Suponemos que es una sensación compartida por muchos hinchas rojillos la de estar ya hasta las narices de las derrotas dignas de Osasuna en las grandes citas, y aún más de esos elogios con palmadita incluida con los que nos despiden y nos mandan para casa. Qué buenos somos cuando perdemos. Qué bien se entierra en este país. Pero qué ganas de disfrutar alguna vez, por variar, con una victoria indigna, penosa, lamentable, de ésas que tengan a las emisoras de los equipos rivales quejándose una semana con razón de lo injusto que ha sido el resultado... Habrá que concluir, por consolarse de algún modo, de que ésta es una mera cuestión estadística. Es decir, que ese triunfo llegará por pura insistencia, de tanto de llamar a las puertas del cielo hasta que alguien se harte y las abra por fin para esos cansos irreductibles. Y vivir para verlo.