Dicen que la política es el arte de lo posible. Primero Sánchez sudó la gota gorda para lograr ser presidente, entre otros, con el apoyo de EH Bildu. Después, y precisamente gracias a ese acuerdo, se ha llevado de ministra de Seguridad Social e Inmigración a Elma Saiz, que era la portavoz socialista en Pamplona y que ya anunció en junio que no iba a dar la Alcaldía ni a Asiron ni a Ibarrola. No sabemos si tenía previsto de antemano la que fuera ex consejera de Hacienda, delegada del Gobierno, y mano derecha de Chivite, dar el salto a Madrid si ganaba Sánchez.

En todo caso la persona que le sustituya, sin otros compromisos electorales, podría ejecutar la moción de censura en Pamplona con un camino allanado. Una operación en la que Sánchez ya arriesga menos tras sacar adelante la ley de amnistía y el pacto de investidura con las fuerzas nacionalistas. Seguramente Chivite podría perder el apoyo parlamentario de EH Bildu si no hay cambios en Iruña. Veo difícil que se deje seducir de nuevo por UPN que votó en contra de la investidura de Sánchez. Un acuerdo programático entre el PSN con Bildu (vivienda, euskera, movilidad, barrios...) -mayoritario dentro de la oposición, Geroa Bai y Contigo Zurekin sería un paso adelante. Bloquear la gestión de Iruña y buscar alianzas puntuales con UPN no parece el camino más acertado.

Pamplona no puede seguir otros cuatro años sin presupuestos, con una ciudad paralizada, problemas de acceso a la vivienda y proyectos empantanados. Un nuevo gobierno para una ciudad plural tendría a mi juicio dos ejes claves y simbólicos: tirar o transformar los Caídos, y vertebrar los barrios, los nuevos y los viejos, con un Paseo de Sarasate reformado.