El relato de la jueza instructora ponía los pelos de punta. “Las declaraciones de la perjudicada e hijos son espeluznantes sobre la agresividad del denunciado con el cuchillo y cómo temieron por su vida y su vida estuvo en claro riesgo esa noche”. Aquello ocurrió a finales de marzo de 2023 en un piso de la parte de Erripagaña perteneciente a Egüés. Escuchado ahora el testimonio de Nuria, la hija de 20 años víctima de aquel ataque, su declaración no hace sino recordar unos hechos bárbaros y tremendos, de una violencia inusitada. Nuria, que sigue ahora en tratamiento psicológico pero que posee una entereza y fortaleza fuera de lo común para su edad, recuerda que su padre atacó con furia a su madre. Lo hizo con una lluvia de puñetazos en los ojos y en la cara mientras la mantenía acorralada en el dormitorio. Y Nuria reaccionó entrando a la habitación, tirándole a él de pelo para separarle de la víctima. Entonces, le golpeó a ella, le abrió una mejilla y le cortó con un cuchillo en el cuello, lo que le ha dejado una cicatriz de por vida de la longitud de un meñique. Mientras, amenazaba con saña: “Te voy a matar”. Todo ello en presencia de la hija y hermana pequeña, de solo 4 años.
Asimismo, alertado por los gritos, apareció el hijo, quien al ver que su padre estaba agrediendo a su madre y a su hermana, golpeó a su padre “con la rueda de la maleta para apartarlo y luego con el palo de metal de un aspirador”. La madre consiguió arrebatarle al procesado el cuchillo y lograron todos ellos salir a la calle, donde pidieron “auxilio”. El padre se tiró por el balcón del segundo piso para huir o “para caer sobre mi madre y mi hermana”, sugiere Nuria. En la caída se lesionó de gravedad y estuvo tres meses hospitalizado. Al ser dado de alta, la jueza instructora le mandó a prisión provisional el 28 de junio de 2023.
La condena y la suspensión de la pena
Ahora, la Sección Segunda de la Audiencia navarra condenó al agresor, Mario A., de 39 años, a siete años y nueve meses de prisión y a una indemnización de 30.000 euros. Le condenaron por cuatro delitos de malos tratos, uno de amenazas, otro de lesiones y dos quebrantamientos de condena, puesto que cuando cometió los hechos no podía acercarse ni a su mujer ni a su hija mayor. A Nuria ya le disgustó ese pacto. “No entiendo cómo no se reconocía un intento de homicidio, cuando precisamente lo que quiso es matarme. No se qué más tenía que hacer para que le condenaran por eso”, recuerda la hija.
“Cuando me enteré que le suspendían la pena de prisión, una pena de casi 8 años, me dio un ataque de ansiedad. No daba crédito”
Un mes más tarde de la sentencia, en diciembre pasado, la Audiencia decidió suspenderle la pena de prisión. Le impuso una orden de alejamiento de sus familiares durante cinco años, la prohibición de residir en Pamplona y Comarca ese mismo tiempo y la obligación de someterse a un programa de deshabituación. “Cuando me enteré que salía me dio un ataque de ansiedad, no daba crédito a lo que ocurría. Una vez que fuimos al juicio, me sentí manipulada y muy presionada. La fiscal nos insistió en que en caso de que no firmáramos el acuerdo él podía salir en libertad porque estaba cerca de cumplir los dos años en prisión provisional. Me sentí muy presionada para firmar eso. Tenía que decir sí o sí. Total, firmamos el acuerdo y ha salido. Y lo ha hecho porque ha conseguido un contrato de trabajo (la Audiencia justifica que así podrá pagar las indemnizaciones) y porque una psicóloga que le trata en el centro de salud mental de Buztintxuri dice que su evolución es positiva y que podría reinsertarse. Mi padre lleva cometiendo delitos desde 2009, agresiones de todo tipo, no solo contra nosotras, también padece alcoholismo y ludopatía, nunca ha querido un tratamiento ¿cree que puede reinsertarse”, plantea la víctima.
E insiste: “Ojalá no tuviera un euro de indemnización y pudiera tener tranquilidad porque él sigue donde tiene que seguir. Sentimos que con nosotras no se ha hecho justicia. Ahora nos sentimos desprotegidas. Hemos solicitado el sistema Cometa (la pulsera telemática para el seguimiento de maltratadores), pero la Audiencia considera que es mejor impedirle que resida en Pamplona y Comarca. ¿Y quién me dice que no nos lo vamos a encontrar al salir de casa? La pulsera me da más seguridad y vamos a seguir pidiéndola”.
"El sistema nos ha maltratado"
La joven muestra desconfianza en el sistema judicial y afirma que cada vez que tenían que acudir ante un hito del proceso, “nos llevábamos un batacazo. Al principio, la Fiscalía pedía 12 años de cárcel, finalmente la condena se rebaja a 7 años y 9 meses, y luego sale libre y nos tenemos que conformar con solicitar la pulsera Cometa y tampoco nos la dan. Siempre pensé que lo mejor era denunciar pero creo que el sistema nos ha maltratado. Nadie nos informó que tras 16 meses preso podía salir en libertad, si no no hubiéramos firmado”.
Nuria recuerda que su infancia, primero en Castejón, donde nació, y ahora en Pamplona, fue “traumática”, rodeada de escenas de violencia por un padre conflictivo y con múltiples adicciones. “Nos maltrató durante mucho tiempo”, dice respecto de su progenitor del que dice “desconfiar”, si bien en el escaso transcurso de tiempo desde la sentencia ha respetado al menos la orden de alejamiento y la prohibición de comunicación. Pero no hay que olvidar los hechos de la condena, en los que una madre y tres hijos quedan marcados para siempre. Como dice Nuria, afrontar un proceso judicial y psicológico de este tipo ya es demasiado “largo y duro” por sí solo, más siendo apenas niñas o adolescentes. Cada superviviente experimenta y batalla la vivencia como puede. Su hermano lo pasa fatal. Y ahora la Justicia no les ha ayudado a sobrellevarlo. “Nuestra sensación es de injusticia y de impotencia”. l