La mayoría de los espectadores no tiene un trato habitual (ni inhabitual) con esos personajes que periódicamente se cuelan en los salones de sus casas para entretener, cotillear o informar, pero aún en el desconocimiento más absoluto de sus verdaderas personalidades, hay telefamosos que despiertan pasiones, y no siempre positivas. ¿Por qué caen tan mal a una gran mayoría Jorge Javier Vázquez, Belén Esteban o Ana Pastor? Estos tres nombres no dejan de ser ejemplos de una lista de profesionales que no se han ganado el cariño del público, aunque por razones diferentes.
Las redes sociales implementan unos sentimientos que tienen poco de racionales. Lo cierto es que televisión y redes son una combinación letal que hace que una serie de nombres oscilen, como si fueran valores de cotización en la bolsa de las pasiones, al alza o la baja. Que conste que muchos de ellos prefieren ser odiados a resultar indiferentes, porque la indiferencia da poco dinero y no resulta atractiva para los intereses de periodistas, presentadores y colaboradores de programas que quieren estar todo el día en el candelero. Lo de caer mejor o peor es subjetivo (según a quién), pero los que aquí citamos no son, precisamente, televisivos que suelan salir bien parados.
Carmen Borrego era la hija desconocida de María Teresa Campos. Durante años ha estado detrás de las cámaras, pero una vez decidida a explotar la fama materna se está desquitando y con ganas. No muestra ninguna amabilidad cuando habla, ha rentabilizado todos sus retoques estéticos, se ha metido a saco con compañeros tertulianos, y es irascible en ocasiones, lo mismo da que haya una cámara encendida o no. Desde las redes muchos de sus críticos se ponen las botas con ella y no para llamarla bonita. Va de plató en plató vendiendo frustraciones personales y ajenas.
Paulina Rubio colabora con programas musicales como La voz. Es una mujer muy pegada a sí misma que no duda en montar un follón y tener un berrinche si no se le presta atención. Utiliza la extravagancia como bandera para mantener una fama que va decreciendo.
Si alguien despierta resquemor, ese alguien se llama Ana Pastor. La presentadora de El objetivo no tiene pelos en la lengua, corta a sus entrevistados con brusquedad, es vehemente forzada y presa del personaje que se ha creado. Su actitud inquisitorial no gusta.
La princesa del pueblo (qué horror, que la llamen así conecta con el mito de la secular incultura española) ha ido perdiendo seguidores por el camino. No cae bien por casi todo: grita de forma endemoniada, ha vendido su alma, su vida, y hasta sus adicciones. Soez y sin estilo.
Le da lo mismo lo que digan: sabe que un día caerá de los platós de televisión y está dispuesta a sacar todo el provecho posible. Es tan transparente como lo son los vestidos que luce cuando da las campanadas, y en todos los sentidos. Una exitosa chica de barrio.
Es la reina del drama y su constante postura inquisitorial con sus invitados le llevan a colocarse en posiciones muy radicales que no sientan bien ni digiere la audiencia. En el juego de postureo de todos los que participan en Sálvame unas veces es informadora y en otras se convierte en noticia. Coquetea con la privacidad ajena y también con la propia. Un horror, como todo en su programa.
Jorge Javier levanta pasiones. Puede ser muy borde y también tierno, faceta que no desarrolla mucho en televisión. Le gusta estar en la cresta de la ola, situándose con estrategia en el ojo de huracán, pero una vez ahí puede ser despótico. Ha soportado carros y carretas para llegar a una situación de privilegio económico, pero se presta a todo lo que diga Vasile. Escribe libros, hace teatro y cuando le da el siroco se desnuda, y es literal, en sus redes sociales. En algunas entrevistas llora sus males de amor y busca la comprensión de su audiencia. Un tipo digno de estudio psicológico, con excesivo poder en una parcela desagradable y que malexplota
Es la hijísima. Rocío Carrasco cae bien a poca gente, y quitando a las Campos quedan pocos que miren con cariño a esta mujer hierática que se ha apartado de toda su familia. Sin entrar en muchos detalles, el enemigo siempre lo ha tenido en casa: su padrastro, su madrastra, sus hijos, su ex, sus tíos, sus primos€ Quizá por eso, quienes la ven desde fuera tampoco muestran simpatía por ella.
Pablo Motos se ha convertido en un gran divo. Es otro que se cree gracioso haciendo preguntas que ponen a los invitados en situaciones comprometidas e incómodas, con muchas que rezuman machismo. Le gusta ir de antipático y sabelotodo. Cada nueva temporada se aleja más del Pablo divertido de sus inicios. Cae mal a mucha gente, pero no le importa: tiene éxito y hace cajita.
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