El año pasado, al menos 300 mujeres fueron acusadas de brujería en Kivu Sur y 28 fueron asesinadas. Las que sobreviven son repudiadas por la sociedad y condenadas a vivir aisladas y bajo amenaza. "Mis hijos han tenido que dejar el colegio, vivimos en una chabola de paja y duermen en el suelo. Mi marido nos echó de casa y no nos manda comida. No tenemos para subsistir y no salimos de casa por miedo", cuenta entre lágrimas Sifa, una mujer de 53 años y madre de cinco hijos que fue acusada de brujería hace un año.

"La gente empezó a votar si creía que yo era bruja o no y el subjefe de la comunidad me amenazó, me dijo que si encontraban pruebas de que era bruja me quemarían viva o me ahorcarían". El club de escucha de Kalehe se enteró de su caso y le está dando soporte. Ahora vive aislada y bajo amenaza constante en una casa precaria con sus cinco hijos de entre 9 y 17 años.

Sifa llora de rabia, asegura, el mismo sentimiento que tiene Mogoli, de 40 años y madre de seis hijos, que lo perdió todo hace nueve meses tras ser acusada de brujería por su vecina. "Tuvimos una discusión mientras estaba embarazada y tiempo después dio a luz un bebé muerto. La familia me echó la culpa y las autoridades comunitarias le dieron la razón, dijeron que yo era bruja y había matado a su bebé", cuenta. La gente de su comunidad quemó su casa, su marido la repudió y se quedó con sus cinco hijos mayores.

"Me detuvieron y estuve un mes en la cárcel con mi bebé". Tuvo malaria, diarrea e hipertensión durante el tiempo que estuvo encarcelada, pero asegura que tuvo "suerte" porque "ese tiempo pude escapar de la justicia popular". El club de escucha también medió en su caso y logró su liberación. Ha vuelto a la casa de sus padres con su hijo pequeño, pero vive con miedo. "Mis hijos vienen a verme a escondidas y sé que la mayor, de 20 años, va a tener problemas para casarse, les dicen que su madre ha matado a un niño".

"Estas mujeres están en peligro constante y nuestro deseo es poder desplazarlas cuando tengamos recursos", asegura Rachel Rugarabura, fotógrafa de la Asociación de Mujeres de los Medios de Kivu Sur (AFEM). "Siempre ha habido acusaciones de brujería, pero ahora están aumentado", explica.

De hecho, es una de las denuncias más frecuentes que reciben en la asociación a través de Femme au Fone, un sistema de alerta temprana e información a través de SMS gratuitos y sin dejar rastro, en el que las mujeres pueden denunciar o alertar sobre casos de violencia.

Los números se difunden por las comunidades y a través de Mama Radio, emisora con perspectiva de género que depende de AFEM. Cuando los mensajes del mismo tipo son recurrentes en una misma zona, el equipo se desplaza al terreno para llevar a cabo diálogos de mediación con la comunidad. Además, las denuncias recibidas a través de Femme au Fone se convierten en la base de los programas de Mama Radio, que se ha convertido en la voz de denuncia sobre la violencia continuada que sufren las mujeres en la región.

DESGRACIAS

La mayoría de las acusaciones de brujería se realizan sobre mujeres mayores, viudas y sin recursos. Muchas son quemadas vivas o lapidadas; otras fallecen porque son repudiadas socialmente, otras se van y luego aparecen muertas... "Cuando alguien muere repentinamente, tiene una enfermedad o no encuentra trabajo acusan a una mujer del entorno, generalmente anciana o viuda, de ser la causante de esa desgracia por bruja. Buscan así una explicación a una desgracia que pasa", señala Julienne Baseke, coordinadora de AFEM. "La cultura congoleña cree en la brujería", reconoce esta periodista congoleña.

Sin embargo, lo tiene claro: "Esto es consecuencia de la mala gobernanza, la falta de democracia y la corrupción. En lugar de señalar al gobierno por los problemas sociales, acusan a las mujeres". También sirve para "eliminar a las mujeres que molestan".

Una norma aprobada por el Parlamento de Kivu Sur prohíbe la práctica de la justicia popular, pero la aplicación de esta ley no está extendida. Desde AFEM han logrado algunos avances: "Hemos logrando que se lleven a cabo algunos procesos judiciales por los asesinatos y hemos conseguido que no haya jurado popular, porque se concluía que la mujer era bruja y se absolvía a los culpables", explica Baseke.