- Un día, hace unos poquitos años, le dije a mi mami que quería ir a comprarme ropa a una tienda que me habían hablado en la Navarrería. El resultado fue que mi madre salió horrorizada, es decir, no me compró absolutamente nada, y a mí me pareció la mujer más fantástica y moderna que había conocido.

Todo hubiera quedado en una anécdota de no ser porque, al cabo de unos años, casualidades del destino, volvimos a coincidir y empatizamos de tal manera que surgió una gran amistad que ha perdurado todos estos años.

Cuantos juevintxos, vacaciones, caminatas, teléfono, en fin..., hasta que esta puñetera enfermedad se cruzó en nuestro camino, y digo nuestro, porque después de este 7 de noviembre, mi vida no volverá a ser la misma.

Cuando el pasado sábado me despedía de ti con un besico en la frente no imaginaba que no iba a volver a verte. Pero no me has dejado, no se puede separar lo que se ata en el corazón, y hasta que nos reencontremos, estarás aquí, cerca, muy cerca, hasta el último día de mi viaje.