Ya va mediado el invierno y comenzamos a salir de una fuerte ola de frío, aunque en cualquier momento puede venir otra. Además de abrigarse durante el día, son muchos los que han puesto una manta extra en la cama para protegerse de la bajada de temperatura. De igual manera, cuando llegue la primavera dentro de unos pocos meses invertiremos el camino y al lecho se le irán retirando capas a medida que el termómetro se estabilice en cifras más templadas.

Si esto lo hacemos con nosotros, ¿nos acordamos de hacerlo también con nuestro gato o nuestro perro? Cuando llegan a casa se les compra una cama, la que nos parece que mejor se va a acomodar a sus características. Mientras conserve su integridad la mantenemos, pero a menudo se nos olvidada que aunque el perro o el gato no cambien (ya en la edad adulta), sí lo hacen las condiciones ambientales a lo largo del año, con el paso de las estaciones.

Los gatos buscan los cobijos más recogidos para dormir sintiéndose seguros. Freepik

Esta puede ser la razón por la que la calidad de su sueño no sea la mejor. También puede ser el motivo por el que cambia de dormidero.

Cada estación debe tener su propia cama, una de verano y otra de invierno. Igual que muchos colchones de los que usan los humanos tiene un lado para verano y otro para invierno, por lo que cada seis meses es recomendable voltearlos.

En principio, las camas de verano son más ventiladas, fabricadas con materiales más frescos y resistentes al agua, mientras que las de invierno son nos mas recogidas para mantener el calor y de materiales mas gruesos. También hay que plantearse la posibilidad de cambiar el sitio en el que se coloque la cama según la época del año.

A tener en cuenta

Pero esto solo es el primer paso, ya que también hay que atender a las características concretas de nuestra mascota, como pueden ser el pelo, su grosor y su longitud; el peso del animal, su edad y su estado de salud.

Estos son algunos aspectos que debemos tener en cuenta para elegir la cama más adecuada para que sus noches sean más reparadoras en cada estación.

  • Atentos a los ritmos de la temperatura. De la misma manera que nosotros ponemos y quitamos ropa de la cama o nos ponemos un pijama u otro, con ellos debemos hacer lo mismo y ofrecerles lo que vaya haciendo falta, una cama más fresca o mas abrigada, una manta bajo la que meterse o mover el colchó de una habitación más fresca a otra mas protegida.
  • El tipo de pelaje. Las mascotas que cuenten con una abundante capa de pelo no necesitarán tanto cobijo como otras de menos pelo. Por esta razón, no habrá que facilitarse la misma cama, las segundas necesitarán una que les ayude a mantener la temperatura y les aísle más del aire frío, como puede ser una bien acolchada y lo más cerrada posible, en invierno. En verano, a los más peludos, por el contrario, la cama debe ser lo más abierta y ventilada posible.

La cama o el colchón elegido deben ser adecuados para el tamaño del animal. Freepik

  • El tamaño del animal. Un perro de talla grande puede tener más reservas de grasa que le ayuden a aislarse del frío que uno pequeño o un cachorro. Lo mismo sucede con los gatos. Por ello, la cama no debe ser la misma. A ello hay que unir que la talla de la cama debe ajustarse al tamaño del animal para que entre de forma cómoda.
  • La edad y la salud. La edad es un factor importante ya que los perros y gatos sénior suelen tener más achaques que los jóvenes y por lo tanto ser más vulnerables a determinadas enfermedades que les pueden complicar la vida, especialmente en invierno. Saber si son alérgicos a algún material es un dato importante a la hora de elegir la cama.
  • Las características de la vivienda. De entrada hay que tener en cuenta si duermen dentro o fuera de la vivienda. También si el sitio elegido dentro es interior o exterior. Si está cerca de un punto de calor como un radiador o cerca de una ventana.

Está claro que sí hay cambiar las camas de nuestras mascotas, lo necesitan para descansar mejor. Lo hacemos por nosotros, es lógico hacerlo por ellos.