Desde que el pasado 15 de enero el Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea comenzó a administrar la primera dosis de la vacuna frente al Covid-19 a grandes dependientes no institucionalizados y sus cuidadores principales, voluntarios y voluntarias de Cruz Roja y DYA Navarra están recorriendo toda la Comunidad Foral con sus ambulancias para trasladar a estas personas desde sus hogares hasta los lugares habilitados para la vacunación. Aunque su sonrisa queda oculta por las mascarillas, en su disposición y entrega se adivina el trato exquisito que dan a las personas mayores. Y es que son como los ángeles que con sus alas protegen a las personas más vulnerables y les llevan en volandas hasta el final del túnel de esta pandemia, la vacunación.

Ayer tocaba la segunda dosis en las zonas básicas de Irurtzun y Leitza, con una población dispersa en pequeños pueblos y caseríos de la zona de Leitzaldea, Araitz-Betelu, Larraun, Imotz, Iza y parte de Sakana. Además de grandes dependientes y convivientes, también se vacunó al personal sanitario y sociosanitario de la zona, 120 personas en total. Necesitaron traslado 17 mayores.

Para las nueve de la mañana ya estaba todo el dispositivo preparado en el polideportivo de Irurtzun, en el interior un equipo itinerante del Servicio de Urgencias Extrahospitalarias, y en el exterior, una docena de voluntarios de Cruz Roja y DYA Navarra. De la primera eran siete: Inés Martínez, Diego Calavia, Pedro Arzoz, Pilar García, Manu Lecumberri y Joseba Ortigosa además de un séptimo voluntario que prefería mantenerse en el anonimato. También uno DYA Navarra. Los otros cuatro eran Emilio González, Diego Sangüesa, Natalia García y Enrique Villanueva, los más jóvenes ayer con 18 años. "Y luego dicen de la juventud. Te hacen creer en la humanidad", destacó Mª Eugenia Gururecalin, de Irurtzun, que ayer acompañó a su madre a vacunar. "En su casa hay escaleras y yo no puedo bajarle. Hacen un gran trabajo", destacó.

VOCACIÓN

Estas voluntarias y voluntarios, al igual que otros muchos, dedican parte de su tiempo libre a ayudar a los demás, algo que les satisface con creces. "Es vocacional. Disfrutas de otra manera", aseguraba Pilar García, de 64 años, voluntaria desde 1986. Además, ha estado trabajando durante 26 años en Ambulancias Baztan Bidasoa. Lo cierto es que entre el voluntariado hay muchas personas que son profesionales. Esta tafallesa se jubiló en octubre. Aunque a veces le tocaba conducir, ella prefería ir en la ambulancia, al lado de la persona, acompañándole en momentos difíciles y en los que se agradece especialmente un gesto o una voz amiga. Y sigue igual, con muchos años de experiencia y psicología que ayer volvió a desplegar entre los mayores. Su pareja suele ser Pedro Arzoz, de 61 años, prejubilado. En su caso, lleva 4 años como voluntario. "El anterior presidente de la Asamblea de Tafalla, me dijo a ver si les podía echar una mano con la contabilidad". Así, conoció el mundo del voluntariado y le atrapó. "Es una gozada. A veces es una sonrisa, un gesto o que te agarran. Por eso estamos", observó.

"La pasión de toda mi vida es ayudar. No lo he dejado nunca", contaba Manu Lecumberri, de 50 años y 34 como voluntario. Así, hace una década le dieron la medalla a la constancia por sus 25 años de dedicación. Y siempre está localizable para lo que haga falta. "Si estoy de fiesta, estoy dispuesto", aseguró este pamplonés. En estos tiempo ha visto de todo, con momentos alegres y mucha satisfacción de llegar a tiempo cuando los minutos cuentan y también trágicos. "Me tocó el tren de Uharte Arakil y la riada de Briesca. Ese día estábamos de travesía y la noche anterior dormimos en camping. Cuando estábamos en Huesca nos localizaron", recordaba ayer.

UN SERVICIO IMPRESCINDIBLE

"A veces no se valora a las personas que trabajan en voluntariado porque su actividad no es de forma continuada", apuntó Mikel Beunza, director de Socorros y Emergencias de Cruz Roja Navarra. "Parece que todo se puede cubrir con profesionales, y así debe ser. Pero en situaciones excepcionales son necesarios los voluntarios para cubrir todas las demandas que surgen, tanto sanitarias como sociales", destacó. Asimismo, incidió que en periodos en los que no hay emergencias es cuando hay que formarse.

En la actualidad Cruz Roja Navarra cuenta con 1.500 voluntarios sanitarios con diferente disponibilidad. Al respecto, Beunza explicó que sobre todo hay jóvenes y personas de cierta edad. "De joven te atraen las ambulacias, poder ayudar, sentirte útil... No hay un motivo en concreto. También es un espacio de convivencia y te relacionas. Hay muchos factores que te llevan a que te enganche", explicó Beunza, que también cuenta con una amplia experiencia como voluntario. "Hay unos años, que por obligaciones familiares no puedes dedicarle tanto tiempo pero luego vuelves", observó. En relación al relevo generacional, apuntó que al descenso de población joven por la baja natalidad se suma cambios en la normativa. "Ahora se requiere una titulación de ciclo medio, lo que ha retraído la actividad voluntaria a nivel de ambulancias. Antes valía con un curso de 200 horas", apuntó. No obstante, para el transporte sanitario en Cruz Roja y DYA se imparte un curso de 470 horas.

Si bien la tarea principal de los voluntarios de Cruz Roja y DYA suele ser la atención preventiva en celebraciones o pruebas deportivas entre otras, en momentos complicados también les toca reforzar la Red de Transporte Sanitario de Urgencia (RTSU). "No sólo nos dedicamos a traslados en ambulancias. En todos los sitios donde se necesita colaboración ahí está Socorro y Emergencias. Durante la pandemia, a pesar del riesgo de contagio, también hemos repartido mascarillas y alimentos", observó Beunza.