El debate está ahí: ¿Hay que permitir a los niños salir a la calle? Muchas voces advierten ya de que, desde el inicio del confinamiento, han sido el único colectivo que ha cumplido a rajatabla la cuarentena y piden que se les deje, al menos, dar un pequeño paseo durante un tiempo limitado. "Hay que dar a los niños la posibilidad de salir a la calle", reclama el psicólogo Juanan Tejero. "Según la definición de la propia OMS, la salud implica el bienestar físico, social y emocional, y en esta situación solo se está teniendo en cuenta el primero". Un estudio de la UPV alerta de que, más de un mes después de comenzar la cuarentena, pasar el día entre cuatro paredes empieza a hacer mella en los más pequeños; los niños se encuentran más nerviosos, lloran más a menudo y están más tristes. "Ya es hora de incluirles también en la agenda política y tener en cuenta sus necesidades", advierte la socióloga Naiara Berasategi, una de sus autoras.

El estudio se ha realizado sobre más de 1.000 niños de entre 2 y 14 años de la CAV y Nafarroa, y ha tenido como objetivo recoger cómo están viviendo el confinamiento, tanto a nivel emocional ?por ejemplo, pidiéndoles que dibujen qué están haciendo en casa y qué echan en falta?, como en cuanto a su bienestar en diferentes dimensiones: académica, física, de hábitos alimenticios y de rutinas de sueño. Sus respuestas, explica Berasategi, muestran que los más pequeños han aceptado las normas impuestas, "asumiendo que tienen que estar en casa", y tienen claro que el COVID-19 "es un enemigo al que hay que vencer. Ven a los médicos como a héroes y son muy conscientes de que sus aitonas y amonas son más vulnerables, por lo que algunos están asustados". A nivel emocional, sus sentimientos son ambivalentes. "Por un lado están contentos porque están más tiempo con su familia, pero al mismo tiempo se sienten tristes, enfadados, nerviosos... Muchos empiezan ya a preguntar hasta cuándo". Las cifras son elocuentes: el 55,5% llora más de lo habitual, el 70,17% está más nervioso, el 74,6% se enfada con mayor asiduidad y el 55,8% se siente más triste. "Algunos manifiestan incluso que se sienten solos, que echan en falta a sus amigos. Y están en una etapa muy importante de crecimiento, también a nivel relacional", destaca la socióloga. También sus hábitos alimenticios y sus rutinas de sueño se han visto alteradas: comen más, y más cantidad de chucherías y bollería; y un tercio de ellos tiene pesadillas", señala.

"No podemos hacer como que son permeables y se están adaptando bien. Hay que tomar medidas para que el confinamiento tenga las menores consecuencias posibles para ellos, dentro de la gravedad de la crisis sanitaria. En otros países ya han empezado a flexibilizar las medidas y a tenerles en cuenta", señala Berasategi.

En el mismo sentido se pronuncia el psicólogo Juanan Tejero. "Hay que darle a los niños la posibilidad de salir a la calle; es necesario y obligatorio", aboga, rotundo. "Los niños necesitan socializar, porque se desarrollan interactuando", explica. "Los estímulos en casa son mucho más limitados, planos y siempre dirigidos por un adulto; están aprendiendo que todo viene de fuera, sin tener que interactuar", argumenta. "Esa interactuación con el entorno, que nos ayuda a aprender a manejar nuestras emociones, no está existiendo". El aburrimiento o la ruptura en el ritmo del sueño son algunas de las consecuencias del confinamiento, explica, sin querer "patologizarlas". "A nadie se le ocurrió pensar que los dueños de mascotas son unos irresponsables, ¿por qué los padres sí?", plantea.