'TERCER CIELO'

Intérpretes: Rocío Márquez, cantaora. Santiago Gonzalo, Bronquio, mesa de mezclas. Dirección: E. Rodríguez y J. D. Martín. Programación: Ciclo 'Cartografías de la Música' del MUN. Fecha: 10 de marzo de 2023. Público: Lleno (18 y 20 euros).

Para los que tenemos cierta edad y afición al flamenco, lo propio, ante el cante, es el cantaor o cantaora en la silla de enea y el buen guitarrista al lado. Ya desde hace bastante tiempo, hemos admitido diversidad de instrumentos y percusiones en el acompañamiento. Bien. Hoy asistimos, en este atrevido ciclo de Cartografías de la Música, a un salto más en la experimentación y fusión del flamenco con, quizás, lo más extremo del acompañamiento, lo techno. 

Al principio del espectáculo, para éste espectador curioso pero un tanto clásico, me preocupó que la voz clara, y, a la vez de textura morena y siempre con profundidad en el cantar, se viera enturbiada por ese mar de fondo de sonidos extraños, que parecían, por momentos, luchar con la pureza de líneas de la cantaora. Pero lo cierto es que, a medida que avanza la función, todo lo de la mesa de mezclas de Bronquio, esta muy trabajado y estudiado, aportando ritmos y planos sonoros francamente originales, a los que la cantaora, sin renunciar a su fraseo y sentimiento, se va adaptando, logrando, en conjunto, un resultado sonoro muy rico, donde lo más incisivo de la percusión convive con atmósferas etéreas que ayudaban a la voz. 

Tercer cielo, titulan la propuesta. Y, ciertamente, han creado un espacio sonoro propio y distinto, donde, como ellos dicen, los contrarios se han dado la mano. En el escenario se entienden el creador jerezano, con su mesa y ordenador, -sin demasiado alarde de cableados-, y la cantaora, con mucho respeto de aquel por ésta. Rocío se pasea solemne por la escena, recurre a un bien elegido vestuario y a alguna imagen, como la de subirse a la mesa, para dar un poco de movimiento escénico al conjunto, pero lo esencial, claro, está en la voz. Márquez es un alivio de agua clara entre las abundantes voces que –sin quitarles su mérito- abusan del rajo en la voz. Es muy flamenca, sus “melismas” son sorprendentes, adornados, infinitos, convincentes, emocionantes. También la naturalidad de las canciones más populares: “este galapaguito no tiene madre…”, o el garrotín. Y la poesía que despliega con su cuerpo cuando canta esas letras tan maravillosas del flamenco: “por recoger tu huella / ha caído la nieve / sobre la acera”. Rocío Márquez no sólo sobrevive –vocalmente- a la avalancha preparada por Santiago, sino que toda esa rítmica –que nos hace bailar discretamente en la butaca- queda humanizada.

Por su parte Bronquio, que, en algún momento, hace dúo con la cantaora, ofrece, en su muestrario de música grabada, un gran conocimiento del repertorio flamenco (rumba, tango, garrotín, milonga, soleá, seguiriya…) que camufla estupendamente en su propuesta techno, con un resultado de sólida orquesta de fondo, en su estilo. En fin, todo esto es mucho más que un karaoke bien preparado. Es una creación de dos artista que, en principio, parecen muy alejados, en músicas y figura: la elegancia de ella y los desgarbados vaqueros de él, por ejemplo; pero que, acaban entendiéndose y ofreciéndonos algo que, por lo menos, en esta ocasión, entusiasmó a un público que abarrotó el teatro.