su vida personal, pero su gesto se vuelve serio cuando habla de la ausencia del padre de su futura hija. Fue su hermana, usuaria del proyecto tiempo antes, quién le animó a formar parte de él. “Me dijo que me ayudarían y así ha sido. Me han dado medicinas, hecho análisis y revisiones a muy buen precio. Además, nos ofrecen ayuda psicológica, que en estos casos es muy importante”, cuenta esta adolescente de 15 años, que destaca que el programa le ha permitido conocer a muchas chicas en una situación similar a la suya.
Una de las consecuencias del embarazo a edades tan tempranas es la interrupción o el abandono de la educación que sufren estas niñas. Alcántara quiere ser azafata de vuelo. Uno de sus mayores deseos es subirse a un avión y poder ver mundo. Para ello, su madre tendrá que cuidar de su hija hasta que termine sus estudios. Pero la mayoría de estas adolescentes no cuentan con la misma suerte y su destino es trabajar en empresas ubicadas en la zona industrial de Bajos de Haina, donde para conseguir un empleo se les exige tener el Bachillerato. “Por eso desde el proyecto las animamos a que estudien y les damos facilidades para ello. Es importante que sepan que sin un trabajo no van a sacar a sus niños adelante”, comenta Echavarría.
LA CLAVE DE LA SOLIDARIDAD
La constancia del equipo de Bajos de Haina y la buena gestión del proyecto, sobre todo en lo referente al reporte de gastos, el manejo de los recursos y el registro de las actividades realizadas, ha propiciado la puesta en marcha del programa también en el municipio dominicano de San Cristóbal. Para el Padre Cruz, escuchar y ayudar a los demás es una de las cosas más grandes que el ser humano puede hacer, y es por ello que no se marca ninguna frontera y asegura que continuarán creciendo. “Las usuarias y sus niños y niñas son parte de mi vida. A lo largo de los años he ido descubriendo lo que es la importancia de ofrecer atención, cariño, cercanía, acompañamiento y escucha a la gente necesitada, y es una parte esencial de mi vida”, explica emocionado Echeverría. “Lo que hago no tiene que ver tanto con religión, celebraciones y cultos, sino con la atención a las personas, que en este caso son adolescentes, pero en otros son indigentes, personas mayores o enfermas. Para mí es clave la solidaridad y el establecer relaciones con las personas. Esa es la alimentación de mi vida espiritual”.