pamplona - El primer monolito seccionado fue el existente en Huarte y el suceso se detectó el 17 de noviembre. Dos semanas después, en días sin precisar, sufrían la misma suerte los situados en Unzué, Aibar, Sangüesa, Monjardín e Igúzquiza. La Policía Foral, que investiga estos hechos, sospecha que detrás de los ataques se encuentra la “acción organizada” de un grupo reducido de personas de ideología de extrema derecha, dirigida a atacar unos símbolos que sirven para señalizar los sistemas defensivos del Reino de Navarra en la época medieval.

Aunque inicialmente se había sopesado la posibilidad de que la sustracción del mojón situado en Huarte pudiera obedecer a un simple robo con fuerza destinado a ser vendido como chatarra (la Policía de la localidad hizo un par de inspecciones en centros de tratamiento de residuos de la zona), la proliferación de hechos idénticos y la aparición de pintadas de contenido político al menos en el caso de Unzué, donde se pudo leer la proclama ¡Viva España!, han hecho variar drásticamente el diagnóstico, que se inclina por vincular dichos ataques con “intencionalidades políticas”, según manifiesta Juan Mari Feliu, presidente de Nafarroako Harriak y miembro de Nafarroa Bizirik, asociación cultural que impulsó la colocación de los mojones, en consonancia con las sospechas de la Policía Foral.

Las asociaciones memorialistas AFFNA/1936, Nafarroako Fusilatuen Senitartekoen Elkartea, Autobús de la Memoria/Oroimenaren Autobusa y Amapola del Camino/Bideko Mitxin Gorria, también manifestaron ayer su “más enérgica condena y repulsa por la destrucción del mojón del castillo de Aibar y contra el monumento en recuerdo y homenaje a los aibareses asesinados tras el golpe de estado de 1936 en contra de la II República legalmente constituida. Estos atentados vandálicos y cobardes se suman a otros muchos que se han dado contra lugares que recuerdan a los asesinados por el fascismo en Nafarroa”.

En total ya han sido siete los mojones cortados, incluido el ubicado en Bermeo, que fue sustraído con anterioridad, a principios del mes de octubre. En todos los casos, el modus operandi ha sido el mismo: mediante una sierra radial, desconocidos han cortado la estela y la han retirado del lugar. En ninguno de los sucesos, el monolito ha podido ser recuperado ni localizado en las inmediaciones.

Fabricadas en acero corten, con un peso de unos 65 kilogramos y de 1,72 metros de altura, que se reduce al ser introducida en el suelo, cada estela lleva añadida una placa con un texto grabado en el que se cuenta la historia del castillo que señaliza, en algunos casos en hasta cuatro idiomas (castellano, euskera, francés e inglés). El fundamento de su colocación, según resume Feliu, es “señalizar los antiguos castillos de Navarra con unos hitos individualizados para garantizar su respeto y conservación y, al mismo tiempo, recuperar la memoria histórica del Reino de Navarra a través de su viejo sistema de defensa”.

Cada uno de los ayuntamientos afectados ha interpuesto las correspondiente denuncia ante la Policía Foral, siguiendo el modelo facilitado por Nafarroa Bizirik, que también ha informado al resto de los municipios donde hay monolitos, con el fin de que comprueben el estado en el que se encuentran y que se mantengan vigilantes. Solo en uno de los hechos, el ocurrido en Unzué, vecinos del pueblo observaron “a un grupo de personas vestidas de negro que salieron huyendo en un coche a toda velocidad. Posteriormente se comprobó que el mojón había sido cortado y se relacionaron ambas situaciones”.

Las denuncias están siendo centralizadas por el Área de Investigación Criminal de la Policía Foral, que halla evidentes conexiones entre unos hechos y otros, hasta el punto de hablar de una “acción organizada orquestada por algún grupo reducido de personas de extrema derecha”. En ese sentido, se descarta que los ataques tengan como finalidad la venta del metal en alguna chatarrería, “dado su reducido valor material y el esfuerzo que requiere el robo y su traslado”.

Los investigadores del Cuerpo autonómico, sin establecer ninguna conexión entre ambos episodios, también se refieren a los sucesos ocurridos en 2009, vinculados al grupo de extrema derecha Falange y Tradición, que se saldó este año con la condena de tres de sus miembros como autores de un delito de amenazas no condicionales a un colectivo concreto por atacar símbolos antifranquistas.