El 22 de mayo de 1938, 795 presos se fugaron de la prisión que el bando nacional había configurado en el Fuerte de San Cristóbal, a lo alto del monte Ezkaba. Se trata de una de las fugas más multitudinarias e importantes ocurridas en Europa. Si esto fuese Estados Unidos, habría cientos de películas parecidas a La Fuga de Alcatraz, honrando con orgullo la valentía de aquellos prisioneros. Sin embargo, bajo el yugo del bando nacional, nuestra tierra sufrió décadas de silencio y dolor, mucho dolor. Un dolor impregnado en las pieles de los familiares de los fusilados que aún lloran los horrores que tuvieron que pasar aquellos que comparten su sangre.

En la fosa de Olave fueron encontrados 16 cuerpos. Se trata de los cuerpos de aquellos prisioneros fugados de San Cristóbal que, tras ser detenidos al día siguiente de la fuga, fueron fusilados sin juicio previo. Para honrar la memoria de los valientes fusilados y que su lucha no caiga en el olvido, cerca de 700 estudiantes de nueve centros educativos navarros visitaron la fosa este jueves, bajo el marco de la séptima edición Las botellas de la Libertad, actividad con la que se cierra el curso en el programa Escuelas con Memoria que organiza el Instituto Navarro de la Memoria.

A la jornada del jueves asistieron la vicepresidenta y consejera de Memoria y Convivencia, Acción Exterior y Euskera, Ana Ollo, quien destacó que ”hay que mirar también hacia atrás: para evitar repeticiones de errores y horrores que nunca debieron suceder”, y alumnos profesorado del IES Irubide, IES Navarro Villoslada, Iturrama BHI, y CIP Donapea IIP de Pamplona, Paz de Ziganda Ikastola de Villava e IESO Joaquín Romera de Mendavia, que recorrieron la primera etapa del GR-225, desde el Fuerte de San Cristóbal hasta la fosa de Olave.

Familiares y alumnado, unidos

En 2016 fueron exhumados los restos de 16 presos fugados que fueron asesinados sin juicio alguno al día siguiente de ser detenidos. Hasta la fecha únicamente han podido ser identificados los de Francisco Lecea, de Mendavia. Andrés Lecea Ruíz tiene 66 años. Es nieto de Francisco Lecea, cuerpo identificado de entre los fusilados en Olave. No quiso perderse el acto de ayer. “Nosotros lo hemos pasado mal, pero nuestros padres peor. Son años de silencio y de dolor con miedo”, señaló. “La memoria es importante para que cosas así no vuelvan a ocurrir y para honrar a gente como mi abuelo que vivió horrores por luchar por la libertad”, añadió el familiar.

Y ahora, el testigo pasa a la juventud navarra. Son el futuro y deben recordar el pasado para construir un mundo en el que los horrores que ocurrieron en nuestra tierra no ocurran, y si ocurren, no queden impunes. “Trabajamos mucho en la aulas, en diferentes asignaturas y de diferente manera, la memoria histórica”, afirmó Mikel Soto, profesor del Iturrama BHI. “Cuando los traes aquí es diferente, palpan de cerca lo que fueron los tiempos de Guerra Civil y franquismo en nuestra tierra. Además, en estos tiempos en los que el fascismo parece estar campando a sus anchas por toda Europa, es necesario recordar a todos los caídos y que los chavales entiendan que algo así no debe ocurrir nunca más”, añadió.

Un alumno de la ikastola Paz de Ciganda bailó un aurresku. Iñaki Porto

Botellas de la libertad por la GR-225

Entre los días 8 y 13 de mayo alumnos de centros de Navarra recorrerán dos tramos del GR-225, la ruta de montaña que sigue los pasos de los presos fugados del Fuerte de San Cristóbal. Los alumnos recibieron explicaciones del recorrido a detalle sobre la fuga en los parajes que fueron atravesando, especialmente en los puntos en los que hubo detenciones y asesinatos. “Hemos venido por el mismo camino que hicieron los presos, solo que ellos lo hicieron en unas condiciones de malnutrición y sin energías”, reflejaron dos alumnas de Iturrama BHI. “Si nosotras lo hemos pasado mal con el barro que había, no me quiero imaginar los fugados, que iban con poca ropa y pasaron noches escondidos en los montes sin saber a donde ir”, exclamaron.

La iniciativa debía tener algo más. El reconocimiento son acciones y no palabras. Para reivindicar esto, los centros participantes recogieron las botellas de la libertad, símbolo que acompaña toda la marcha hasta Urepel, que portan en su interior testimonios y fotografías de los presos, así como los escritos que les dedicaron los estudiantes.

Memoria y juventud. Pasado y futuro, pero sobre todo presente. En un mundo envuelto entre horrores, la defensa de la verdad y la justicia es necesaria. Una verdad que ocurrió en la tierra que pisamos hace no tantos años y que todavía, debemos seguir desenterrando en pos de un mañana sin el sufrimiento de nuestros abuelos y abuelas. En Navarra, en Gaza y en Varsovia. Sembrar memoria para no repetir los errores del pasado.