El SIBO (Sobrecrecimiento Bacteriano en el Intestino Delgado) se ha vuelto muy conocido en los últimos años, aunque no siempre se entiende bien en qué consiste. En términos sencillos, según el nutricionista Javier Fernández Ligero (@nutriligero), se produce cuando aparece una cantidad excesiva de bacterias en el intestino delgado, un lugar donde debería haber muchas menos que en el colon. Este desequilibrio provoca una serie de molestias digestivas que pueden afectar al bienestar diario.
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Uno de los signos más característicos es la hinchazón abdominal, que puede aparecer incluso después de comidas muy ligeras. A ello se suma una sensación constante de inflamación y pesadez, digestiones lentas y un tránsito intestinal alterado que puede manifestarse en forma de diarrea o, en algunos casos, de estreñimiento. Muchas personas también notan una fatiga persistente y una pérdida de energía que no se resuelve con el descanso, además de una disminución del apetito. Aunque estos síntomas no confirman por sí mismos el diagnóstico, sí suelen encontrarse con frecuencia en personas que padecen SIBO.
El SIBO no aparece de manera espontánea. Su origen puede estar relacionado con una alimentación muy rica en azúcares y carbohidratos que fermentan con facilidad, con situaciones de estrés mantenido que alteran la función intestinal, con un descanso deficiente o irregular, con factores genéticos o incluso con tratamientos recientes con antibióticos que pueden modificar la microbiota natural del organismo. Todos estos desencadenantes crean un entorno propicio para que las bacterias proliferen en una zona del intestino donde no deberían hacerlo.
En cuanto al tratamiento, Fernández Ligero explica que el abordaje debe individualizarse y que, en muchos casos, es posible actuar de forma natural mediante cambios en la alimentación que reduzcan la fermentación intestinal y con el apoyo de suplementación específica que ayude a reequilibrar la microbiota. En determinadas situaciones se contempla el uso de antibióticos, aunque el nutricionista prefiere evitarlo siempre que sea posible, ya que se trata de fármacos destinados a eliminar el exceso bacteriano pero que pueden generar efectos secundarios y no siempre resultan necesarios.
Identificar el SIBO y tratarlo a tiempo puede mejorar de forma notable la calidad de vida. Cuando los síntomas persisten y dificultan el día a día, lo más adecuado es consultar con un profesional para realizar las pruebas oportunas y diseñar un tratamiento personalizado que permita recuperar el equilibrio digestivo.