Gonzalo Giner lleva entre animales desde que acabó la carrera de Veterinaria. Nunca ha dejado su profesión, pero hace diecisiete años se dejó arrastrar por otra de sus pasiones, la escritura. Todos sus libros tienen animales y en todos son tan protagonistas como los humanos. Su última historia tiene la deforestación y sus consecuencias en la cuenca del río del Congo como temática central. Junto a tres mujeres de distintos ámbitos sociales y geográficos, los primates que viven en dicha selva introducen al lector en una denuncia sobre la destrucción de los hábitats naturales merced a la avaricia de los hombres. Gonzalo Giner ama el mundo animal en todos sus ámbitos, pero hay un sector, dice, que es su preferido y para el que no encuentra un argumento de novela: las vacas.

¿Cómo se dejó arrastrar por La bruma verde

Porque es un auténtico canto al conservacionismo. Es una aventura en el corazón verde de África, en la cuenca del río Congo, uno de los lugares más paradisiacos de la Tierra, donde tres mujeres, que son las protagonistas de esta novela, van a enfrentarse a una situación que afecta a todo el continente africano. Es una historia que tiene que ver con la deforestación masiva que se está perpetrando, con la destrucción de la selva.

¿Son mujeres de la tierra?

Cuando pensé en esta novela siempre quise que el perfil de la protagonista fuera el de una congoleña. Se llama Bineka y es una jovencita de dieciséis años, muy pequeña incluso de estatura. Ella tiene una mirada del color de la selva, verde, y es la que nos va ofrecer su visión. La segunda mujer es una cooperante que ha sido secuestrada, y hay una tercera, amiga de la cooperante y que ha ido al Congo en su ayuda, que es una alta ejecutiva de una operadora telefónica.

Perfiles muy diferentes para una zona que se escapa a la perspectiva occidental.

Se enfrentan a situaciones muy diferentes y cada una de ellas tiene una visión distinta de lo que hay. Como fondo hay un país exuberante y se producen un montón de aventuras alrededor de estas tres mujeres.

La selva, lo verde, todo muy bien, pero no imaginábamos un libro suyo sin la presencia, también protagonista, de los animales.

¡Cómo no va a haberlos! Siempre coloco animales en mis novelas y en La bruma verde no podían faltar. En la selva hay animales para elegir. Están las miradas de las tres mujeres, pero hay una cuarta sobre lo que ocurre en una selva como esta, que es la de los chimpancés. Los primates tienen una enorme participación en todo el relato. Con sus ojos nos van a contar cómo les afecta que desaparezca su medio de vida, su entorno, su hábitat€ Ellos son las víctimas de esta desforestación.

Se supone que los primates son los animales más fáciles de entender por parte del hombre.

A lo largo del relato hay situaciones divertidas. Vemos cómo son capaces de utilizar ciertas herramientas que los humanos conocemos perfectamente, cómo son capaces de jugar al engaño entre ellos para conseguir un fin... Hay un montón de cosas que podemos aprender de ellos. En La bruma verde los vamos a ver en la selva, en forma salvaje y en comunicación constante con una de las protagonistas, con Bineka.

¿Usted ha viajado al Congo para escribir este relato?

Estuve en la selva de un país vecino, pero no en el Congo. De hecho, hay una chica vasca, de Álava, Itsaso Vélez del Burgo, que está dirigiendo un centro de rehabilitación de primates en una región del Congo, he estado en contacto con ella y me aconsejó no ir porque era extremadamente peligroso. Pero iré.

Y el relato que hace no es lineal.

Esta es una novela de contrastes, y no solo entre sus protagonistas, que son muy diferentes, es que también es una tierra de contrastes. He dicho que es un lugar paradisiaco, pero también hay una violencia tremenda. Está la guerra por el coltán (mineral necesario para la fabricación de ciertas baterías), y allí la muerte es muy frecuente mientras que la vida no vale nada. No he ido, pero sí que tengo pensado viajar allí alguna vez.

¿Le gusta correr riesgos?

Los justos, pero no puedo soportar no conocer exactamente el escenario donde se desarrolla mi novela. Quienes sí conocen esos escenarios por donde discurre La bruma verde dicen que el relato está muy conseguido y eso me anima, pero no se me quitan las ganas de ir a comprobar qué es lo que ellos viven y respiran cuando están dentro de esa selva.

Combina su trabajo de veterinario con la escritura y ya lleva mucho tiempo en ambos oficios. Se hizo muy conocido con la novela El sanador de caballos

Y antes ya había escrito dos novelas. Es que creo que llevo en el oficio de escribir unos diecisiete años. Dentro de la escritura soy el loco que tiene un perfil un poco descolocado entre las letras y mi profesión de veterinario.

¿No ha tenido tentaciones de dejar el mundo de los animales?

No, sigo manteniendo ese otro lado de mi vida. Trabajo todos los días en el campo y sigo haciéndolo con vacuno, siempre con animales grandes. Esa es mi vocación y no la quiero abandonar. Es lo que me da energía para poder vivir. Lo otro también, pero yo soy mucho más veterinario que escritor.

¿De dónde saca tiempo para combinar dos actividades tan exigentes, teniendo en cuenta que los libros le exigen un tiempo de promoción?

Voy siempre mal, y cuando estoy metido con la promoción de una novela lo llevo fatal. Tengo problemas con mis clientes porque estoy incumpliendo horarios y programación de visitas. Lo llevo como puedo, pero algún cliente pierdo. Publico, más o menos, cada tres años, y el resto del tiempo escribo muy de madrugada. Mi ritmo normal es de 4.30 a 7.00 de la mañana, y luego me voy a trabajar. Como soy autónomo y puedo organizarme el tiempo, un día de la semana lo dedico solamente a escribir.

Pues es un ritmo que parece bastante inclemente.

Pero a mí me apasiona todo. Soy apasionado en todo lo que hago, o por lo menos lo intento. Me encanta escribir y me encanta ser veterinario, así que estiro el tiempo para que me dé de sí y poder llegar a todo con cierta sensación de desahogo.

Halcones, perros, caballos, primates€ De sus novelas no se escapa ni una especie. ¿Cuál es su animal preferido?

Ja, ja, ja€ Te vas a reír, pero es un animal que aún no he podido meter en las novelas: las vacas. Me fijo mucho en ellas y me encanta entender su comportamiento.

Aunque parecen aburridas: del pasto a la vaquería un día sí y otro también.

No lo creas. La comunicación entre animales y personas es muy sutil. Tienes que fijarte en muchas cosas: las orejas, los ojos, esas miradas que tienen y dicen muchas cosas, la rigidez del cuerpo y otros detalles. Todo te está trasladando sensaciones. Y las vacas también lo hacen. ¿No estás de acuerdo?

Nunca he intentado comunicarme con una. ¿Y por qué se le resisten las vacas en sus novelas?

Porque no encuentro un argumento bueno para meterlas en una novela, pero no desisto de hacerlo. Ya llegará el día en el que me surja una historia que esté rodeada de vacas.

Aunque mayoritariamente, a los demás solo les inspiren deseos gastronómicos a través de su leche y su carne. No las veo en una de sus aventuras literarias...

Pues estás equivocada. Las vacas tienen una vida muy curiosa. Por ejemplo, entre ellas cuchichean, y lo digo de verdad. Se cuentan sus cosas. Las hay envidiosas, hay algunas vacas que se ponen más agresivas cuando llega la hora de comer, las más fuertes intimidan a las otras para que no coman, se engañan entre ellas...

Casi parecen humanas en sus comportamientos negativos.

Ja, ja, ja€ La vida que hacen los animales en su sociabilización es sorprendente. Nosotros en la ciudad no tenemos tanta visibilidad sobre los animales. Puedes tener un perro o un gato en tu casa y solo socializará si lo llevas a la calle. Hay mil cosas por descubrir de los animales. Ellos son felices cuando están en comunidad.

¿Usted tiene perro?

Sí, tengo uno, un poco mayor ya porque tiene quince años. Es un beagle y cabezón como él solo. ¿Sabes que hay estudios para saber cuál es el grado de inteligencia que tienen los perros?

¿Y cómo se mide?

Se trata de saber cuántas veces necesita un perro recibir una orden para cumplirla. Mi perro, de 185 razas estudiadas, le puedes decir 90 veces que haga una cosa y no la acaba de pillar.

¿Se ha cogido un perro tonto?

No exactamente. No te hace caso, es terco y cabezón, pero tiene compensaciones por otro lado, como que es muy cariñoso.

Hemos humanizado a los perros. ¿No deben llevar vida de perros?

Estoy de acuerdo. El mío hace vida de perro, lo tengo fuera de casa, no vive con nosotros; tenemos una relación estupenda con él y nos vemos varias veces al día. También es cierto que tengo la suerte de tener una pequeña extensión de terreno y que él esté allí bien. Buscando algunas ausencias o querencias que uno tiene, llegamos a las mascotas. Es lógico que se tienda a humanizarlas, pero a veces por un exceso de cariño llegamos al maltrato animal.

¿Cómo se vive el campo en la era de la pandemia?

Para mí siempre ha sido muy agradable, porque allí no tengo despacho ni techo. Eso para mí es un valor. Los ganaderos están ya un poco más relajados. En marzo y en abril del año pasado fueron momentos muy difíciles. Yo llevo establos que pertenecen a empresas muy pequeñas, familiares, y había miedo al contagio. Ahora está todo mucho mejor y la situación en el campo es bastante más normal que en la ciudad.

¿Va en descenso la crianza de animales para consumo doméstico?

Está cambiando, pero en producción no hay descenso. Cada año tenemos mejores producciones y estamos dando un cambio importante en cuanto a exportación. España es el tercer país en exportación de carnes. Pero sí, hay una transformación y las ganaderías cada vez tienen más animales.

¿Nos podemos fiar de la carne que comemos?

Absolutamente, y lo digo con pleno conocimiento de causa. Tenemos uno de los mejores ratios de sanidad de todas las carnes, superando a otros países que aparentemente tienen más prestigio, y las crisis sanitarias son muy escasas. Puedo asegurar de los ganaderos que no solo hacen bien las cosas, garantizo que cada vez hay más sensibilización hacia trabajar aspectos como el bienestar animal. Cuando empecé, hace ya treinta años, no eran tan sensibles, pero ahora sí. E insisto, la calidad de la carne española es excelente.

Se habla mucho de cómo afecta el Covid a los animales.

Es un tema candente, pero no en el sentido de si un perro se contagia y luego contagia al humano. La deforestación de la selva, y la del Congo es el segundo pulmón del mundo después de la del Amazonas, está cambiando la relación del hombre y los animales. Ahora hay más transmisión de enfermedades del mundo animal, y como nos descuidemos esas transmisiones serán más numerosas. Pero ojo, estamos contagiando en las dos direcciones. También estamos contagiando nosotros a los animales.

¿Por qué se interesó por la deforestación en África?

Surgió por un viaje que hice a Tanzania hace doce años. Estuve con una tribu de masáis, que son ganaderos, y hablando con ellos como veterinario me di cuenta de que con cuatro consejos que les des, ellos pueden mejorar la capacidad de producción de los animales. Me quedé con esa experiencia y también estoy en deuda con la gente de este lugar. Y luego ya surgió otro conocimiento gracias a varias primatólogas.

PERSONAL

Edad: 58 años.

Lugar de nacimiento: Madrid.

Formación: Es veterinario de profesión y escritor de vocación. Ama a partes iguales sus dos inclinaciones y en cada una de sus novelas hay un animal que comparte protagonismo con sus personajes.

Trayectoria: Ha publicado La cuarta alianza (2005), El secreto de la logia (2007), El sanador de caballos (2008), El jinete del silencio (2011), Pacto de lealtad (2014), Las ventanas del cielo (2017) y ahora La bruma verde (2020). Como veterinario ejerce en el área de Castilla y León, aunque en el pasado también tuvo mucha relación con Navarra y Bizkaia. Trabaja controlando animales en vaquerías situadas en Segovia, Ávila, León y Salamanca.