Llega a la gran pantalla Nina, que podríamos definir como la crónica de un señoricidio anunciado, utilizando el término acuñado por la periodista y feminista Irantzu Varela.

Una mujer herida y sangrante vuelve a su pueblo después de 30 años, con una escopeta, para cargarse al repelente tío que la sedujo y abusó de ella cuando tenía 15 años.

La actriz Patricia López Arnaiz da vida magistralmente a esta Nina destrozada que se rearma, nunca mejor dicho, para llevar a cabo su objetivo.

Es la segunda película de la directora pamplonesa Andrea Jaurrieta y en ella plantea una idea muy interesante que es por qué una mujer no puede sentir ira y sed de venganza hasta sus últimas consecuencias. Como en los westerns clásicos, pero en chica. Esto, sin embargo, no quiere decir que Nina sea una heroína perfecta, una super-woman fría y calculadora que todo lo puede. Nina es una mujer corriente, que guarda las compresas y la cartera en el mismo bolso enorme donde lleva la escopeta, pero que, llegado el momento, tiene el arrojo de transformase para hacer lo que cree que es justo. Y lo hace delante de todo ese pueblo que no dijo ni hizo nada frente al infierno que vivió y vive.

Andrea Jaurrieta, además, tiene un gusto excepcional. Los paisajes, los encuadres, la luz, el vestuario… todo está estudiado al milímetro para llenarnos los ojos de potentes imágenes, casi como si estuviésemos en una galería de cuadros en movimiento.

Yo ya comprendo que lo de coger una escopeta y cargarse a los malos no es lo que hay que hacer, pero esta especie de venganza colectiva contra los depredadores sexuales yo creo que va a ser un momento catártico en las salas.