Pocos niños habrá que puedan presumir de haber estado en la salida de un Tour de Francia con tres semanas de vida y Tadeo es uno de ellos. “Seguramente será el espectador más joven”, dice con orgullo su padre, Juan José Rodríguez, apostado junto a su mujer, Soledad Cortés, en las inmediaciones de la explanada de San Mamés, desde donde este sábado ha arrancado la ronda gala en un Bilbao abarrotado en el que se ha respirado un ambiente festivo, mezcla de Aste Nagusia y derbi del Athletic, y con la Gran Vía tapizada de cabezas, como en la manifestación más multitudinaria.

Muy aficionado desde pequeño al ciclismo, Juan José ha viajado con su familia desde Ourense para ver en vivo y en directo lo que desde pequeño “siempre veía en la tele en casa”. Su hijo ha empezado al revés, contemplando el Tour con sus propios ojos, abiertos como platos. “Intentaré que él siga el mismo camino”, dice su padre. “Se lo está inculcando”, corrobora Soledad. Y ella es una buena cómplice, porque antes de nacer ya le había comprado su primera bicicleta.

Nombre de ciclista

Y si al niño no le gusta dar pedales, ¿qué? “Bueno, a ver, nos adaptaremos”, sonríe Juan José, “pero, en principio, bici ya tiene e intentaremos que la use”. La verdad es que los planetas se han alineado y Tadeo parece nacido para el Tour.

De hecho, “su nombre viene inspirado por el ciclista que lo ganó en 2020 y 2021, Tadej Pogacar. Tadej es Tadeo en esloveno”, explica Juan José, que a menudo practica el ciclismo con su hermano y aprovecha todas las ocasiones que tiene para acercarse a una gran vuelta.

Porque ha sido la primera vez de su hijo en el Tour, pero no la de él. “He ido a Francia a ver alguna etapa en los Pirineos. Te ponías en la carretera y los veías muy cerquita. Aquí está todo sobredimensionado. Hay muchísima gente. Está todo muy organizado, preparado al cien por cien. En el centro de la ciudad, con la repercusión que tiene, es normal que tengan una seguridad importante. Está todo perfecto”, concluye.

Helicópteros y gendarmes

Bilbao se ha despertado este sábado con ruido de helicópteros, se ha frotado los ojos al ver gendarmes en Sabino Arana y ha abierto la boca sorprendido por “todo lo que moviliza el Tour”. “Estoy alucinada con la cantidad de vehículos que llevan. Sabía que esto movía mucho, pero no tantísimo”, reconoce Gema Lavín, una santanderina de 58 años que no se imagina algo así en su ciudad. “No tiene espacio suficiente”, admitía, tras fotografiarse junto a un coche de la carrera.

Ikurriña al viento o de capa, culote o falda de arrantzale, gorras al gusto... Cualquier atuendo ha valido para ver un espectáculo al que también ha asistido Lucía Flores, una veinteañera de Guatemala, de Erasmus en Bilbao, que se vio “la serie del Tour de 2022 de Netflix” para ponerse al día. “Me emocioné aún más porque ahora reconozco los equipos, sé de las estrategias...”, explica rumbo al Sagrado Corazón, enfundada en una camiseta rojiblanca. “El espíritu de familia y del Athletic se contagia”.

Miles de personas se congregaron en la explanada de San Mamés para descorchar la presente edición del Tour de Francia. Borja Guerrero

Afición "globalizada"

A la llegada de cada ciclista al punto de salida, el público ha aplaudido, aunque muchos no sabían a quién. Otros son más duchos, como Unai Berasaluce, un cicloturista de 49 años de Eibar al que le gusta “dar vueltas de 40 kilómetros como mucho”.

De padre guipuzcoano y madre belga, ha “mamado” este deporte y ha animado a los corredores desde Luis Briñas. “Es maravilloso. La afición ya se merecía un detalle así porque las mejores aficiones son esta y la de Bélgica”, señala sin acabar de “asimilarlo” Unai, quien ya había visto un Tour en Lieja a finales de los 90. “Cuando se acaba la etapa, recogen y se van, como si no hubiera pasado nada. Son no sé cuántos trailers, la gente, los ciclistas...”, enumera y destaca cómo se ha “globalizado” la afición. “Trabajo en un hotel y el otro día vino una pareja de sudafricanos que es la decimocuarta vez que ve el Tour”.

Un bar en pleno meollo

En pleno meollo, en el restaurante Antxi, Enrique Carrera no ha dado abasto a lavar la vajilla. “Es una experiencia inolvidable. Da gusto ver el ambiente. Está a tope”, señala este trabajador del local, donde han “reforzado el personal y hecho muchos más pintxos”.

A las inmediaciones de San Mamés Ángel Revuelta, cicloturista de 45 años de Abadiño, ha llegado en bici. “Han arreglado las carreteras y ahora nos aprovecharemos todos. Además, supone mucha pasta para los hoteles”, afirma, camino de El Vivero. “La primera etapa es muy dura. Lo digo porque la he hecho, aunque para ellos es un paseo”, apunta.

"Es algo histórico"

Tampoco se han perdido la fiesta Gilen Ruiz de Infante, un niño de Gereña que ha animado a los ciclistas soplando un cuerno, ni Amaia Santamaría, una vecina de Balmaseda de 50 años, que ha visto la carrera en el Sagrado Corazón. “Una hora esperando y ha pasado muy rápido. Son ciento y pico corredores, pero se me ha hecho muy corto”, comenta, mientras que Elisabeth Sánchez, bilbaína de 43 años, confiesa no ser aficionada. “Ciclismo, para echar la siesta en julio, pero esto es algo histórico y no podíamos faltar”.

Entre “sácame una foto aquí” y “a ver dónde nos colocamos”, más de uno se ha quedado sin ver al pelotón, que pasó en un abrir y cerrar de ojos. El bilbaíno Carlos Macho, sin embargo, se lo ha encontrado sin querer en el Campo Volantín. “La gente ha flipado con todo lo que iba delante y detrás. Ha sido impresionante”.

Tanto que hasta algunas siervas de Jesús y usuarios de su residencia se han asomado a la Avenida de las UniversidadesEndika Fernández, un joven de Basauri que trabaja “cortando el tráfico” en Avenida del Ferrocarril, reconoce que el Tour “da caché a Bilbao”, aunque él solo ve el ciclismo cuando su tío lo pone en el pueblo. “Está en Salamanca. Ya le habría gustado a él ver la salida”.