Como si se tratara de un personaje de Shakespeare, Jonas Vingegaard, danés como Hamlet, duda. Es el rey del Tour, de momento, y quiere seguir siéndolo dentro de una semana en los Campos Elíseos de París. Esa es la cuestión. Por eso, para no perder el trono, se ató a la precaución cuando Tadej Pogacar le incitó en el Mont Blanc. El esloveno trató de descuadrar al líder con una maniobra de distracción a a través de Adam Yates. “Me encontraba bien, quizá debía atacar, pero estamos en una suerte de juego de póker de farol entre ambos y cuando ha saltado Adam Yates he pensado que no tenía sentido salir”, argumentó Vingegaard, que duerme sobre un colchón de escaso espesor, apenas diez segundos de mullido. Se parece más bien a la cama de un fakir. Los clavos los afila Pogacar, siempre dispuesto a la rebelión. Es dichoso el esloveno, o eso dice, porque el danés sólo le aventaja en diez segundos. Que no es nada, pero en realidad lo es todo. “Esperaba tener que recuperar más ventaja. En estas circunstancias, contra un rival como Jonas, estoy contento de tener sólo diez segundos de retraso, así puedo ser más agresivo y atacar más”, alimentó Pogacar. Cada palabra pesa como el plomo de una bala en una lucha tan cerrada.

La crono en el horizonte

La crono de mañana puede ser la diana perfecta, la que, tal vez, incline el Tour. Ambos quieren dar en el blanco. Fallar el tiro sería demoledor. “En la contrarreloj habrá diferencias, además la etapa del día siguiente, con uno de los ascensos más duros del mundo, (Col de la Loze) también sea decisiva. Y luego la vigésima”, señaló Pogacar en relación a la etapa de los Vosgos. “Creo que es un recorrido que me va bien”, aseguró el esloveno, que también se mostró confiado sobre la etapa montañosa del miércoles. Al líder, el perfil de la única contrarreloj del Tour le gusta. Se adapta a su características. “Es corta, pero me gustan las cronos cortas, es difícil encontrar el ritmo y me gusta cuando hay muchos cambios de ritmo”. Aunque será el último en tomar la salida, Vingegaard aseguró que no mirará las referencias de los demás y se centrará en hacerlo lo mejor posible.

El rendimiento estratosférico que unge las actuaciones del danés y del esloveno, les sitúa en el ojo de la polémica respecto al dopaje, el mal endémico del ciclismo. “Es normal por el pasado que tiene el ciclismo”. Invió el danés a “seguir siendo escépticos para que no se repita el pasado”, pero consideró que la mejoría obedece a la modernización “de la nutrición, los entrenamientos, el material,...”.