A un Homo habilis y un Homo sapiens les separan dos millones de años y la capacidad de pensar. Lo mismo ocurre con la Inteligencia Artificial. Decía Nuccio Ordine, escritor italiano, que “la inteligencia significa imaginar cosas nuevas, pensar mundos diferentes. Y no creo que hasta ahora una máquina pueda hacer eso”. La opinión popular se ha orientado ligeramente hacia la creencia de que una persona inteligente es “alguien que es capaz de hacer cosas. Por ejemplo, las máquinas saben resolver problemas, pero no comprenden el proceso. En el caso de los humanos es parecido. Podemos tener la técnica matemática, pero si no conocemos cómo de adecuada es nuestra herramienta, seremos muy habilis, pero poco sapiens”, aseguró Eduardo Sáenz de Cabezón, matemático y presentador del programa de divulgación Órbita Laika durante la inauguración el jueves en El Sario de la octava edición de las Jornadas de Enseñanza y Aprendizaje de las Matemáticas en Navarra, organizadas en torno a la celebración del Día Europeo de la Estadística.

Sáenz de Cabezón durante su conferencia impartida el pasado jueves. Jon Urriza

A pesar de que las matemáticas puedan contemplarse como una ciencia tediosa y complicada a la que solo pueden llegar las grandes mentes, eruditas y sofisticadas, lo cierto es que simplemente se basan en “contar, leer y ordenar, aunque también hay quien habla de codificar”, apuntó. En cualquier caso, estos tres verbos fueron los que le llevaron a reflexionar acerca de las nociones básicas de las matemáticas a través de seis actos y un prólogo a modo de disculpa titulado Las aventuras y desventuras del triste caballero desorientado y unos prisioneros que están a punto de perder la cabeza. “Yo no soy ni estadístico ni docente de Secundaria, pero creo que se debería enseñar más esta rama de las matemáticas en los colegios y las universidades porque los que trabajan en ciencia hacen experimentos y necesitan de la estadística y porque, aunque las matemáticas no se aplican en la vida ordinaria, sirven para muchas cosas”, sostuvo.

Los enigmas de la estadística

En este contexto de lo “inútil” en las cuestiones ordinarias, nacen las matemáticas, la estadística y El curioso enigma de la protagonista oculta, la primera parte de la conferencia. En una de sus clases, Sáenz de Cabezón les propuso a sus alumnos que, a través de un Nodo de interoperabilidad estadística y sin haber leído El burlador de Sevilla, comedia atribuida a Tirso de Molina, realizaran un gráfico que mostrase las relaciones entre los personajes y destacara la importancia de la centralidad de cada uno de ellos. Como era de esperar, Don Juan era el personaje que reflejaba más conexiones con el resto. Sin embargo, el nombre que más destacó el programa fue el de Tisbea. “Me acerqué a un profesor del departamento de Literatura de mi universidad y le pregunté qué pasaba con Tisbea”. Su compañero sonrió y dijo: “Es el protagonista oculto”. Se trata de una pescadora que no es noble “y, precisamente por eso, desencadena que a Don Juan se le juzgue. Esto es lo que hacemos con la estadística. Tomar los datos, ver qué relaciones hay entre ellos y descubrir qué información hay detrás”, señaló el experto.

En esa misma línea, Eduardo Sáenz de Cabezón también explicó que con un programa de estadística también se puede discernir cuál es la jugada que más veces repiten los futbolistas en un partido. “De hecho, si esto se le diera antes a los jugadores, podrían ver dónde hacer presión para robar más los balones o cómo poner en un mayor apuro al equipo contrario”, mencionó. Otro grupo de estudiantes analizó los pases que se hicieron durante la final del Mundial de 2010 y descubrieron que la mayoría de los pases de Países Bajos se realizaban por el lateral izquierdo. Por la derecha, les resultaba más incómodo. “Lo único que había que hacer era buscar el fallo por ese lado. En un ejercicio matemático está la posibilidad de convertirse en campeón del mundo”. A pesar de las evoluciones tecnológicas y de unas habilidades que acompañan al ser humano desde tiempos primitivos, para ser sapiens, hay que ser pensante y creer que, como concluyó, “las matemáticas molan”.