Puentedey ha sido una villa –ese es su rango– bonita siempre. Es más, seguro que lo fue en su mayor esplendor cuando sobre el mágico arco natural no había aún ni viviendas, ni la torre-palacio de los Brizuela ni la parroquia con vestigios románicos de San Pelayo. Desde 2022, este municipio de la comarca de Las Merindades –más grande que toda Bizkaia– forma parte de la asociación denominada como Los pueblos más bonitos de España. Pero debemos saberlo todo. Es decir, nadie le dio el premio el año pasado a pueblo más bonito del Estado. No. Fue esa asociación quien tras contactar con el Ayuntamiento burgalés puso en marcha todo el engranaje para que entrara en ella. Para ello, el consistorio debe pasar una auditoría que emita el veredicto y señale los aspectos a mejorar para ser aceptado. De hecho, estos pueblos puede ser re-auditados. Los trámites traen consigo costes municipales y se paga un dinero por habitante. 

Puentedey se eleva sobre el arco natural de roca. Iban Gorriti

Puentedey aceptó los trámites a cumplir y pagar, y a día de hoy, con esa publicidad, se ha convertido en un pueblo que visita tanta gente que en ocasiones está abarrotado y algunos vecinos lamentan haber perdido la tranquilidad e, incluso, intimidad de años anteriores en los que el turismo estaba presente de una forma más sostenible. De hecho, hay pueblos en los que sus habitantes se han opuesto a formar parte de esta asociación que en Las Merindades también cuenta con otro socio más: Frías. 

En la actualidad, Puentedey está impoluto y ha mejorado su patrimonio. Es un reclamo a nivel internacional visitado por autobuses, familias en coches, furgonetas camper que cuentan con un parking, moteros… Y es que bonito es un adjetivo calificativo que se le queda corto. De hecho, en su fundación, los pobladores decidieron llamarlo puente de Dios en latín, es decir, puente dei, pero escrito de forma conjunta y acabado en i griega. 

La localidad cuenta con cerca de 50 habitantes residentes todo el año, aunque entre julio y septiembre la cifra es muy superior por la cantidad de familias –la mayoría vascas– que veranean en esta pedanía del municipio de Merindad de Valdeporres ubicada a 12 kilómetros al noroeste de Villarcayo. Según estudios realizados, el río Nela que la baña y su geografía pétrea tiene 90 millones de años. Aunque a día de hoy desaparecida, hubo una muralla medieval en este pueblo. No obstante, cuenta con un conjunto urbano que incluye casas solariegas y construcciones populares.

Cascada de La Mea en su mayor esplendor.

Cascada de La Mea en su mayor esplendor. Turismo Merindades

Llama la atención desde cualquier punto de vista la presencia de la iglesia de San Pelayo en lo más alto del arco natural que ha ido erosionando caprichosamente el río Nela que acabará desembocando en el Ebro.

Parece que el origen del actual núcleo de población se debe buscar en el proceso de organización del territorio llevado a cabo a finales del siglo IX formando parte de uno de los alfoces de la zona, tal vez el de Valdeporres o Arreba e integrándose más tarde en la merindad de Aguilar de Campoo. El libro Becerro de las Behetrías informa de que en 1352 era un lugar de behetría siendo vasallos de Lope García de Porres.

Torre del palacio de los Brizuela Iban Gorriti

El templo de San Pelayo es una construcción de origen románico de una sola nave de piedra caliza que luce en la base de la bóveda una imposta decorada con ajedrezado, rombos y un tallo ondulante cobijando hojas. El elemento más interesante es la portada, donde se representa a un hombre armado con escudo y espada que se enfrenta con un reptil.

El segundo inmueble destacado es de orden civil y ha heredado su presencia bautizado como palacio de los Brizuela –privado y que no se visita–. Está fortificado como si de una casa torre se tratara y se levantó entre los siglos XV y XVI, en el centro del puente natural. Parte de su historia es también costumbres que el pueblo mantiene como la fiesta de la cucaña, que se celebra el penúltimo domingo de agosto dentro del programa de sus fiestas municipales. La celebra en el mismo río bajo el puente histórico y se convierte en una gran fiesta que asombra a las personas que se acercan o que en esos días de inhabitual gentío visitan la villa. Por si alguien desconoce esta tradición que también se celebra en otras tierras, el Ayuntamiento coloca un tronco al que se le da algo que lo hace resbaladizo y que en su punta tiene un banderín que las mujeres y hombres participantes deben llegar a coger. El pueblo cuenta con, al menos, dos zonas de baño. 

Un perro lobo en el Río Nela. Iban Gorriti

El pequeño Zugarramurdi burgalés

A aquellas personas vascas que aún no conozcan la villa de Puentedey, se les puede hacer un paralelismo con las cuevas de Zugarramurdi. Por momentos, la mente puede viajar a aquella maravilla navarra, aunque partiendo de que los dos lugares son joyas de la naturaleza por igual. 

En el primer momento que se llega a Puentedey –como a Zugarramurdi– la vista alerta rápidamente al resto de sentidos para que disfruten de forma máxima el resultado heredado de la prehistoria. Estaremos ante algo único. Merece la pena ir sin prisas para que si en verano hay muchas personas no quedarnos con una idea equivocada de la esencia. Con tiempo, podemos ver el arco natural por un lado y por el otro. Asimismo, pasear por el pueblo. Nadie tendrá sensación de vértigo ni impresión de por dónde realmente se está caminando. 

El casco viejo ofrece el Museo de bolos con casi medio centenar de paneles informativos y con bolas y bolos elaborados con mimo por Jesús Sainz Chuchi. Detalla cómo son en Burgos, Cantabria, Asturias, León, Cuenca, Galicia o Euskadi. También hay un mirador –desde el que se observa el monte Ladrero y otros con su misma forma que se escalonan hacia Villarcayo–, una hornera antigua –molino– y una casa rural.

A poca distancia, como kilómetro y medio, se puede visitar la cascada de La Mea, aunque no todo el año suele tener agua. En verano, por ejemplo, suele estar seca. El barranco de igual nombre está situado al sur de los canales de Dulla y es un estrecho cañón que conduce hacia un lugar ecológicamente privilegiado. Un sencillo y bello sendero balizado ayudará a la persona visitante a llegar al lugar donde se suelen precipitar sus aguas con más de treinta metros de caída.

Puentedey, como Zugarramurdi y otros enclaves de esta naturaleza, comparten un común denominador: la magia que transmiten, sobre todo, a quien los visita por primera vez. Si pueden, no dejen de verlo.

Gastronomía

La gastronomía de la localidad, al igual que la de la comarca, destaca por productos como sus verduras, la carne de potro y cordero, los panes caseros o los bollos preñaos, así como el postre llamado chicharrón. Muy populares son también en Puentedey el jabalí, lechazo, la morcilla y el queso de Burgos. En este municipio hay dos establecimientos hosteleros: La montañesa –en la carretera con terraza– y La cucaña –cerca del puente también con terraza– con muy agradable servicio en ambos hacia la clientela.

Desde Puentedey podemos también conocer la zona gracias a una Vía Verde que une la villa con Brizuela, Nela, Escaño, Escanduso, Tubilla, Cigüenza –con una vía ferrata estrenada hace breves fechas– o Villarcayo.