Siempre que en una conferencia hago referencia a tener un control parental tengo dos bandos. Por un lado, los que piensan que un control parental no sirve para nada porque los niños son capaces de saltarse cualquier sistema tecnológico que les instales. Y por otro, los que creen que este tipo de sistemas son maravillosos porque ya no tienen que preocuparse para nada de lo que estén haciendo con sus teléfonos o pantallas. Pues bien, ninguno de los dos tiene razón. El control parental empieza en la propia educación que nosotros mismos les demos en casa y en razonar sobre el uso de cualquier tecnología. Además, por desgracia, los niños son meros consumidores digitales, que son capaces de superar con destreza el uso de la tecnología pero, salvo alguna rara excepción, no son capaces de saltarse ningún control ni saben cómo hacerlo. Por tanto, la tecnología que puede ayudar a controlar, funciona.

Lo malo es que el control parental está abocado al fracaso porque hay que hacerlo para cada dispositivo de forma independiente, lo que hace que nos tengamos que convertir en guardianes de la tecnología del hogar. Lo primero es controlar el uso que hagan de la televisión. Todas las televisiones de no hace muchos años permiten mediante un código dar acceso a diferentes canales, poner una franja de horario o unas horas de visualización máxima. Lo mismo en las plataformas, que tendrás que ir actualizando una a una, Disney+, Netflix, HBO, Amazon Prime o la televisión por cable. Después las consolas, que son diferentes si tienes xBox, PS4 o PS5 y alguno de los modelos de Nintendo. Si después de este máster de control parental te quedan ganas, ahora es el momento de meterte en el ordenador portátil, las tabletas y los teléfonos móviles.

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Pero para esto último vamos a darte una solución gratuita, que funciona y que la mayoría de las familias a las que las he recomendado su uso están bastante satisfechas, Google Family Link. Esta aplicación creada por Google permite tener control parental en todos los dispositivos Android o iOS que tengamos en casa. Podremos controlar las horas que pueden pasar en cada una de las pantallas o dispositivos, las aplicaciones que sí van a poder instalar y utilizar o conocer qué han intentado descargar y, algo muy importante, si las están utilizando en este momento y donde. Se acabó eso de me voy al cuarto a estudiar y tirarse 8 horas con el WhatsApp. Su instalación es muy sencilla, solo hay que descargar la app y vincular todos los dispositivos mediante una contraseña que solo sabrán los adultos. Lo importante no es conocer cuántas horas se pasa delante del móvil a lo largo del día, lo importante es si lo utilizan como una herramienta educativa. Diferenciar el uso que puedan estar haciendo para estudiar, de las horas que pasan metidos en Instagram.

No hay una edad en la que este tipo de control se tenga que instalar o dejar de utilizar. El problema de no empezar cuando son pequeños es que crecen, no de edad sino de uso de herramientas, juegos o redes sociales, y poco a poco vas perdiendo la percepción de lo que conocen y usan. De esta forma, a medida que se hacen mayores podrás utilizar los mismos programas que usan y conversar y participar con ellos en todo sin parecer el hombre de Atapuerca de la tecnología. Así cuando sean mayores y todo este tipo de sistemas ya no sirvan, habrás educado en la tecnología como lo haces en valores, sin controlar o fiscalizar todos sus actos.