a Coordinadora de Mentoría Social realizó su primer Congreso estatal los pasados días 4, 5 y 6 de mayo en Iruña y Donostia. Nos juntamos más de 200 personas procedentes de distintos ámbitos de las entidades sociales, instituciones públicas y universidades. Cuando decidimos realizarlo y nos pusimos en marcha para su preparación, aún no sabíamos si la presencialidad sería posible. Arrastrábamos casi dos años de pandemia. Habíamos realizado un Congreso europeo y unas Jornadas estatales preparatorias de manera virtual porque la situación sanitaria se empeñaba en mantenernos aisladas.

Con el Congreso teníamos un objetivo central. Queríamos dar a conocer y así socializar una herramienta de intervención orientada hacia la mejora del bienestar de la situación psico-social de las personas en situación de fragilidad. Compartimos cinco retos con todas las asistentes: Comunicar para hacer visible esta metodología; promover alianzas estratégicas con entidades públicas y privadas; formación y acompañamiento a personas y proyectos en el ámbito de la mentoría social; implicar a las universidades para que la metodología sea reconocida en diferentes disciplinas sociales y educativas; y por último, hacer visible la creación de comunidad con el vínculo del voluntariado en la transformación social. Encontramos en la Comunidad Foral de Navarra y en Euskadi una acogida inmejorable, y desde estas líneas queremos reconocerlo y valorarlo.

¿Pero a quiénes nos referimos cuando hablamos de personas en situación de fragilidad? Es indiscutible que la sucesión de crisis desde 2008, y su gestión, han aumentado las desigualdades en nuestra sociedad contribuyendo a que una parte de la población se vea sometida a mayores vulneraciones, y a situaciones de desigualdad; desde las diferentes violencias machistas, al racismo institucional, la situación de personas sin referentes familiares, de personas reclusas, de la infancia en transición educativa, de las personas refugiadas, o con capacidades diversas, entre otros. Y de todas aquellas personas en diferentes ámbitos que atraviesan diferentes situaciones de vulneraciones de derechos, enfrentándose a un presente y futuro de mayor incerteza; la Mentoría Social es una metodología que pretende poner en el centro a la persona y acompañarla en el proceso de acceso a mejores oportunidades.

La Coordinadora de Mentoría Social está compuesta a día de hoy por 19 entidades de diferentes partes del Estado, que comparten una metodología de actuación aún novedosa, pero que ya ha demostrado su capacidad de generar beneficios en las personas que participan en ella. Hablamos de acompañamiento, de escucha, de empatía, de compartir, de descubrir y caminar conjuntamente. Las personas a quienes se dirige nuestro trabajo tienen mermada su posibilidad de encontrar en su vida personas con las que compartir sus experiencias, sus dudas, sus certezas, alegrías o sufrimientos. Y en esa medida, su capacidad de desarrollar la potencialidad que todas las personas tienen se ve reducida de manera evidente. La práctica de la mentoría social supone adjudicar a cada persona que lo necesite, un voluntario o voluntaria a su lado que le acompañe en el caminar diario, de manera que desarrollen un vínculo afectivo que fructifique la posibilidad de encontrar ventanas de oportunidades, mejore la autoestima herida, conozca el entorno y conjuntamente indaguen en las posibilidades de la autonomía y el empoderamiento.

Para que esto sea así, la formación del voluntariado es imprescindible. No se trata de dejarse llevar por una solidaridad espontánea carente de musculatura. Hablamos de un voluntariado comprometido y con una responsabilidad de alto grado. De hecho, el contenido y el número de horas de esa formación es uno de los elementos contemplados en las exigencias para la adquisición del sello MC desarrollado según estándares europeos de calidad.

De esto se habló en el Congreso. De esto, y de las experiencias de las diferentes entidades que desarrollan programas de mentoría, de la necesidad de aplicar la transversal de género en todos los programas, de la relación imprescindible con las políticas públicas y las instituciones, de las opciones de la aplicación de la mentoría social a diferentes colectivos, de relación con las opciones de justicia restaurativa, de los fracasos de los modelos educativos y la necesidad de reinventarlos, de la realidad infernal de las personas refugiadas, de los modelos de evaluación, de la historia de nuestra red nacida en Catalunya, de los límites de la mentoría social, de sus oportunidades, de los desafíos, de la formación, la calidad, la empatía... y del Derecho al acompañamiento y a la mentoría social de las personas que lo necesiten. Este derecho fue presentado por la Directora de la CMS, María Arós, con el título de Manifiesto de la Coordinadora de Mentoría Social. Por la Construcción de una sociedad inclusiva, donde se propone “sumar a las políticas públicas el reconocimiento del derecho a sentirse acompañado/a y el papel de la mentoría social como un modelo de acompañamiento de alto impacto que garantiza ese derecho”. Esta iniciativa tuvo un primer y explícito apoyo del Gobierno de Navarra.

De vuelta de Pamplona, y con el regusto de haber conseguido “completar el puzzle” colaborativo de reforzar las energías que dan impulso a la mentoría social, regresamos al día a día en nuestros territorios con una multitud de tareas por hacer, pero con una dirección clara y unos apoyos explícitos. Con un convencimiento de que la mentoría social ha dado un importante paso adelante.

La autora es presidenta de la Coordinadora de Mentoría Social