El 4 de junio de 1989 Polonia se enfrentaba a uno de los momentos más cruciales de su historia. Ese día se celebraron elecciones legislativas en las que, por primera vez, no sólo participaban los representantes comunistas. La supervivencia del régimen dependía de los resultados, y el resultado fue el fin de la República Popular de Polonia además del desmantelamiento del bloque comunista del este de Europa. Ese día comenzó la cuenta atrás de la Guerra Fría.

La historia siempre había sido muy cruel con Polonia. Su territorio fue anexionado por Prusia, Austria y Rusia en varias ocasiones, desapareciendo como Estado durante más de un siglo. Tras la Primera Guerra Mundial, Polonia logró por unos años su independencia nacional, hasta que Stalin y Hitler se repartieron el país en 1939. En 1945, en el camino hacia Berlín, los soviéticos ocuparon el país y, tras la división del mundo en la Conferencia de Yalta, quedó bajo la influencia soviética. Stalin lograba de este modo el control del camino por el que los alemanes podían volver a atacar la URSS.

Al igual que en los restantes países bajo la órbita soviética, los comunistas locales se hicieron con el poder en Polonia y la oposición fue aplastada. Surgió de este modo la República Popular de Polonia, donde el Partido Comunista manejaba todos los resortes del poder, aunque eso no evitó que los polacos se resistiesen al régimen. Primero en 1956, tras el deshielo que se dio en el mundo soviético después del XX Congreso del PCUS y que terminó tras el baño de sangre que se dio en Hungría. Más tarde, con la Primavera de Praga, en el 68, cuando los checoslovacos trataron de reformar el comunismo y crear “el socialismo de rostro humano”. Los estudiantes e intelectuales polacos se adhirieron al experimento, pero los tanques soviéticos enviados por Brezhnev aplastaron la primavera en la propia Praga.

La chispa se encendió de nuevo en 1970. Esta vez fueron los obreros del astillero Lenin de Gdansk cuando se manifestaron contra el alza de precios. La revuelta degeneró en violencia, a resultas de la cual varios trabajadores murieron. Un joven electricista llamado Lech Wa??sa fue testigo de los hechos. Al día siguiente de la manifestación, se produjeron más muertos en los astilleros de Gdynia y los líderes opositores fueron detenidos.

El gobierno trató de reformar la economía del país para satisfacer a los trabajadores. Sin embargo, los nuevos planes económicos fracasaron y, a finales de los 70, como se percibía ya en todo el mundo comunista, la economía había dejado de funcionar.

“Queremos a Dios” Si en lo económico la situación era desastrosa, en lo político no iba mejor. El 2 de junio de 1979, Juan Pablo II, el primer papa polaco de la historia, celebró una multitudinaria misa en la plaza central de Varsovia. Antes de la homilía, los miles de asistentes gritaban “queremos a Dios”, todo un desafío a la doctrina oficial del Partido. Para algunos observadores, la visita del papa significó la pérdida de la guerra ideológica por parte de los comunistas. Comenzaba el final del régimen comunista.

El 1 de julio de 1980 el gobierno elevó el precio de la carne. En respuesta, comenzaron las huelgas por todo el país, las cuales fueron avivadas por las críticas del gobierno. Tras diez años, la lucha volvía a los astilleros Lenin de Gda?sk.

Los trabajadores pararon en defensa de una gruísta despedida y Lech Wa?e?sa, que lo había sido en 1976 por hacer una colecta para sufragar un monumento en honor a los muertos de 1970, saltó la verja del astillero y se colocó como líder de la protesta. La huelga se expandió por todo la región, mientras Wa??sa y sus compañeros pedían un sindicato libre e independiente. Al final, ante la magnitud de la protesta, el régimen tuvo que aceptar lo que pedían los huelguistas.

De aquellos acuerdos nacería el sindicato libre e independiente Solidarno?? (Solidaridad). Se trataba del primer y único movimiento sindical independiente al régimen.

Surgía un competidor organizado al poder absoluto del Partido Comunista, por lo que el choque era inevitable. Los polacos tenían ya una organización con la que hacer frente al régimen, y en un solo año Solidaridad llegó a los diez millones de miembros, mientras el Partido Comunista no llegaba a los tres millones.

La deslegitimación del gobierno aumentaba con la cada vez mayor fuerza de Solidaridad. Los comunistas trataron de abrir una vía reformista para contrarrestar el éxito del sindicato. Pero, ya en junio de 1981, llegaban los primeros toques de atención de los soviéticos por lo que estaba ocurriendo. Comenzó el temor a una intervención militar soviética, como ocurrió en Hungría en el 56 y en Checoslovaquia en el 68.

Las tensiones en el partido comunista afloraron. Los conservadores querían acabar con Solidaridad y con todas las reformas que el sindicato había conseguido. Por otro lado, los reformistas opinaban que la única salida a la crisis era que el régimen se pusiese a la cabeza de la transformación del país. Sólo así se podría salvar el sistema. La pugna entre ambos bandos fue muy dura, y al final fueron Jaruzelski y el ejército los que encontraron la solución.

El 13 de diciembre de 1981 se produjo un golpe de estado por parte del ejército. Más de 10.000 personas fueron detenidas, Solidaridad fue desmantelada, Wa??esa y los líderes sindicales fueron detenidos y sólo los periódicos oficiales fueron permitidos, además, en enfrentamientos con manifestantes, se produjeron varios muertos. Moscú podía darse por contenta, pues una intervención directa soviética hubiera exaltado la conciencia nacional de los polacos, además del coste económico y militar que una URSS enfangada en Afganistán no se podía permitir.

Normalización Comenzó así un período de “normalización”, en el que el régimen volvió a hacerse con las riendas del poder y en el que la oposición fue prohibida.

Para Solidaridad y sus líderes comenzaba un período de resistencia y clandestinidad. El gobierno trató de mejorar la situación económica, pero sin conseguirlo. La economía de todo el bloque del este se venía abajo y disimular el descontento social era ya muy difícil.

En 1985 llegaron vientos de cambio desde Moscú cuando una nueva generación de líderes en la URSS alcanzó el poder, con Mikhail Gorbachov a la cabeza. Esta nueva generación asumió la incapacidad del sistema comunista para hacer crecer su economía. La solución propuesta consistió en la introducción de reformas en el viejo sistema. Según ellos, el comunismo estaba en lo correcto, pero debía transformarse para no sucumbir al capitalismo. Eran necesarias medidas modernizadoras en la economía y democratizadoras en lo político, lo cual requería la aceptación de partidos opositores. Nacían así la perestroika y la glasnost, dos ideas que intentaron modernizar y salvar al viejo comunismo soviético.

Estas ideas volvieron a dar fuerza al ala reformadora de los comunistas polacos. Sin embargo, el sistema no funcionaba, el descontento iba aumentando y, si no se producían cambios, el barco terminaría hundiéndose.

Perestroika Volvió la lucha al interior del partido entre los reformadores y los conservadores. Gorbachov había advertido de que no intervendría militarmente en ningún país del bloque y cada país debía buscar su forma de perestroika. Esto dio fuerza a los reformistas polacos, que se impusieron en el X congreso del partido comunista. El pluralismo político se convirtió en el eje de las reformas aceptadas en aquel congreso clave.

Solidaridad era el principal movimiento opositor de Polonia. El 6 de febrero de 1989 comenzaron las negociaciones entre el gobierno y el sindicato independiente y el 5 de abril se dieron por finalizadas con dos grandes logros: la legalización de Solidaridad y la convocatoria de elecciones al parlamento y senado.

El 4 de junio se celebraron los comicios en los que un número de escaños del parlamento habían sido reservados a candidatos comunistas. En estas bancadas, tanto en el parlamento como en el senado, Solidaridad arrasó y el fracaso de los comunistas fue enorme. El régimen estaba herido de muerte. La transición polaca a la democracia liberal comenzaba.

Sin embargo, quedaban aún varios meses para la caída definitiva del régimen, pero esta caída no sólo iba a producirse en Polonia, sino que todo el bloque del este se derrumbaría en pocos meses como fichas de dominó.

Cada país tendría su propio camino de transición a la democracia. En diciembre de 1989 llegó el “deshielo”, el final de la guerra fría, la culminación del ciclo que comenzó tras la II Guerra Mundial con la Cumbre de Malta. El telón de acero comenzaba a fundirse?