El periodista y autor del libro La España de las piscinas, Jorge Dioni, analiza cómo el urbanismo altera nuestras prioridades políticas y cómo la sostenibilidad puede transformar la mentalidad de las personas.

En su libro habla con frecuencia de los modelos PAU y ha denominado a las familias que viven allí los ‘pauers’. ¿Quiénes son exactamente y por qué considera que marcan diferencia en la sociedad?

PAU son las siglas de Programa de Actuación Urbanística y es una herramienta que pueden usar los municipios para urbanizar grandes extensiones de terreno, barrios completos. Es un recurso que se ha dado en ciertos lugares, como la Comunidad de Madrid, Alicante o Vitoria. Permite una visión más general de la planificación: distribuir los usos o impedir que haya zonas mordidas. Es decir, facilita la expropiación de alguien que no quiera vender. Por un lado, es una herramienta que sirve para que haya mucho suelo disponible para edificar, que es la cuestión que habitualmente se nos dice que es problemática en el acceso a la vivienda. No es cierto y sorprende poco que el efecto que provocan no es la bajada de precio.

Además, tras la recalificación, se constituye la Junta de Compensación, que es el sindicato de propietarios de suelo. Están encargados de urbanizar la zona, pero esta herramienta colectiva también permite un mayor control sobre el calendario de construcción y, sobre todo, hacer fuerza frente a la posibilidad de que alguna administración quiera intervenir. Es decir, es un modelo que hipoteca el crecimiento de la ciudad. Lo elegí porque vivo en uno de ellos y porque PAUers me sonaba bien. Así se tituló durante meses el borrador del manuscrito hasta que los editores me indicaron que PAU era algo muy ceñido a Madrid.

¿Considera que hay un compromiso institucional con la ciudadanía para reorientar la Estrategia Territorial de Navarra?

Como zamorano, no me atrevo a hablar en profundidad de la ETN, pero sí sé que la Comunidad Foral tiene un proceso de concentración de población en el área urbana de la Pamplona y un problema de acceso a la vivienda en la propia ciudad. Hace unos meses, estuve en unas jornadas en Tudela y se presentó un estudio sobre cómo la Ribera sufre un problema de envejecimiento y pérdida de población. Es algo habitual en casi todo el mundo.

Las oportunidades se concentran en las ciudades, pero estas son muy caras, así que la población se acumula en las áreas urbanas. Esto provoca problemas de movilidad, ya que son espacios muy grandes para los planes de transporte público. Creo que es muy complicado afrontar estrategias territoriales sin algún tipo de intervención, directa o indirecta, en el mercado de la vivienda. La ciudad es un producto cada vez más caro y pide dinero o tiempo.

Usted defiende que el urbanismo altera nuestras prioridades políticas. ¿Cree que el urbanismo sostenible también cambiará la mentalidad de las personas?

Aquí hay una cuestión importante: huir de la responsabilidad individual. O, al menos, huir de la responsabilidad individual como único factor. Hace décadas que existen informes sobre la insostenibilidad del urbanismo disperso por diversos factores, además del uso del coche.

Hay que plantear alternativas que huyan del enfrentamiento en el último eslabón de la cadena: coche sí o no. Hay que recorrer todos los pasos que van hasta la decisión final de una persona que, probablemente, no tenga más alternativa que el vehículo privado para estructurar su rutina. Una de las cuestiones centrales del libro es evitar el juicio sobre el comportamiento personal y analizar el contexto en el que este se produce. Si se usa el coche es que hay un modelo urbanístico, social y económico que lo promueve.

Es evidente que se tienen que producir cambios porque los recursos son limitados y estamos llegando a un nivel de saturación. El caso más claro es la movilidad privada. Sin embargo, insisto en que será muy complicado que el cambio se produzca por la actitud personal porque hay un contexto general y no se puede pedir a miles de personas que tengan una actitud heroica y se enfrenten todos los días a una estructura hostil. Hacen falta cambios en la movilidad que tienen que comenzar por la consideración de qué es una ciudad y qué es una vivienda. Una vez que se modifique eso, la mentalidad también evolucionará.