¿Qué medidas se deberían tomar para evitar que los jóvenes hagan botellones?

Es un problema complejo que no puede resolverse con una receta ni con mayor presencia policial. Podríamos estar al borde de una ruptura intergeneracional: el paro juvenil en Navarra llega al 26%; la emancipación cada vez se prolonga más; el ocio juvenil se asocia con la noche y el alcohol; la violencia cada vez está más presente en los espacios de socialización, por lo que la tolerancia hacia ella ha aumentado; el cuestionamiento de la autoridad; el relajamiento del compromiso con ciertos valores; la cultura del consumo individualista... Si a todo esto le sumamos la fatiga pandémica, tenemos una tormenta perfecta. Cada una requiere medidas concretas, pero diría que dotar a la generación de jóvenes de un sentido de misión histórica que implica la transformación de nuestra vida económica, política y social y la generación de un modelo de organización nuevo, justo, global, sostenible, pacífico y próspero debería ser el área estratégica de acción política por excelencia.

¿Qué explicación se le da al comportamiento violento de ciertos jóvenes?

A pesar de que no serían revueltas, se han combinado cuatro factores que en el pasado han confluido en sociedades con fuertes movimientos sociales. El primero, al que ya me he referido, es el desempleo. El segundo es el aumento de la educación y de las expectativas de movilidad social. Cuando mayor es el nivel educativo y esta generación es la más educada académicamente de la historia mayores son las expectativas de movilidad social y, por lo tanto, mayor es la frustración por no conseguirlo. El tercero es una percepción social de que la dirección política es autoritaria y errática. Los constantes cambios de parecer durante la pandemia, la falta de coordinación entre los niveles locales, autonómicos y nacional de gobierno, el excesivo recurso a la coerción y la poca o mala pedagogía del gobierno y de los medios para explicar la razón de ser de las medidas restrictivas se han interpretado como derivas políticas y autoritarismo. El cuarto y último tiene que ver con las tensiones grupales y los señalamientos. Durante las pandemias, en el pasado, siempre se han buscado chivos expiatorios. En esta, los jóvenes han sido objeto de señalamiento y de crítica, por lo que la confianza y la solidaridad se han menoscabado.

¿Hay alguna forma de controlar las conductas agresivas?

La criminología lleva años estudiando cuál es el punto óptimo de presencia policial para salvaguardar el orden. Curiosamente, existe un número óptimo más allá del cual no solo no se consigue mayor seguridad, sino que la seguridad comienza a reducirse. La explicación es que la población altera su comportamiento ante lo que considera una militarización excesiva, deja de confiar en sus fuerzas de seguridad y se producen otro tipo de conflictos como resultado de las alteraciones mencionadas.

¿La pandemia ha afectado a la conducta de los más jóvenes?

Ha afectado a la de todos, pero muy en particular de los jóvenes. La juventud es un período lleno de energía, de ganas de socializar y de descubrir, caracterizado por un alto sentido de la justicia y anhelo de aventuras y aprendizaje de elementos nuevos. Por ello, los confinamientos y las restricciones han sido especialmente nocivos. Además, a los jóvenes se les ha exigido un grado de solidaridad mayor que al del resto si se tiene en cuenta que la covid-19 no les afecta tanto. Encima, la mayor parte de los jóvenes han tenido un comportamiento ejemplar, se les ha estigmatizado.

¿Se pueden promover medidas pedagógicas desde los centros educativos para concienciar sobre estas actitudes?

Sin duda, y esa es la vía más prometedora. Una pandemia es, ante todo, un fenómeno comunitario, colectivo. Por lo tanto, responder con eficacia ante ella requiere el cultivo de la confianza, el fomento de la solidaridad intersectorial e intergrupal, mayores niveles de cooperación y una buena coordinación. Si las personas entienden las razones por las que deberían modificar su comportamiento y estas razones son sólidas, moldearán con gusto su comportamiento en consecuencia. Además, la pandemia ha de servir de revulsivo para insuflar un gran compromiso colectivo con la transformación de nuestra sociedad.