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El Biscúter Dos motos, un coche

Su propio nombre lo definía y su vida fue efímera, poco más de siete años, de 1953 a 1960, pero dejó huella. Prestó modesto y eficaz servicio y participó en el anecdotario del ‘Celtiberia show’

El Biscúter Dos motos, un coche

El Biscúter era igual que un juguete, tanto que ahora lo podrían fabricar incluso con notables mejoras y prestaciones en cualquier instituto o escuela de Formación Profesional de segundo grado, pero en su momento, hasta hace medio siglo, llegó a prestar un servicio aceptable en una España miserable y aislada por el bloqueo a la dictadura franquista de las potencias democráticas. Un vehículo que difícilmente y con muchas concesiones podía ser considerado un automóvil, del que hasta hace 60 años y en menos de una década (de 1953 a 1960) se fabricaron 12.000 unidades y circuló entre la curiosidad y los comentarios jocosos de la gente.

En realidad, su propia denominación lo delataba, era un híbrido de dos motos de baja cilindrada (Bi, del prefijo latino que quiere decir dos y el inglés scooter, que equivale a vehículo motorizado de dos ruedas), luego castellanizado: Biscúter. Era sencillo en todo, ni tenía marcha atrás y para cambiar de sentido había que levantarlo por su parte trasera, girarlo sobre sí mismo y listo. ¡A seguir rodando!

características El coche de las tres bes, bueno, bonito y barato, que no cumplía con ninguna, se hizo un mercado: La necesidad obligaba y no había otra cosa, era originario de Francia donde a finales de los cuarenta Gabriel Voisin, un diseñador aeronáutico y dueño de la fábrica de automóviles de su apellido, ideó un coche mínimo llamado Bi-scooter.

Ya se dice que era del tamaño de dos motos scooter o una scooter con cuatro ruedas. En Francia, no tuvo éxito pero Voisin vendió la patente en España a la firma Autonacional SA de Barcelona, de la que Lorenzo Marco Sarrió (propietario luego de Sarrió, la Papelera de Leitza) era uno de los tres socios, y se empezó a fabricar.

Costaba 25.000 pesetas “de las de entonces”, tres años de sueldo, todo un capital pero más accesible que los vehículos de importación, para los que había que encomendarse a algún ministro o alto preboste del Movimiento. Con enchufe o previa mordida, por supuesto.

El artefacto, denominado Serie 100, se movía con motor Hispano Villiers de dos tiempos, de 9 caballos y refrigeración mixta, tres marchas adelante, el cambio en el volante y transmisión a las ruedas delanteras por cadenas, como las bicicletas. A partir de 1955 se le incorporó marcha atrás mediante un inversor de giro por lo que pasó a tener ¡tres marchas atrás!

Tenía bocina, dos faros con luces de carretera, cruce y ciudad (un lujo), limpiaparabrisas y arranque manual (a tirón de sirga), luego también eléctrico, dirección de cremallera, frenos de tambor, suspensión independiente en las cuatro ruedas, y neumáticos 400 x 8, llantas y rueda de recambio. El chasis era monocasco, la carrocería de duraluminio y más tarde chapa de acero, aunque si faltaba materia prima (casi siempre) se llegó a recurrir a chapa de bidones de aceite del propio Plan Marshall.

la ‘zapatilla’ Por su diseño y vista lateral, se le conoció por “la zapatilla” (era clavado), era descubierto con capota de lona y puertas con ventana (opcional también de lona y un único asiento corrido para dos adultos. Medía 2,56 metros de largo, 1,10 de ancho y “a tope” podía alcanzar los 76 kilómetros/hora (fe es creer lo que no vimos), y consumir 4,5 litros/100 kilómetros “de mezcla” (como las motos) que en realidad eran casi el doble.

El Biscúter salió al mercado en 1953 y causó una cierta impresión, aunque pronto se prestó al cachondeo y dio lugar a un montón de chistes y chascarrillos. Se puso de moda decir de alguien que era “feo como un Biscúter” y en Andalucía, en concreto en Jaén, se le dio su nombre al servicio de 1/5 de cerveza: ¡Oye, sácanos tres Biscúter! Se presentó como uno de los logros de la España de Franco, que, por cierto, tuvo uno, el fabricado número 1.000 que le regalaron pero, era de suponer, no lo usaría jamás y seguiría con su Rolls Royce y su blindado de cristales de 6 centímetros de grosor.

adiÓs ¿definitivo? Su vida fue efímera, los estudios de viabilidad y de mercado no le daban futuro y llegaría el “adelante hombre del 600, la carretera nacional es tuya” que acabaría con él. Con todo, monoplaza o biplaza, fue el auto típico y austero de la postguerra española durante media docena de años y en la actualidad, las muy escasas unidades que sobreviven pertenecen a conductores nostálgicos que lo cuidan al detalle y lo “tunean” de lujo.

Lo que sí queda es la idea, el formato como precedente del Smart y algún modelo que intenta hacerse un hueco como automóvil de ciudad, de pequeño tamaño y poco consumo y escasa capacidad contaminante, fácil de aparcar, en batería y como dos motos que es lo que era en su proyecto original. Una miniatura que forma parte de la historia del automóvil.