Seis generaciones conforman la identidad de Bodegas Ochoa. Un legado familiar que se caracteriza por el esfuerzo y la pasión, unido al respeto por la tradición, la tierra, el viñedo y la calidad de sus vinos. Para estos días de celebraciones, de reuniones familiares y amigos, Javier Ochoa, sus hijas Adriana y Beatriz, y su mujer Mariví Alemán nos proponen un menú muy especial maridado con vinos de sus bodegas. Una combinación perfecta que sorprenderá a invitados y comensales en estas fechas tan señaladas.

Adriana Ochoa, la actual enóloga de la bodega, reconoce su predilección por el rosado 8A Maitena, procedente de más de un centenar de garnachas ancestrales, que “con tanta ilusión ha recuperado de injertos históricos de Navarra”. Asimismo, indica que se trata de “un vino perfecto para empezar cualquier comida y cena de estas Navidades”, sobre todo, con uno de sus platos favoritos: la ensalada de bogavante.

Como primer plato, Mariví Alemán se decanta por una menestra de verduras con jamón que “siempre le da ese toque tan auténtico y que la hace perfecta para combinarse con el clásico crianza Tempranillo Ochoa, que tantas alegrías ha dado a esta familia, reconocimientos y premios”.

Por su parte, Javier Ochoa, propone proseguir con “un buen asado o un buen gorrín”. Para maridar este “manjar”, el padre de familia elige un Ochoa Corazón de Finca Montijo. “Este vino es un homenaje a nuestra viña más antigua en Olite y habla de la generosidad de la naturaleza; del empeño en entender esta parcela que ha creado un vino elegante y excepcional, ideal para acompañar comidas sabrosas, carnes, asados de categoría, con unas patatas panaderas de base”.

Para finalizar este menú, la benjamina de la familia, Beatriz Ochoa, sugiere maridar los clásicos turrones o dulces navideños con una copa de Moscatel de Grano Menudo. “En la familia Ochoa tenemos la peculiar tradición de empezar el año de la forma más dulce y con la mejor de las sonrisas”. La actual gerente reconoce que cada 31 de diciembre, a la hora de las uvas, “yo me lleno la copa de Moscatel de Grano Menudo. Y bien llena, porque le tengo que dar 12 sorbos, uno por cada campanada. Una tradición que nos ha ahorrado más de un atragantamiento”, apunta.

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