Después de más de 2.000 años enterrada en el monte Irulegi, Carmen Usúa Saavedra fue una de las primeras personas que tuvo en sus manos la pieza que ha cambiado el conocimiento de la historia de la lengua vasca y de los vascones. Licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, especializada en Restauración del Patrimonio y propietaria de la empresa Artus, Usúa fue la primera persona en reparar que aquella pieza de cobre era algo más que un conjunto de metales milenarios y tenía una inscripción.

Usted tiene 30 años de experiencia en este sector. ¿Es habitual encontrar textos de este calado en piezas a restaurar?

– Estaba empezando a limpiar la pieza cuando reparé que había una repetición, que había un texto grande. Me paré y me dije que aquí tenía trabajo para días (bromea). He trabajado con piezas de excavaciones como el Hombre de Loizu o los Mencos de Tafalla pero nunca he visto nada igual. Encontrar la mano ha sido encontrar la aguja en el pajar. Irulegi da piezas maravillosas, tanto metálicas como cerámicas, pero esto es un regalo.

¿Cómo llega hasta usted la Mano de Irulegi?

– Este es el tercer año que intervengo en piezas de Irulegi. Son lotes sobre los que el Gobierno de Navarra hace un estudio de las piezas importantes que pueden aportar información del yacimiento (flechas incendiarias, monedas..) y el año pasado, entró esta pieza. Pero en la anotación, la mano estaba registrada como un adorno o aplique de un casco, lo que conocemos como peineta. Yo hice mi propuesta de intervención y empecé a trabajar en la mano.

¿Cuándo le llegó la pieza?

– A mí me dan la pieza a mediados de enero. Y esta es una de las primeras que cojo. Empecé por las monedas porque les gusta datar bien los estratos en los que se encuentran. Y una vez las tengo estabilizadas sigo con las demás.

¿Cómo son los primeros pasos en la restauración de una pieza arqueológica?

– Todas las piezas se registran fotográficamente antes de intervenir con la etiqueta de excavación, cuando están sucias de tierra. Para que no se pierda la identificación. Y una vez están registradas es cuando comienzo la limpieza. Es una pieza muy delgada, muy frágil, y empiezo con una visión genera (con gafas binoculares) y empiezo a retirar la tierra. Como es tan fina empiezo con pequeños hisopos con disolventes de evaporación rápida, porque no quiero aportar una humedad excesiva. Poco a poco veo que hay puntos, en un primer momento pienso que son puntos de corrosión activa, pero cuando sigo, siempre avanzo de arriba hacia abajo y no de izquierda a derecha, veo que se repiten. Veo que tienen un patrón y que la pieza está decorada. Puedo ver que son cuatro líneas, repetitivas, y que son letras ibéricas. En este momento yo paro la limpieza y notifico a los técnicos.

“Los jóvenes que han excavado la mano han hallado la aguja en el pajar. Irulegi da unas piezas maravillosas”

¿Tuvo que aplazar la limpieza?

– Notifiqué que la limpieza de esta pieza debía ir más despacio de lo previsto. Recibo el visto bueno para seguir limpiando lentamente hasta que se pueda interpretar el texto. De hecho, si ve la pieza, está a medio tratar. Le falta limpiar sedimentos y consolidación, inhibición metálica y protección final. Esto se hará cuando la mano haya pasado por todos los estudios pertinentes. Al ser una pieza con una capa tan delgada de pátina y con alto grado de corrosión, mi problema era interferir en cualquier letra. Si un punto está cercano a un cráter de corrosión y yo la limpio de más, ya estoy modificando ese punto.

¿Había riesgo de que borrara los puntos, de igualarlo a la corrosión?

– Exacto. Entonces ya toda la limpieza fue más lenta y con lupa binocular. Yo tenía claro que los puntos iban a estar colmatados y sin limpiar. Quité todo el sedimento que cubría la mano y paré. Mi preocupación era añadir cualquier químico que distorsionara cualquier analítica que se hiciera después, y sobre todo, que se pudiera malinterpretar cualquier otro análisis posterior. Una vez que veo que hay una inscripción necesito saber que esa pátina es continua. Por eso libero solo dos puntos y veo que la pátina sigue en toda la pieza.

¿Qué le parece el trabajo que ha realizado el equipo de Aranzadi en Irulegi?

– Es muy importante destacar que este equipo, que está muy bien formado, haya respetado la importancia de no tocar la pieza hasta que llegue al depósito arqueológico y el equipo de laboratorio haya decidido qué hacer con ella. Muchas veces lo que te pide el cuerpo en una excavación es frotar la pieza. Si eso se hubiera hecho, con el estado de conservación de la pieza se hubieran llevado toda la inscripción. La metieron en una bolsa perforada para que fuera perdiendo la humedad gradualmente y no iniciara un proceso de corrosión mayor, la llevaron a la sala controlada y la tocó un restaurador. El tratamiento que recibió la pieza fue impecable. Por eso quiero insistir en lo bien que ha funcionado este equipo, porque ha primado la conservación de la pieza y ha vencido a su curiosidad.

“Si en la excavación hubieran frotado la pieza, con su estado de conservación, se hubieran eliminado prácticamente toda la inscripción”

¿Tan delicada es la pieza?

– La pátina es algo que se forma en la pieza con el paso los siglos, y es a costa del propio metal. En la tierra pierde sus propiedades, se va mineralizando porque es un conglomerado artificial de minerales hecho por el hombre. Cuando están enterrados y les afecta la humedad, los minerales empiezan a desunirse, vuelven a ser minerales. En esa desunión surge la pátina que vemos en las esculturas antiguas. Esa pátina protege al propio metal. Entonces llega a un equilibrio en la tierra, pero en el momento en el que se saca el metal de la tierra, el proceso de corrosión se acelera. Y en ese momento hay que llevarlo al laboratorio, porque si el metal entra en contacto con algún otro objeto es susceptible de que se borre la inscripción.

¿Cual ha sido el momento más delicado de la restauración?

– Lo más delicado es ser lo suficiente mente suave en la limpieza de cada uno de los puntos para no modificar el punto adyacente de escritura.

¿Cómo se ha conservado la pieza desde que fue encontrada en el verano de 2021?

– El Depósito Arqueológico tiene una sala especial, hermética y cerrada, donde se custodian todos los metales arqueológicos. Tiene una temperatura y una humedad controlada para que no haya un shock térmico tras la excavación y permanezcan estables.

En más de un año ha planeado sobre la Mano de Irulegi una cadena de custodia que la ha protegido. ¿Cómo ha sido trabajar inmersa en ella.

– Yo he trabajado en todo momento en el laboratorio del depósito arqueológico, porque el Gobierno de Navarra no pierde la custodia de sus piezas en ningún momento. Cada día yo me instalaba, me entregaban la pieza y al acabar devolvía para que la introdujeran en la sala controlada. Todas las piezas metálicas que llegan de cualquier yacimiento pasan a esta sala controlada hasta que les toca el momento de restauración. Las piezas no salen del almacén de arqueología, y cuando ha sido necesario llevarlas a analizar, van acompañadas de técnicos.

¿Llegados a este punto, qué otros tratamientos o medidas de conservación necesita ahora la Mano de Irulegi?

– Tenemos que profundizar en la limpieza y tenemos que valorar si limpiar los puntos o dejarlos así para facilitar la lectura. También hay que estabilizar la corrosión, eliminando los cloruros y protegerlo del exterior. Para su exhibición necesitará ser conservada en una vitrina, con la temperatura y humedad controladas.