Los pastores son los guardianes de la naturaleza. Así lo siente la familia Iriarte Nuin, que siempre ha tenido una relación especial con los bosques.

Hace más de 100 años, allá por 1908, el navarro Veremundo se marchó de Lezaun para instalarse en Esparza, donde inició el oficio de pastor en el pueblo. Allí formó una familia con Margarita, con la que crió a siete hijos. José, Víctor, Miguel Ángel y Patxi eran los que se encargaban de llevar al monte a las ovejas. Ya desde pequeñitos, Veremundo les mandaba al campo y les enseñaba a cuidar rebaños en pueblos vecinos. El oficio de pastor y el amor por la naturaleza fue el gran legado que les dejó.

Margarita, junto a sus hijas María Ignacia, Pruden y Sole, formaba la otra parte del gran equipo. Ellas gestionaban los recursos, se encargaban de que siempre hubiera un puchero con comida en la mesa y otro de leche cocida en el fuego, y siempre cuidaban de la familia con un cariño inmenso. Además, ellas se encargaban de limpiar los menudos y venderlos en Pamplona. Con el dinero que ganaban tras la venta, compraban comida para llevar a casa. El legado que Margarita dejó a sus hijas fue el de las mujeres valientes de corazón.

Homenaje

El pasado domingo los hermanos Patxi y José Iriarte Nuin fueron homenajeados, después de toda una vida dedicándose al pastoreo. En un acto organizado por familiares y amigos, todos quisieron recordar la historia de ambos.

A sus 90 años, José ha recorrido media Navarra y son muchos los pueblos que le han marcado. Belzunze, Navaz, la Sierra Andía, Oteiza, Las bordas de Uterga, la Bardena... son incontables los lugares que han dejado huella en su corazón. Aunque se jubiló hace tiempo y su hermano Patxi cogió el relevo, el pastoreo y la naturaleza siempre guiarán sus pasos.

Después de toda su vida trabajando en una carnicería junto a su mujer y sus hermanas, Patxi pensó que seguir con las ovejas que dejaba su hermano mayor era una buena idea para no acabar con la tradición familiar. Amante del euskera y de las dantzas, a sus 77 años el monte sigue siendo su lugar favorito.

En el acto, sus amigos y familiares les entregaron flores, un bastón de compañía para que sigan caminando y una txapela, y aunque ninguno de los dos está preocupado por no poder continuar con esta tradición familiar, están orgullosos de las futuras generaciones. “Se cierra un ciclo en la historia de nuestra familia, por eso queríamos hacer un homenaje especial”, explica Mónika Bidegain Iriarte, sobrina de José y Patxi.

Lo cierto es que los pastores son el alma de los pueblos. Saben de árboles, de plantas, de animales, de caminos, de parajes, de tradiciones antiguas, de historias. El pastor siente pasión por el campo y lo abraza en todas sus formas, en los días soleados de verano, donde lo importante es buscar una sombra, y en los días fríos de invierno, en los que es necesario buscar cobijo del viento. Los pastores conocen los valores imprescindibles para vivir en armonía con el entorno que les rodea, y ese es el mayor aprendizaje que se llevan los hermanos Patxi y José. “Ser pastor es una forma de vida. Es dedicación, entrega y disfrute”, expresa su sobrina Mónika.

Con emotividad y el cariño de todo el pueblo, José y Patxi se despidieron del pastoreo después de décadas. Y es que, si algo ha aprendido la familia Iriarte Nuin a lo largo de estos años es a cuidar el campo y a amar la tierra.