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Nafarroa Oinez en Zangoza | El sueño de una gran familia

Hace 46 años unas pocas familias de la comarca de Sangüesa se reunieron con el objetivo de crear Zangozako Ikastola, aunque no contaban con garantías suficientes, dedicieron unir fuerzas y trabajar en un propósito común

Nafarroa Oinez en Zangoza | El sueño de una gran familiaCEDIDA

Zangozako Ikastola lleva cerca de medio siglo de trayectoria en una localidad y comarca que ha sido testigo del desarrollo de un modelo educativo propio y del incremento del uso del euskera. Desde las cocinas del convento del Carmen, pasando por Casa Txaparro, hasta la construcción de los dos edificios que, actualmente, forman Zangozako Ikastola, han transcurrido 46 años en los que las familias siempre han trabajado en auzolan con el objetivo de llevar adelante y mantener este proyecto, este “sueño”, como muchas de ellas lo definen.

De izq a drch: Javier Beunza, Alberto Aisa, Francisco Ibañez y Joxe Segurola, promotores de la ikastola.

El proyecto nació gracias al esfuerzo e ilusión por parte de vecinos y vecinas que apostaron por una educación euskalduna para sus hijos e hijas y por una localidad que ofreciera diferentes opciones para educar a las siguientes generaciones. Milagros Amuchastegui recuerda aquella primera reunión a la que asistió cuando todavía se estaba gestando la opción de crear una guardería en euskera: “En esa reunión que celebramos en el centro parroquial hubo varias personas pioneras como Alberto Aisa, Javier Beunza, Paco Ibañez, Don Pedro Sola... que fueron los promotores de lo que hoy en día es la ikastola y varias familias apoyamos la idea y poco a poco la llevamos adelante”, asegura.

Tanto ella como su marido, Luis Mari Vital, comparten el gusto por la cultura vasca, el idioma, el folklore, la danza, la música... de hecho, Vital comenzó a tocar el txistu con 16 años y a día de hoy continúa con esa pasión tocando en el grupo de txistularis local Txola y acompañando a Rocamador Dantzari Taldea. Los dos fueron parte del primer grupo de familias que sacaron adelante la guardería en la cocina del antiguo convento del Carmen, una cocina, en palabras de Amuchastegui, inmunda y en malas condiciones pero para las familias “cada paso que se daba suponía una gran ilusión”, afirma.

“Tuvimos suerte de vivir ese momento, la construcción de un proyecto, de un sueño y que continúa”

Ana Landa . Familia promotora

En ese grupo de familias también se encontraban Ana Landa y Juan Pedro Aramendia, quienes también compartieron la ilusión y las ganas de crear una ikastola en Sangüesa desde el primer momento. Tanto hombres como mujeres participaban en reuniones y auzolanes, la mayoría de las reuniones se hacían en casas, aunque también en la ikastola y, aunque había una junta, todo se decidía en asamblea, asegura Aramendia, presidente de la primera junta. En cuanto a los auzolanes, tanto la cocina del Rincón del Carmen como Casa Txaparro se encontraban en malas condiciones por lo que se tuvieron que arreglar suelos, levantar paredes, pintar y hubo mucho que limpiar, tareas que se repartían entre las madres y padres. Aunque también se realizaban auzolanes para organizar celebraciones, comidas, etc. Según Ana Landa, esa energía se contagiaba tanto en mayores como en pequeños: “Los txikis veían la emoción con la que trabajábamos y forjó su carácter”, asegura.

ENSEÑANZA

La ikastola comenzó como una guardería y en su primera promoción 1977-78 tuvo alrededor de 30 niños y niñas. Aunque las familias habían conseguido llevar a cabo su primer objetivo, el alumnado únicamente permanecía dos cursos aprendiendo en euskera, después, debían cambiarse al colegio. Hasta que en Casa Txaparro fue posible que se reglara la enseñanza de EGB.

Primera promoción (77-78) de alumnos de la guardería de Zangozako Ikastola.

Tanto en el Rincón del Carmen como en Casa Txaparro, las dos familias recuerdan con cariño a las primeras “andereños” que dieron clase a las primeras generaciones.Para las familias no solo era importante el euskera, también el modelo educativo y aseguran que las profesoras tuvieron una “dedicación completa” hacia los niños y niñas.

Esa apuesta por el euskera también fue apoyada por familias de localidades vecinas y, además de Sangüesa, la ikastola también recibía alumnado de Javier, Rocaforte o Yesa y, a pesar de no contar con comedor, entre las familias se organizaban “para que no les faltara de nada”, explican.

CULTURA

Zangozako Ikastola, además de ser un centro educativo, también ha promovido la cultura y tradiciones de la zona. La ikastola fue la primera en salir a la calle a celebrar el carnaval rural, también celebraba Santa Águeda, Eskualdeko Euskararen Eguna... y dio continuidad al Olentzero. Celebraciones que hoy en día están arraigadas a la localidad pero hasta que no hubo un grupo de personas que decidió apostar por ello no eran populares.

Otra celebración señalada ha sido Nafarroa Oinez. Zangozako Ikastola acogió su primer Oinez en el año 1987, en la Casa Txaparro, una jornada que reunió a miles de personas en solidaridad con la ikastola: “Ese Oinez rompió la barrera en Sangüesa, vino gente de muchos sitios y el apoyo social que recibimos fue increíble, todo el pueblo estaba lleno de gente, incluso hubo quienes se metieron a hacer barra en algún bar porque no daban a basto”, recuerda Landa. Gracias a la recaudación, en 1991 comenzó la construcción del actual edificio de Primaria y ESO.

Más tarde, en 1998, se celebró la segunda edición bajo el lema Ametsa Eraikiz (construyendo un sueño), haciendo referencia a esas primeras reuniones donde crear una ikastola no era más que un sueño que persiguieron las familias durante años. La última edición celebrada en Sangüesa fue en 2014, bajo el lema Esan, Izan, Gozan.

ACTUALIDAD

Las dos familias siguen involucradas con Zangozako Ikastola ya sea tocando el txistu, bailando danzas, ayudando con los preparativos de Nafarroa Oinez o recogiendo a sus nietos a la hora de salir de clase. Los cuatro afirman sentir “gran satisfacción” por todo lo que se ha conseguido, aunque reconocen que lo hacían con ”toda naturalidad y porque creíamos en el proyecto”, en palabras de los cuatro. Para Ana Landa fue una época gratificante: “Tuvimos la suerte de vivir ese momento, la construcción de un proyecto, un sueño, y que continúa gracias a los que hoy en día siguen luchando por él”, explica. A pesar de los momentos duros, agradecen que la ikastola siga su camino y esté en buenas manos y, para ellos, que sus nietos y nietas hayan podido estudiar en euskera es una “gran alegría”, expresan.