Todo esto existe es una historia de patio interior, una visita a la intimidad de Alexéi e Irina. Profesor y alumna conviven juntos, él acepta secuestrarla para salvarla y se establece una relación profunda e inquietante. El autor, el escritor bilbaíno Iñigo Redondo, es un arquitecto que ejerce en Madrid y que siempre ha mantenido una relación muy íntima con la escritura. La persistencia, dice, le ha llevado a ver un sueño hecho realidad: su libro publicado después de haber enviado el manuscrito a unas 60 editoriales, recibiendo siempre una respuesta educada pero también negativa. Cuando ya pensaba en la autoedición sonó la flauta y ahora se ha convertido en uno de los libros que más están dando que hablar, y muy recomendado por los especialistas.

¿Por qué un arquitecto se decide a construir una novela?

Desde que tengo recuerdos de la adolescencia me veo leyendo mucho y tomando muchas notas sobre lo que leía. Pasar de las notas al relato fue casi algo natural. Hace años, más de cinco, me vi metido en una obra de teatro.

Así que también le gusta la dramaturgia.

No me veo como dramaturgo; escribí una obra de teatro y no más. Después me enredé en una historia, fui acumulando notas, y sin darme cuenta me he visto a los mandos de esta novela.

Tal y como lo cuenta, da la sensación de que se ha visto metido en el mercado editorial sin proponérselo.

Cuando tuve la novela escrita sí que me propuse que fuera un libro, pero hasta llegar a ella fue como un proceso inconsciente. Tomaba notas de mis lecturas y escribía reflexiones, algo de poesía... Compilé los poemas, los presenté a un certamen de jóvenes creadores y para mi sorpresa quedé finalista. Me sentí muy bien. He escrito también relatos y voy tanteando formatos distintos.

¿Por qué no se queda con un género?

No tengo la pretensión de ser novelista, dramaturgo o poeta. Voy enredando y cuando lo que tengo entre manos está más o menos en un momento maduro le doy el formato adecuado. Si la historia pide un texto dramático, quizá la dirija hacia una obra de teatro o una novela. Escribir tiene más de oído y de entender por dónde debe de ir la cosa que de emisor. No me considero ni poeta, ni dramaturgo, ni novelista.

¿A lo que salga?

Tampoco es eso, no al menos dicho así. Intento darle a lo que escribo lo que puedo o lo que merece.

Todo esto existe es una obra hoy exitosa pero que le costó colocar en una editorial.

En 2011 viajé a Kiev (Ucrania) para documentarme y escribí la historia entre 2011 y 2015. Hasta el 2018 la estuve mandando a concursos, a editoriales? Si te digo la verdad, la mandé a unas 60 editoriales; siempre era un no. Cuesta mucho, así que veo ahora el libro, lo cojo y no me lo puedo creer.

Es usted persistente: 60 editoriales y no tiró la toalla.

Ja, ja, ja? Cierto. Como anécdota, contaré que cuando la mandas a las editoriales te contestan con mails plantilleros que dicen: No forma parte de nuestro catálogo editorial, No encaja con nuestra línea editorial o No recibimos textos no solicitados.

Así que las respuestas eran jarros de agua fría.

Más o menos. Yo pensaba: Vamos a ver, sois editores, luego vuestro trabajo es leer los textos que os llegan. Hablé con una editorial pequeñita y les dije que había enviado hacía tres semanas un texto y que quería saber qué les había parecido. Recuerdo que era abril y el tipo de la editorial me contestó: Desde enero hasta ahora habré recibido mil novelas. Seguro que hay novelas buenísimas, pero no tengo tiempo para leérmelas todas. Al final descubres que tienen que alinearse los astros para que la persona adecuada reciba tu texto y suene la flauta.

¿Qué ha pasado con la arquitectura?

Que sigo en ella. Estoy al pie del cañón en mi profesión. En el mundo de la arquitectura hubo una crisis terrible y muchos arquitectos que tenemos estudio remamos con intensidad redoblada para mantenerlo a flote. Yo no he hecho un cambio de registro, mi estudio sigue abierto, tengo allí a mi socio, y seguro que ahora mismo está clavándole agujas al muñeco de vudú que tiene de mí.

¡Vaya panorama!

Ja, ja, ja? Tendría todas las razones del mundo para hacerlo. No es que le anime, pero es cierto que con esto de la promoción estoy, entre comillas, desatendiendo el estudio. Trabajo por cuenta propia y hay momentos en los que hay mucha intensidad de trabajo y también momentos en los que ves que se reduce. Yo sigo a lo mío. Siempre he simultaneado la arquitectura con escribir. Ha ocurrido que la novela ha tenido repercusión, pero no me he planteado abandonar la arquitectura.

¿Por qué escogió la capital de Ucrania como escenario de la novela?

Porque como país tiene una cosa muy singular. Esa Ucrania de mediados de los 80, pre perestroika, vive un momento interesante porque está ocurriendo la retirada del comunismo, y esa realidad política es como si se hubiera interiorizado en el metabolismo social. Yo lo seguí percibiendo en el 2011.

Ha pasado el tiempo desde la pre perestroika y de la perestroika. ¿Nostalgia?

Puede ser. Yo percibí en 2011 que hay gente que abrazó una idea y que después se ha quedado vendida y a contrapié sin ella. Salvando muchísimo las distancias, muchísimo, se podría hacer un paralelismo con la España de 1975, cuando Franco ya estaba embalsamado y aún se jugaba a la dictadura. Afortunadamente, estaba naciendo una democracia. En Ucrania pasa lo mismo en los 80: hay gente que juega a que el comunismo continúa y todo es un paisaje desolado y derruido. Es la realidad que quiere reflejar la novela.

La novela ofrece dos sensaciones diferentes y muy contradictorias: claustrofobia y luminosidad.

La historia pretende asomarse al interior de la vivienda y a esa intimidad que ocurre entre los dos protagonistas, Alexéi e Irina. Al mismo tiempo, presta atención a esa especie de héroe anónimo que en algunos momentos es Alexéi.

Un hombre que salva a una jovencita en apuros.

Más o menos. Pero no es un héroe modelo Superman; es un héroe que a veces tiene declives y momentos miserables. Es un hombre que tiene momentos de generosidad y momentos de quiebra. Al permanecer tanto tiempo la cámara puesta sobre la convivencia de estos personajes, de alguna manera, da tiempo a recoger todos los conflictos que van ocurriendo entre ambos. Es un relato de ese héroe que es frágil y débil, pero que intenta hacerlo lo mejor posible, como la abuela que con su pensión sostiene a sus hijos y a sus nietos, o como tantísimos personajes.

Una historia curiosa. Un profesor secuestra a una alumna a propuesta de la propia alumna. ¿Historia de paternalismo o relación a modo Lolita?

Algo interesante de la novela es pensar en la intimidad, en lo que ocurre detrás de cada ventana en esos lienzos de fachada infinitos de Kiev. Es interesante saber lo que ocurre en el piso de arriba de tu casa, detrás de la puerta del vecino del descansillo. Esa realidad, cuando la piensas abruptamente y desde un punto de vista unilateral, es un secuestro y algo profundamente reprobable, monstruoso y delictivo.

¿Pero?

Si te aproximas lo suficiente, ocurre que quizá no llegues a justificarlo, pero sí por lo menos a entenderlo. Cualquier suceso terrible, si lo miramos desde la distancia adecuada, puede ser comprensible.

¿Una corrección en las distancias es aplicable a cualquier situación?

Sí. Ahora hay muchas lecturas unilaterales, son lecturas casi de momentos Torrebruno. Creo que conviene mucho intentar buscar las distancias a partir de las que puedes empezar a entender las razones del otro.

¿Limar la intolerancia?

Por supuesto. Si buscas un lugar adecuado para mirar al otro, es posible que te des cuenta de los matices, de las circunstancias, y de que una cosa horrorosa se convierte en aceptable porque no hay alternativa mejor. Es la distancia la que deberíamos evaluar para observar con más ecuanimidad al otro.

¿Tiene pensada alguna otra historia?

Yo estoy enredando siempre. Ahora mismo tengo la mesa llena de diagramas de colores y de personajes. No sé si lo que tengo entre manos es una novela, pero sí que tengo historias que necesitan tiempo para desarrollarse. Sigo trabajando, ya veré por qué caminos me llevan las historias que tengo dentro.

¿Cómo lleva la vida de escritor?

No sé qué decir. Hasta ahora ha sido una vida anónima. Quizá tenga que decir que ha sido un contraste enorme pasar de escribir en casa con chándal y zapatillas a verme teniendo una entrevista contigo. Es algo increíble; lo de escribir era algo solitario que hacía robándole horas al sueño.

Si le gustaba escribir, ¿por qué se hizo arquitecto?

Hay muchos perfiles de arquitecto, y la mayoría de los que conozco es muy vocacional, gente que tenía padre o familia en el mundo de la arquitectura. Yo no tenía nada de eso. Estudié Arquitectura porque me parecía muy formativa: tenía dibujo, arte, matemáticas, cálculo? Es una carrera con una formación muy extensa y fue por lo que me decidí por ella.

PERSONAL

Edad: 45 años.

Lugar de nacimiento: Bilbao, pero a los siete años se trasladó con su familia a Madrid. Ahora viaja con frecuencia a la capital vizcaína, donde se siente un turista más.

Formación: Estudió Arquitectura y tiene un estudio en Madrid.

Trayectoria: Ha combinado su profesión con la literatura en distintos formatos. Ha escrito teatro y poesía antes de lanzarse a la novela. A finales de 2019 consiguió publicar su primer libro, Todo esto existe, uno de los que mejores críticas literarias está recibiendo en este comienzo de año. Es una historia intimista que se desarrolla en la capital ucraniana, Kiev. Antes de esta novela ya había conseguido quedar finalista en un certamen de jóvenes creadores con un poemario.