Tamara Falcó volverá a ponerse delante de las cámaras para un programa de telerrealidad que ya está preparando Netflix. Hace poco más de un mes Movistar emitió un documental sobre Raphael, y por su parte, Georgina Rodríguez, la peripuesta pareja de Cristiano Ronaldo, también ha abierto a la pequeña pantalla las puertas de su vida en Netflix. Lo mismo que han hecho de forma más dramática Rocío Carrasco o Julián Muñoz en Telecinco. Ana Obregón también ofreció parte de su vida a DKISS, y Mario y Alaska regalaron a su público lo que es su día a día en MTV. Y como hay muchos más, seguro que las plataformas y televisiones convencionales van a seguir indagando en las vidas de personajes que despiertan la curiosidad de los espectadores. ¿La motivación para esos famosos? Pues de todo hay: dinero (que es la principal, desde luego), fama, e incluso venganza, aunque también haya casos, como el de Raphael, que sin tener nada que demostrar lo hace simplemente porque le apetece y quiere contar su propia verdad.

Tamara Falcó, de todo un poco, cocina incluida. La más peculiar hija de Isabel Preysler, ahora recién llegada al mundo de la aristocracia por vía paterna -es la actual marquesa de Griñón tras la muerte de su padre-, ha regalado a los espectadores momentos muy particulares de su vida. En septiembre de 2013 se prestó a la cámaras de Cosmo en un programa que se tituló We love Tamara, donde mostraba cómo era un día en su vida. Eso sí, había ciertas restricciones. Ella intentaba enseñar con naturalidad cómo vivía y, aunque todo parecía muy forzado, parece que gustó. En su manía por exponerse públicamente se prestó a hacer en Cuatro un programa sobre vocaciones religiosas, esas que durante un tiempo afirmó que le llamaban la atención. Después llegó MasterChef celebrity 4, concurso que ganó ante el estupor de la audiencia, que la creía incapaz de freír un huevo. Fue el primer descrédito serio para un programa que hoy está en el filo de la navaja por muchas razones, y ninguna buena. Pero sí que Tamara pareció no ser ajena del todo al mundo de los fogones y demostró que se había puesto las pilas para convertirse en la chef ganadora. Eso le valió que le ofrecieran ponerse al frente de un efímero programa de recetas junto al chef Javier Peña, en el que sí que naufragó totalmente.

Ahora llega una nueva fase de su vida. Netflix está grabando con ella otro nuevo programa de telerrealidad que se emitirá bajo el nombre de Tamara Falcó: la marquesa. Los integrantes del equipo de grabación acompañarán a la ganadora de MasterChef Celebrity 4, a sus familiares y amigos, para no perderse nada de lo que ocurre en su entorno. Asimismo, el ocio o sus proyectos profesionales jugarán un papel importante en el conjunto de episodios que emitirá la plataforma.

Alaska y Mario, un matrimonio muy singular que abrió su casa a las cámaras.

Mario y Alaska, los singulares. Si Tamara Falcó es peculiar, esta pareja es cuando menos singular. Juntos o por separado, siempre dan temas golosos de los que poder hablar y generan muchos rumores. En mayo de 2011 abrieron de par en par las puertas de su casa para mostrar a los espectadores de MTV cómo vivían. Por delante de las cámaras desfilaron amigos, familiares y mucha gente excéntrica.

Alaska y Mario son pareja sentimental desde hace más de veinte años y residen en Madrid, cerca de la Gran Vía. Aunque se casaron en 1999 mientras hacían un reportaje para la revista Rolling Stone, en una capilla de bodas de Las Vegas (Nevada, EE.UU.) caracterizados como Elvis Presley y Dolly Parton, su compromiso no tenía validez en España. Volvieron a celebrar una ceremonia de cara a las cámaras, pero válida. El programa iba a tener solo una temporada, pero la demanda la alargó hasta finalizar con cinco entregas. Son carne de tele, medio que les encanta. De ella nos acordamos en los inicios, hace muchos años, en La bola de cristal, y de que ahora mismo sigue presente en el medio con Cine de barrio, en TVE.

Raphael, el de la larga carrera. Charlie Arnaiz y Alberto Ortega, dos directores de películas documentales y especialistas en contar con imágenes las vidas de personajes famosos, no entendían por qué no había una historia seria y bien hecha sobre Raphael, un mito de la canción, así que se pusieron manos a la obra y nació Raphaelismo, que se emitió en enero de este año en Movistar+. La plataforma de Telefónica ya había experimentado en este género con otras vidas, y una de las últimas fue la de Lola Flores.

El documental sobre el cantante de Linares es un retrato íntimo que ahonda en los secretos, ansias, pensamientos y sueños de un hombre irrepetible, que despierta controversias y pasiones, que vive en el mañana y que nunca se rinde, incluso en los momentos de mayor adversidad. Un viaje por la vida de un artista que lleva seis décadas subido a un escenario y que hoy en día no tiene nada que demostrar. Está disponible bajo demanda.

Georgina y Cristiano.

Georgina Rodríguez, la fama porque sí. El 27 de enero Netflix lanzó otro reality vital, en el sentido de que como hay poco que contar, pues se centra en la vida de la persona protagonista. Su título, Yo soy Georgina. En la promoción, esta joven lo decía claramente: “Muchos saben mi nombre. Pocos conocen quién soy”. Surgió de la nada al lado del famosísimo futbolista Cristiano Ronaldo. Además, muy pronto salió a la luz su embarazo y se dispararon rumores y rumores. Esta mujer saltó del anonimato de ser la dependienta de una tienda con una vida como la de la mayoría de los mortales, al lujo más absoluto. No se cortaba cuando decía que cogía un avión personal para irse de compras a cualquier ciudad y hacerse, por ejemplo, con un bolso de 10.000 euros. Con más de 29 millones de seguidores en Instagram es, entre muchas otras cosas, modelo, madre, influencer, empresaria, bailarina (o eso dice, porque, ¿quién se cree tanto título?) y pareja de uno de los deportistas más controvertidos y admirados del momento, aunque a punto ya de que la edad lo retire.

A pesar de esta película documental, Georgina guarda muchos misterios sobre su vida anterior a la fama, lo que quizá dé para más reportajes, e incluso tenga previsto escribir un libro, otra manera habitual de despertar interés y conseguir un dinerito. Lo que está claro es que televisiones y medios de comunicación escritos están dispuestos a acudir a su llamada cada vez que haga una convocatoria. Sorprende que en tiempos en los que se vende mejor la austeridad, ella siga haciendo una ostentación casi obscena de un mundo de lujo que se acerca a la falta de gusto y de elegancia. Cristiano y ella responden al cliché de nuevos ricos (ambos proceden de entornos humildes) a los que la vida ha sonreído y no saben ni dónde tirar su dinero.

Rocío Carrasco: pasta y venganza. Famosa desde la cuna por méritos de sus padres, ha abierto su particular caja de Pandora y ha lanzado las miserias familiares al circo mediático de la televisión. No ha dejado títere con cabeza en su entorno personal. Rocío, contar la verdad para seguir viva fue, pese a su espantoso titular digno solo de Telecinco, un programa que removió a muchos espectadores y suscitó debates en programas de otras cadenas. Se sabe que estaba muy, pero que muy bien pagada, y que ese dinero presuntamente servía para enjuagar las deudas que dicen que sufrían Fidel Albiac y ella.

Rumores y supuestos bulos aparte, lo cierto es hubo un posicionamiento. Profesionales de la información, incluso una ministra (en una actuación bastante incompresible) y una parte de los espectadores, se convirtieron en fans de esta chica que a través de la fama de sus padres ha conseguido el interés de los medios y trabajo (algo que ignora de verdad en la versión que conocemos todos) en televisión. Otro sector fue mucho más crítico y dejó clara su opinión: los trapos sucios se lavan en casa, y si hay algún delito se resuelve en los tribunales. Telecinco no está dispuesta a soltar presa y Carrasco ha vuelto a la cadena en varias ocasiones, la última recientemente, y ha sido para criticar de nuevo a su familia, aunque dice que quiere recuperar la relación con sus hijos. Las adversidades de su vida van a dar para mucho, por lo que parece.

Julián Muñoz, ‘Cachuli’ el cañí. Es otro ejemplo claro de cómo influye la necesidad de dinero para desnudarse ante las cámaras. Con el mismo escenario del docudrama de Rocío Carrasco, sentado en una silla y ante una cámara, desgranó los detalles de una parte de su vida. Puso el foco en su etapa de alcalde de Marbella, en los hechos que le llevaron a la cárcel y en su relación con Isabel Pantoja, que es lo que de verdad le lanzó a la fama, porque antes de eso apenas era un camarero de barrio con muchas ambiciones. No dejó en muy buena posición a la cantante, tal y como se esperaba, y sacó todos los trapos sucios que hubo entre él y su pareja. Eso sí, las audiencias le respaldaron. En el Estado español ocurre siempre que hay historias turbias de por medio.

El exalcalde de la famosa ciudad malagueña fue más indulgente con él mismo que con la que fue su pareja. Quizá eso de ver la paja en el ojo ajeno pesa mucho a la hora de hablar. Lo de la viga en el propio es más difícil de asumir. Vamos, que se despachó a gusto.

Y más... Muchos canales preparan biografías de famosos, famosillos y famosetes, que de todo hay, porque es un género bien recibido por una parte significativa de la audiencia. Las televisiones saben que para el espectador es una forma de comprobar que sus miserias personales también tienen reflejo en las de personajes conocidos que salen una vez sí y otra también en los medios. Sin ir más lejos, en su día abrieron las puertas de sus casas gentes como Teresa Campos y sus hijas, una tribu hoy totalmente desacreditada. Ana Obregón fue otra de las que se prestó en DKISS a hacer Algo pasa con Ana, y apareció yendo a la compra, cocinando, maquillándose y haciendo otras tareas domésticas. Vamos, que todo sirve para crear morbo. Y no acaba aquí la cosa, porque la veda está abierta y los programadores siguen buscando nombres a los que lanzar un anzuelo con olor a morbo.