No hacia falta que viniera Juan Roig, presidente y principal accionista de Mercadona, para decirnos que han “subido una burrada los precios”. Ofende escucharle hablar así, justificando el incremento mientras desglosa los beneficios obtenidos por la marca, 718 millones de euros en 2022, lo que supone un 5 % más que en el ejercicio anterior; vamos que lo que han subido una burrada son sus beneficios. Esto en un contexto en el que para el ciudadano medio la cesta de la compra se ha convertido ya en un lujo al que solo puede hacer frente a base de renuncias, de quitar productos de primera necesidad y optar por una alimentación más asequible pero más insana. Comprar productos de calidad, optar por lo local, por el kilómetro cero, con una dieta variada que introduzca carne y pescado al menos un día, con verduras y frutas frescas debería estar al alcance de todas las personas, pero no lo está, ni de lejos. Con una subida media de un 15% en el último año, que en algunos productos básicos como el aceite o los huevos es el doble, mientras los sueldos apenas se incrementan y el coste de la vida se dispara por la subida del gas, el euribor, etc, comer sigue siendo algo vital a lo que no se puede renunciar. Se adoptaron medidas, como la bajada del IVA de productos básicos, que no acaban de repercutir en el bolsillo del consumidor. Igual es hora de mirar a la vecina Francia, con su acuerdo antiinflación con las principales cadenas distribuidoras para que ofrezcan una cesta de productos básicos al precio más bajo posible y que ellas asuman el coste de esa rebaja. Con menos beneficios se puede vivir, sin comer no.