Mireia es una niña de tres años que nació a las 24 semanas de gestación y tras 127 días en la unidad de Neonatología. “Nos dieron el alta en mayo y a partir de agosto venía el fisioterapeuta a casa”, ha contado Sandra Arzoz, madre de la cría. Sin embargo, los recursos empezaron a escasear y Mireia empezó a tener otras motivaciones, así que se acercaron al Centro de Atención Temprana de Sarriguren, en donde les ofrecieron un terapeuta ocupacional, entre otras cosas. Además, Mireia no pudo ser escolarizada, así que se les propuso a los especialistas “crear un espacio en el que nuestra hija pudiera trabajar con otros niños en un grupo reducido”. Y así se hizo durante el último trimestre del grupo pasado. “Fue genial porque se consiguieron varios de los objetivos que perseguíamos y que trabajándolos sola no los hubiera logrado”.

La pequeña padece una hemiparesia derecha que provoca que “todo su lado derecho vaya más renqueante con respecto al izquierdo”, así que desde el centro se pusieron manos a la obra para mejorar esta condición médica. “De vez en cuando coge el tenedor con la mano derecha y nos sorprendemos muchísimo, pero eso demuestra que ha habido mucho trabajo por parte de todos”. Ahora, Mireia va a cumplir 4 años y Sandra está peleando para que su hija reciba un servicio prolongado porque el paso al colegio es como “un salto al vacío”.

Apoyo emocional

A Noa le diagnosticaron parálisis cerebral infantil en el quinto mes de desarrollo. “Los primeros meses, recibimos rehabilitación hospitalaria, pero luego pasamos al Servicio de Atención Temprana, quien nos acercó con una red de especialistas que nos han acompañado durante este proceso”, ha relatado Maite Morteruel.

Esta circunstancia hizo que la familia de Noa se sumergieran en “el duelo de una maternidad y una paternidad que no van según los esperado. Pasamos por momentos malos y nos ayudaron a aceptar nuestras sentimientos, ha apuntado Maite. Por esta razón, el Centro de Atención Temprana les ofreció un acompañamiento emocional para hacer frente a la angustia, miedo e incertidumbre que sufrieron durante el momento del diagnóstico. “Aparecen la desesperanza y la culpa, y nos ayudaron para que pudiéramos sostener a nuestras criaturas”, apuntó. Asimismo, desde que el centro ayudó a Noa a sacar partido a sus potencialidades, “mi hija ha mejorado y nos hemos sentido muy acompañados”, ha concluido.