No estaba entre sus planes, pero de un día para otro Pernando Barrena Arza (Pamplona, 1 de noviembre de 1965) pasó del trabajo interno en la izquierda abertzale a un escaño en el Parlamento Europeo. La renuncia de Josu Juaristi, un mes antes de las elecciones de 2019, dio al histórico portavoz de Batasuna y Sortu la posibilidad de desarrollar en el plano institucional lo que ya llevaba mucho tiempo haciendo en el partido: aprovechar su habilidad política y su buen dominio del inglés para cultivar las relaciones internacionales. Editor en euskera de profesión, hace balance de una legislatura rara, atravesada por la covid, y que pese a todas las restricciones le ha permitido ver unas instituciones europeas lentas, carentes de cohesión y que se contraprograman unas a otras.

¿Siente que ha pasado de 0 a 100?

-Bueno, ¡tampoco era cero, eh! Yo hacía trabajo interno y muchas relaciones internacionales en la izquierda abertzale, así que ya estaba acostumbrado al hábito de moverme mucho y viajar. Pero la verdad es que nunca me había planteado ser eurodiputado, porque teníamos a nuestra gente en ese ámbito y todo iba bien. Pero me tocó y la experiencia está siendo muy interesante.

¿Le da la sensación de que Bruselas le queda muy lejos a la ciudadanía?

-Sí. Hay una lejanía que va mucho más allá de los 1.300 kilómetros que hay hasta Bruselas. Es más bien que está poco interiorizado que desde allá ya se organiza buena parte de nuestras vidas, que allí se marcan los límites por arriba y por abajo. También, que desde la crisis de deuda, Bruselas era el origen de todos los males. De alguna manera eso ha calado y la ciudadanía sigue identificando Europa con malas noticias. A veces cuesta explicar qué hace Europa, pero tengo la sensación de que es necesario estar allá, es necesario ser al menos uno de los 700 eurodiputados, y más desde una perspectiva de un ciudadano vasco y de izquierdas que aspira a tomar sus propias decisiones.

¿Por qué se ha gestado esa desafección hacia Europa?

-Hay un gran debate sin resolver: hasta dónde llega Europa y hasta dónde llegan los Estados. La eterna pelea entre los estatistas, reacios a ceder soberanía a la UE, y los que creen que hay que caminar hacia la integración política total, con todas las consecuencias, hasta el límite de llegar a un Gobierno de Europa. Ese es el gran debate, del que derivan muchísimos problemas, y que está sin resolver. Y mientras tanto hay una estructura ochentera, por no decir anterior.

¿Eso qué significa?

-Hay un Parlamento sin iniciativa legislativa; una Comisión que no decide; y un Consejo que al final hace lo que dicen los Estados. A esto, súmale que cada cinco años, después de las elecciones, aparecen como setas, después de varios trapis en cuartos oscuros, los nombres de los presidentes de la Comisión, el Parlamento y el Consejo, sin que se tenga en cuenta el voto de los ciudadanos expresado hace cuatro días en las elecciones.

¿Entiende que eso genere rechazo?

-Claro. Lo entiendo. Pero es muy preocupante, porque la respuesta a todo este berenjenal es la proliferación de partidos de extrema derecha.

¿Le falta personalidad a Europa para afrontar esa realidad?

-Es que todos los problemas son deudores de esa realidad: que la Unión Europea no está cohesionada. Hoy no se sabe si las actuaciones europeas son fruto de una decisión cohesionada o del mínimo común denominador entre las 27 posiciones que son miembros de la Unión. Se dice: la UE debería tener una política exterior conjunta. Y yo digo: vale. Discutiríamos cuál es, perfecto. El problema es que no vale de nada si no hay nunca una posición conjunta, si en cada tema tienes todo tipo de posiciones enfrentadas entre los Estados miembro. En Europa nada cambia porque siempre hay alguien que se va a manifestar en contra, y como el Consejo europeo necesita unanimidad...

¿La llegada de los fondos europeos puede ser una buena oportunidad para volver a conectar con Europa?

-Lo ideal sería que la llegada de esos fondos europeos tocara a la ciudadanía, que la gente pudiera decir: joé, tenía la tienda cerrada, y gracias al dinero de Europa la he podido volver a abrir. Europa sirve para algo. Pero tengo mis serias dudas de que esto lo vayan a poder decir los navarros.

¿Por qué?

-Porque hay enfoques de los proyectos que me generan preocupación. Tú ves los titulares de los proyectos que van a recibir las ayudas y en el 70% de los casos son empresas del Ibex 35. Me da la sensación de que no son empresas que se preocupan por el nivel de empleo, sino por los dividendos de sus accionistas. Eso me preocupa. Y también me preocupan los discursos que se hacen para justificar los proyectos que vienen de inercias del pasado puedan aprovecharse de estos fondos.

¿Por ejemplo?

-Pues por ejemplo el Tren de Alta Velocidad (TAV). La Comisión ha dicho: el dinero de los fondos para pacto verde y sostenibilidad; inteligencia artificial y digitalización; políticas de género; y políticas de cohesión. Oiga, decir que este plan del TAV que lleva 30 años puede acceder a esos criterios... no se sostiene. Son inercias del pasado, no son proyectos de futuro. Y eso me preocupa muchísimo. Quieren colar de rondón proyectos que tienen grandes dificultades de gestión y financiación. Los fondos europeos no son para eso.

¿Europa exigirá recortes a cambio de los fondos?

-Va a depender del gobernante de turno y de las condiciones que se le quieran imponer. Sabemos que hace años se reformó la Constitución para priorizar el pago de la deuda, y si ahora se priorizara la devolución de los fondos sobre cualquier otro gasto, se desataría una bomba social, porque sería la vuelta a los recortes. Si algo nos ha enseñado la pandemia es que estamos salvando el pellejo, todos y todas, gracias a la sanidad pública.

EH Bildu ha criticado falta de transparencia al hablar de fondos europeos. ¿Se la explica como eurodiputado?

-No la entiendo, y además no se parece a lo que ha hecho el Gobierno de Navarra, que ha mantenido una relación bastante bien engrasada con los grupos parlamentarios.

¿Cuándo se va a empezar a notar en Navarra la llegada de estos fondos?

-Va a empezar a percibirse en lo que queda de año. Ese flujo económico se va a dar a corto plazo. Mis dudas son qué se va a hacer con ese dinero. Vamos a hacer una fiscalización de esos fondos, y si el gasto no se ajusta a los ejes marcados por la Comisión, lo denunciaremos donde haga falta.

El último gran reto, casi solapado con el de los fondos, es la situación de Afganistán. Derivará, ya se oye, en una oleada migratoria hacia Europa. ¿Cómo ha visto la respuesta de la UE a esta crisis?

-Europa no ha hecho nada, y esto no ha empezado ahora. Hace un año visité Moria, Karatepe y Lesbos, y me sorprendió que el 70% de los refugiados eran afganos. Lo realmente urgente es la crisis humanitaria que se avecina, y va a haber un desborde. Yo creo que la Unión Europea está obligada a hacer un plan de acogida. Si la Unión Europea no es capaz de hacer un plan de acogida para todas esas personas, ¿para qué queremos la Unión Europea?

Los países miembros han sido incapaces de dar respuesta conjunta a la evacuación de lo suyos, como para organizar un plan de acogida conjunto...

-Eso permite aventurar que mientras no haya directrices, lo que va a seguir imperando es que cada uno haga lo que le dé la gana. La Unión Europea tiene que responder, porque lo que han hecho los países no es una actuación humanitaria, ha sido un: recojo y me voy. Cuando has estado veinte años en un país, tu responsabilidad va más allá del recojo y me voy.

¿Qué opina de que Borrell diga que hay que hablar con los talibanes?

-A mí no me parece mal. El abandono de Afganistán por parte de EEUU se ha hecho por medio de una negociación con los talibanes. Hablar no significa reconocer, porque no va a haber que esperar mucho para ver que los talibanes van a ser lo que siempre han sido: no ya crueles con las minorías, sino con por lo menos la mitad de la población. Eso va a desembocar en una crisis humanitaria enorme ante la que la UE tiene que actuar.

Navarra ya se ha ofrecido a acoger refugiados. ¿Cómo valora el trabajo del Gobierno foral al ecuador de la legislatura?

-El balance que hago es positivo. Creo que el tiempo está demostrando que la abstención de EH Bildu fue una posición correcta. Había que intentar romper de una vez por todas la teoría del quesito, y que el PSN pudiera pasar a ser un actor autónomo en términos progresistas y de identidad de Navarra.

¿Se asumieron muchos riesgos?

-Evidentemente, era un riesgo. Pero había que crear las condiciones para establecer colaboración con el PSN y que se resituara el mapa. Creo que la apuesta fue correcta.

¿Por qué lo dice?

-En primer lugar, porque lo prioritario era apartar a la derecha del Gobierno. Y en segundo lugar era importante recolocar el mapa político, dibujar otro queso. Los últimos seis años nos reafirman en esa apuesta. En términos de acuerdo y negociación, las cosas se están haciendo de forma muy diferente a como se han hecho históricamente. EH Bildu está apostando a tope dentro del nuevo contorno que dibuja el resultado electoral.

¿Eso qué implica?

-Voy a poner el ejemplo de la sokatira. La idea es que el pañuelo siempre acabe, en el suelo, cuanto más a la izquierda mejor. Y que acabe en el suelo cuanto más cercano a un planteamiento de una Navarra plural, plurilingüe y que apueste porque su futuro dependa solo de lo que los navarros decidan.

¿Ese también no es un cambio político histórico?

-Es que el panorama anterior era una aberración política que tenía que ver con la transición, el fenómeno de la violencia política, y el uso que la derecha española le dio a todo eso. La derecha quiso que cualquier actor que no fuera la izquierda independentista estuviera plegado a ellos. Eso lo consiguieron de una manera muy hábil, pero cuando esa situación de fondo empezó a cambiar, los números no daban. Cuando desapareció de la ecuación la violencia política, la ciudadanía pensó en otras claves.

EH Bildu pasa por un buen momento electoral en la CAV, en Madrid, y en Navarra mantiene ese alrededor del 15%. ¿La izquierda abertzale ha tocado techo ya?

-Creo que es factible subir. La clave es cómo evolucionar como fuerza política de izquierdas desde unas posiciones irrenunciables en lo nacional. Creo que se puede llegar a sectores que hasta ahora no se han identificado con nosotros, porque la sociedad cambia más rápido que lo que lo hacen los partidos.

¿De dónde nace esa sensación?

-Hay indicadores que nos hacen pensar. Por ejemplo, que la opción del modelo D en Iruñerria es mayoritaria, que de un tiempo a esta parte hay una identificación diferente con lo vasco... y luego que Navarra, pese a que tenga ese aire de comunidad tradicionalista, yo creo que respira de manera progresista.

¿Y eso lo puede capitalizar Bildu?

-EH Bildu está en un momento en el que empieza a ser vista por amplios sectores de la sociedad como una opción real de Gobierno. Nosotros hemos sufrido un síndrome: la gente nos ve como una fuerza simpática y cercana para gobernar un ayuntamiento, pero no nos ve de igual manera para gobernar una comunidad. Pero hasta eso va a cambiar porque en muchos terrenos ya somos alternativa para gobernar.

EN DOS MINUTOS

¿Qué nota le pone a la gestión del Gobierno de Navarra?

Un poquito más de un aprobado. Antes solían poner: necesita mejorar. Pues aprueba, pero necesita mejorar.

¿Cuál ha sido el mayor acierto del Gobierno foral?

Al principio de la pandemia, haber mantenido comunicaciones fluidas con todos los grupos sobre lo que estaba pasando, y no como Urkullu en la CAV, que ha hecho una gestión caudillesca.

¿Y su mayor error?

El cortoplacismo y el seguidismo a las políticas que dictaba Madrid.

¿Cuál ha sido la restricción que más le ha condicionado?

El número de personas con las que puedes estar juntas a la vez. En el ámbito personal, todos lo hemos sufrido. Y en el ámbito laboral, ha obligado a hacer casi todo telemático. Las videollamadas tienen algunas ventajas, pero imprimen muchos límites y, es mi opinión, terminan por restar calidad a lo que se está haciendo.

¿Hemos aprendido algo con la pandemia?

El valor de la colectividad.

¿Qué lugar de Navarra ha descubierto recientemente?

Andosilla. Por una cosa o por otra, había estado en todos los pueblos de alrededor menos ahí. Y me gustó.

¿Cuál es el principal reto de futuro que tiene Navarra?

Definirse a sí misma.

¿Del 1 (izquierda) al 10 (derecha), dónde se sitúa?

Entre un 2,5 y un 3.

Twitter, Facebook o Instagram, ¿qué red social prefiere?

Twitter. Es la que manejo y en la que subo un montón de cosas.

Diga una palabra en euskera.

Eguzkilore.

¿Qué es Madrid para usted?

Hasta hace poco, sinónimo de disgustos. Ahora pienso en el papel que tiene EH Bildu en el Estado.

¿Y Europa?

Una realidad política ineludible para un vasco de izquierdas. Creo en ella por sus posibilidades, pero debe concebirse de otra manera.

¿Necesitamos más autonomía?

Mucha más.

¿Sobran impuestos?

No. Probablemente, falten.

¿Qué haría este fin de semana si tuviera 20 años?

Salir un poco más de casa de lo que voy a hacer ahora.

La convivencia en Navarra pasa por...

Garantizar algo tan básico como que todas las opiniones políticas deben ser respetadas.

¿Dónde se ve en cinco años?

Estaré donde sea útil para la izquierda abertzale.