"Las mujeres que no son madres se perciben socialmente como antinaturales y fuera de la norma de género y parentesco"
Mercedes Bogino explora en su tesis doctoral la experiencia de 35 mujeres que, por distintos motivos, no han sido madres, recoge sus miedos y duelos y reivindica darles más visibilidad
En los últimos años se ha puesto el foco en la necesidad de reconceptualizar la maternidad, para que deje de ser una ley natural universal y esperable y sea una decisión individual legítima y respetable. Y lo cierto es que cada vez son más las mujeres que deciden no ser madres. ¿Cree que siguen estando peor vistas en la sociedad?
No debemos olvidarnos que las decisiones reproductivas están atravesadas por condiciones materiales, estructurales, subjetivas y simbólicas. Es verdad que, en las últimas décadas, se puede observar en las sociedades occidentales contemporáneas una tendencia creciente de mujeres que no son madres. Pero, es muy difícil distinguir o cuantificar quienes eligen y quienes de forma sobrevenida o por distintas circunstancias se convierten en no-madres. Además, socialmente están percibidas como antinaturales o anormales, fuera de la normatividad de género y parentesco.
¿Cuáles son los principales factores que llevan a una mujer a no tener hijos?
Entre los factores que influyen en el devenir de la no-maternidad hemos identificado principalmente el desajuste entre biología y biografía, es decir, la edad; pero también la ausencia de pareja, una pareja no adecuada o del mismo sexo; las dificultades con las biotecnologías reproductivas o los procesos de adopción interrumpidos, así como las condiciones de vida y la precariedad en el empleo, entre otros.
Dice Jody Day, autora de Living the Life Unexpected, que acuñó el término de Generación NoMo, que un día, a los 40, después de haberlo intentado sin éxito, se dio cuenta de que jamás sería madre. Está claro que no es lo mismo decidir no ser madre que no poder serlo por distintas circunstancias. ¿Cómo se pasa el duelo en una sociedad en la que mucha gente sigue haciendo preguntas incómodas acerca de la maternidad? Usted en su tesis habla de duelos socialmente negados o desautorizados.
Algunas mujeres, quienes han sentido el deseo de maternidad, narran que han pasado por distintos momentos de duelo. Por ejemplo, el duelo gestacional en los casos de abortos espontáneos, voluntarios o de repetición; el duelo genético que se refiere a la tristeza sentida por no transmitir la herencia genética cuando se recurre a la ovodonación en los tratamientos de reproducción asistida; y denominamos duelo institucional cuando la idoneidad para ser madre es denegada por el saber experto en los procesos de adopción monomarental. Así, el duelo de la no-maternidad es un proceso complejo de aflicción que comprende pequeñas pérdidas y duelos invisibles.
Tampoco es fácil decidir y verbalizar que no se quiere ser madre. En su investigación asegura que estas mujeres deben pasar un peaje social. ¿A qué se refiere? ¿Viven también su propio duelo, aunque sea una decisión meditada?
A pesar de que algunas mujeres deciden no ser madres, los mandatos de género y parentesco perviven aún en nuestra sociedad, es decir, el deseo de maternidad y el deber de procrear repercuten y, a veces, se refuerzan en las biografías analizadas Como lo narra una de las entrevistadas, quien se sentía en deuda con su propia madre por negarle la posibilidad de “ser abuela”. Todavía existe una jerarquía de prestigio en los sistemas de género y parentesco donde la maternidad biológica y normalizada, en relaciones heterosexuales y bajo la institución del matrimonio, otorga un lugar de estatus cultural privilegiado, mientras que otras maternidades y no-maternidades se enfrentan a procesos de legitimación y a situaciones de desprestigio social.
¿Por qué hay más referentes o ejemplos de madres que de no-madres? ¿Falta visibilizar a esas mujeres que deciden no tener descendencia?
Así es, históricamente hay más referentes de madres porque representan una figura hegemónica en las relaciones de género y parentesco. Aunque siempre han existido personas sin descendencia como se conocían a los mozos viejos (mutilzaharrak), y a las mujeres que se quedaban en casa para cuidar a los demás (neskazaharrak). También las tías monjas que buscaban la vida monástica como una forma socialmente aceptada de escapar del matrimonio y la maternidad. Hoy en día, las mujeres que no son madres pueden convertirse en nuevas figuras de referencia en las redes de parentesco y en distintos espacios sociales.
A los hombres, sin embargo, no se les piden tantas explicaciones. El foco se pone más en las mujeres...
En cuanto a la sexualidad y la reproducción, la mirada está centrada en las mujeres y en sus cuerpos. Sin embargo, en esta investigación, nos preguntamos: ¿Y el deseo de paternidad? Por un lado, hallamos que algunas mujeres idealizan la figura del padre y, por otro, observamos que empiezan a surgir nuevas narrativas cinematográficas que problematizan el papel de la paternidad en la vida cotidiana (Una vida no tan simple, 2023); retratan la construcción del vínculo entre padre e hija (Sin instrucciones, 2024) o cuestionan la figura del padre ausente (Los aitas, 2025). Asimismo, desde la escritura autobiográfica y la ficción, Eduardo Laporte reconstruye la experiencia inesperada de la no-paternidad en su novela La vida suspendida (2025). Estas voces masculinas se animan a narrar y repensar, con palabras e imágenes, la paternidad y la no-paternidad.
Se habla mucho de los miedos que tiene una mujer cuando es madre, pero ¿a qué le teme una no-madre?
Una de las entrevistadas lo expresa así: “Soy muy miedosa con todas las cuestiones médicas, tremendamente miedosa… ¿Cómo la gente puede tener hijos? ¿Y cómo pueden salir? Luego, otro miedo, no ser capaz de responsabilizarme de la criatura. Al final, son miedos”. De este modo, puede comprenderse que la maternidad se convierte en un conjunto de miedos para algunas mujeres que no quieren ser madres: miedo por los cambios corporales durante el embarazo; miedo al control constante del cuerpo desde el saber médico-científico; miedo al dolor y al sufrimiento en el parto; y miedo a la responsabilidad que supone ser buena madre” Otras informantes han sentido, tras la vivencia de un aborto voluntario, miedo y desconfianza ante cualquier método anticonceptivo porque no quieren repetir esa experiencia que afecta a su cuerpo y emociones. Mientras tanto, las mujeres que desean ser madres temen las pérdidas gestacionales y, en definitiva, el miedo a no ser madres.