“Me he quedado sin casa por una imprudencia de descerebrados; esto no tiene nombre”. La mirada de Sheila Santiago es puro cansancio, revela largas horas en vela. Desde que sonaron las campanadas todo ha sido poco menos que un mal sueño. Esta vecina de Errenteria pide que cese el uso incontrolado de cohetes, petardos y bengalas. “Hace diez años se quemó la casa de Trintxerpe. Ahora ha sido la mía. ¿Así hasta cuándo?, se pregunta la mujer.

Es la vecina del 13-C, en el número 4 de la calle Sorgintxulo del barrio de Capuchinos de Errenteria, convertido en triste escenario de estos primeros compases del año. Los vecinos siguen sin reponerse del susto, aunque afortunadamente ninguna de las viviendas afectadas sufre daños estructurales. “Al final son cosas materiales, podía haber sido peor, pero entre ellas hay fotos y recuerdos que se han perdido para siempre, algo que duele”.

Santiago, que llevaba un año de baja por motivos personales, se había reincorporado al trabajo hacía un mes. Reconoce que no sabe muy bien cómo va a gestionar emocionalmente este nuevo golpe. Fue una lengua de fuego la parecía estar abrasando varias viviendas en la Nochevieja que daba la bienvenida a 2024. Las impactantes imágenes que pronto circularon por las redes sociales se correspondían, en realidad, con la ropa que estaba tendida en el patio exterior del inmueble, cubierto por una celosía.

Pero las llamas solo penetraron en la vivienda de Sheila. La vecina de Errenteria ha interpuesto una denuncia este martes tras pasar por dependencias policiales, tal y como había aconsejado la Ertzaintza “para todos aquellos que hayan sido afectados por el fuego, el humo o el agua”, como podía leerse en un cartel colocado en el portal.

Varios testigos ya han prestado declaración para esclarecer lo ocurrido. La hipótesis que más fuerza va cobrando dentro de la investigación que ha abierto la Ertzaintza es que fue una bengala la que, tras impactar contra una de las ventanas, se coló por el domicilio de la vecina de Errenteria. A partir de instante, pocos minutos después de las campanadas, las gotas de fuego que se iban descolgando de las cuerdas de nylon de los tendederos fueron propagando las llamas a lo largo de la fachada exterior de esta torre de quince alturas.

Llamas en varias plantas del edificio afectado por el incendio de Errenteria. BOMBEROS EUSKADI

"No se puede permitir todo esto, estoy con la ropa que me han dejado"

Quizá, la mejor noticia es que no se produjeron heridos. No se puede decir lo mismo de los daños materiales, aún por evaluar. “No se puede permitir todo esto. Yo ahora mismo estoy sin casa, con la ropa que me han dejado. No tengo nada”, reconocía la mujer, poco antes de regresar al piso, en compañía de responsables municipales del Ayuntamiento de Errenteria, con el fin de hacer una primera estimación de daños. La familia ha sido realojada en una vivienda familiar.

Desde el exterior, apenas hay en la torre rastro visible del incendio. Tan solo una mancha negra en la fachada, a la altura de la planta catorce. La percepción de lo ocurrido cambia al acceder al interior. En el pasillo del número 13 todavía huele a quemado. Esta mañana eran visibles algunos de los restos que dejó a su paso la providencial actuación de los bomberos del servicio foral de Gipuzkoa. Entre ellos, el bombín de la puerta, tendido sobre el suelo, que fue necesario forzar para actuar con diligencia. Asomarse por la oquedad permite advertir el destrozo.

“Lo más dañado ha sido el balcón. Una de las habitaciones también está totalmente quemada. El resto ha resultado afectado por el hollín. Mis pertenencias han quedado inservibles y los techos están caídos. Da pena, no se puede entrar”, lamentaba Sheila. El lunes, al día siguiente del incendio, también se acercó al piso con su pareja. No dejó de llorar. “Ves que toda tu vida se ha ido. Es una casa familiar, de mis padres. Ellos fueron los primeros que compraron la casa en este edificio y ver que todo acaba así duele mucho”, se emociona.

Sheila estaba cenando en casa de los padres de su pareja cuando llegó la alerta. “Fue la hija de la vecina quien me llamó. Sheila, ven que tu casa y la de mi madre se están quemando. ¿Cómo? No me lo podía creer. Todo fue muy rápido, poco después de las campanadas. Nos vinimos hacia aquí. Fue mirar hacia arriba y ver que todo el fuego salía de mi casa”, rememora.

Imagen del estado en el que ha quedado el 13 C, en el número 4 de la calle Sorgintxulo del barrio de Capuchinos de Errenteria JORGE NAPAL

"Ha sido vergonzoso, tras el fuego seguían tirando cohetes"

“Gracias a Dios, ningún vecino ha tenido que lamentar daños personales. Creemos que fue un cohete, una bengala, la que cayó al balcón y partir de ahí se propagaron las llamas, aunque todavía no lo sabemos con certeza”, reconocía la mujer. Cuando llegó al barrio, el edificio siniestrado estaba ya acordonado y el resto de los vecinos habían sido desalojados.

Entre ellos Jose Nova, vecino de la puerta de enfrente de Sheila. “Estábamos en casa y tuvimos que salir de inmediato. El fuego subía por la celosía e hizo efecto chimenea. En realidad, en esos momentos bajábamos pero sin saber realmente lo que estaba ocurriendo. Sí nos dimos cuenta de que salía mucho humo de los pisos 6, 7 y 8, aunque desconocíamos el origen”, relata este vecino de Errenteria, que aguardó en la calle hasta pasadas las cuatro de la madrugada.

Begoña Eguiluz vive en la planta 14, un piso arriba del foco principal. “Todo esto ha sido bastante vergonzoso porque incluso tras propagarse el fuego había vecinos que seguían tirando cohetes”, confiesa un tanto malhumorada. La mujer abre las puertas de su domicilio. El cristal de la ventana desde el que cuelga la ropa está reventado por efecto de la combustión. Toda la parte interior del tendedero está calcinada. “No estábamos en casa. Nos avisaron prácticamente al momento. Todo lo ocurrido lo hemos vivido con mucha impotencia, porque ves que se está quemando, pero no sabes lo que está pasando de puertas adentro”, reconoce. “Fue un susto grande para empezar el año. Había muchísima gente”.

El administrador les ha comunicado que den parte al seguro para que responda por los daños interiores. De los desperfectos en la fachada se encarga el de la casa. “Nosotras también tuvimos que esperar algo más de dos horas en la calle. Estaba todo acordonado. Todavía estoy con el catarro que cogí durante la noche”, reconocía Isabel Díaz, que estaba cenando en Zizurkil cuando recibió la llamada de su hermana. “Menos mal que dejé todo cerrado y no entró humo ni nada. Era como de película. Lo pasamos mal, realmente mal”, admite.