Actuará el viernes 1 de diciembre en Zentral, dentro de los conciertos con los que la sala celebrará su noveno aniversario.

Si todavía queda alguien que no conozca a Samantha Hudson, ¿cómo se presentaría?

Mmmm… Tirando de actualidad, diría que soy la ganadora del EMA 2023 a la mejor artista española (risas). Pero creo que ni siquiera esa etiqueta tan grandilocuente alcanzaría a definir la totalidad de Samantha Hudson. No me atrevería a definirme en pocas palabras. Hace falta un poco de experiencia en directo, creo que soy una chica que se entiende mejor en vivo. Si alguien no me conoce, le invitaría a un concierto de esta gira, AOVE Black Label.

En su música, ¿el arte al servicio de la transgresión? ¿O es la transgresión la que está al servicio del arte? 

Creo que cada vez que transgredo algo, aunque no sea intencionadamente, lo hago de manera artística. Y al mismo tiempo, cada vez que me esfuerzo en desarrollar mi arte, acabo trasgrediendo. Son conceptos que van de la mano. Es cierto que también se puede hacer un arte meramente visual, más frívolo, pero, aunque me empeñe en hacer algo vacío y desprovisto de contenido, al final siempre acabo pareciendo un statement político. Diría que, en mi caso particular, las dos cosas son en esencia lo mismo.

Despierta reacciones encontradas, mucho amor y mucho odio. ¿Eso le abruma?

No. Puedo presumir de tener más personas a favor que en contra, tanto cuantitativa como cualitativamente. Al final me enfrento a muchos filofascistas en Twitter, muchos detractores, colectivos de feministas que piensan que estoy parodiando a la mujer… Es mi pan de cada día, pero no les presto ninguna atención. Me parecen críticas vacías que no van a ningún sitio. No está hecha la miel para la boca del asno. En definitiva, siempre he hecho lo que me apetecía. Antes de despuntar, ya me sentía una super estrella; ahora lo único que ha cambiado es que cada vez hay más gente que está de acuerdo con esa afirmación. Pero siempre he tenido muy claro que estoy sola contra el mundo, hasta el día que me muera.

¿Realmente se siente así, sola contra el mundo? ¿No tiene el apoyo de otros artistas?

Bueno, tampoco soy una ermitaña solitaria. Me refería más bien a que estoy dispuesta a pasarle por encima a cualquier persona que yo considere que atenta contra mis valores y mi integridad moral y física. Me siento acompañada, estoy muy bien rodeada. Valoro muchísimo a todas mis amigas, a mi familia… Sé que comparto público con artistas como Natalia Lacunza, Belén Aguilera, Amaia… Contra todo pronóstico, comparto muchísimo público con Amaia. Tenemos una canción juntas y cuando me invitó a cantar al Wizink Center, la gente se volvió loca. Supongo que esperarían que saliera Aitana, pero salió Samantha Hudson, que creo que fue un momento un pelín más icónico (risas). Hablaba más de que creo que soy por encima del resto y de cualquier cosa que se me ponga delante. Si me tengo que cargar a mi mejor amiga, a mis padres porque de pronto se vuelven restrictivos o no me dejan desarrollarme de la manera que yo creo que es conveniente, a pesar de que eso no interfiera en sus planes personales, no voy a tener ningún tipo de pudor. Por encima de todo voy a tener respeto hacia mí misma, independientemente de los demás.

Menciona a artistas navarras como Amaia o Natalia Lacunza. He leído que también en su adolescencia fue muy fan de Marea, cuyo estilo, en principio, está más alejado del suyo.

Tampoco me atrevería a decir que soy muy fan, pero sí que los escuché mucho de pequeña. A veces da la sensación de que, cuando formas parte de un grupo, te tienen que gustar solo cosas del nicho. Aunque no lo parezca, soy una chica con gustos variados y diversos. Tengo bastante cultura musical. He escuchado Marea, Extremoduro, rock, metal, power metal, pop, r’n’b, hip hop, bossa nova… No solo escucho Yurena y Backstreet Boys (risas). 

Dice que en su infancia busco a Dios, pero luego rompió con él. Ha tenido sonadas polémicas con la iglesia católica y dice que ha practicado el paganismo. ¿Le interesa la religiosidad, la espiritualidad? Su música parece enfocarse más hacia el hedonismo.

Soy una chica muy pragmática, pero también me considero bastante creyente. No profeso ninguna religión concreta, pero siempre contemplo el mundo desde un prisma no demasiado terrenal. Mi religión es la poesía y mi religión soy yo misma. Formo parte de un culto al que cada vez se están sumando más personas, el “samanthismo”. Con lo que respecta a la espiritualidad, la gira AOVE Black Label es, en esencia, una liturgia, tanto a nivel de puesta en escena, como la música, con esos bombos que retumban, esos tambores tribales, un organillo como de iglesia… Y la gente, que acude a los conciertos vestida con toda su lujuria. El modelo es básicamente una señora que se pone su traje de falda y chaqueta y que acude a misa el domingo para escuchar el sermón del cura. Yo no soy otra cosa que una mesías con unas piernas de escándalo y un pelo rubio que refleja todos los rayos que desprende el sol cada mañana. 

Su nuevo epé, AOVE, remite al sonido de las raves y de la ruta del bakalao. 

La inspiración es la ruta destroy, la contracultura de los clubs de los noventa, toda la música máquina, esa escena que ahora está resurgiendo y que tiene que ver con el polígono, el parking, el botellón, el mañaneo… Como la vida misma, todo esto es cíclico y ahora vuelve a estar de actualidad y yo soy partícipe de ello, sobre todo en Madrid, donde acudo a fiestas de electrónica, clubs que se ponen de moda… He participado de esa escena y me apetecía inspirarme en ella. Buscaba algo menos contundente, menos irreverente, al menos de manera explícita. He abandonado ese teatro de lo esperpéntico, ese show de varietés que caracterizaba mi puesta en escena hasta ahora. Ahora hago una música, como has dicho antes, bastante hedonista. En algunos textos hay alguna metáfora, pero básicamente es un epé construido para que te vaya el corazón a mil revoluciones. 

Imagino que la gira jugará con los mismos conceptos. 

La gira, AOVE Black Label, para mí es una liturgia electrónica, te genera una experiencia de club, una rave improvisada, aunque en realidad esté muy pensada, porque la preproducción nos ha costado lo nuestro. Es una experiencia. El otro día, en un programa de radio, una chica que era pastora de ovejas me dijo que este era el ritmo al que debería cambiar el mundo. Me pareció una idea buenísima, y verdaderamente es así, porque vas a los conciertos y ves a la gente más moderna, más disidente, más rara, las niñas más trans, las personas que juegan más con los paradigmas del género… Una juventud y unas generaciones pasadas, las abuelas con sus nietos, un mariquitilla de cuarenta años que ha venido porque es super fan… Se reúne allí una marabunta de personas increíbles. Yo estoy arriba y lo veo todo, aunque tengo miopía, pero, cuando se encienden los focos, miro al público y tengo la sensación de que estoy viendo al futuro que importa de este país.