La pandemia del coronavirus se llevó a uno de los presidentes más significativos de la V República francesa. Sirva este texto de homenaje a una persona de vocación política cuya vida consagró al servicio del Estado y de los ideales republicanos. Su trayectoria personal e institucional permite hacer comparaciones con los dirigentes de otros Estados para deducir que, "aunque sean odiosas", lo son para los que no pueden resistirlas. Sin señalar a nadie y sin acritud es fácil comprender las diferencias entre el norte y el sur, entra la tradición democrática y la falta de experiencia, pero esta adquiere con aciertos y errores.

En 1957 Francia estaba al borde de la guerra civil por la crisis en que estaba sumida la IV República y la inestabilidad política de su parlamentarismo, agravadas por la guerra de Argelia. En estas difíciles circunstancias se volvió a reclamar al héroe de la liberación, De Gaulle, quien creó la V República de naturaleza presidencialista, con la constitución de 4 de octubre de 1958. El general-presidente puso fin al conflicto argelino con el acuerdo de Evian y la concesión de la independencia el 5 de julio de 1962. Durante un mandato de diez años consolidó el nuevo régimen con una concepción chovinista, compatible con la reconciliación con Alemania, la construcción europea, las diferencias con los EEUU, la retirada de la OTAN, su fuerza militar disuasoria y la conversión en oro las reservas en dólares, provocando una crisis sobre la convertibilidad. Configuró una presidencia republicana con formas monárquicas, encarnando el país y su "grandeur": "Moi, la France".

A De Gaulle le sucedió en la presidencia su primer ministro Pompidou, iniciando una especie de dinastía electiva, caracterizada por su alto nivel intelectual y el aristocratismo republicano personal, que buscó en el arte y la cultura la continuidad de su nombre. Pompidou es hoy conocido por el Centro Nacional de Arte y Cultura-Beaubourg en Les Halles del centro de París.

El vigésimo presidente de la República y tercero de la quinta fue Giscard d'Estaing, entre 1974 y 1981. Nació el 2 de febrero de 1926 en Coblenza (Alemania), bajo administración francesa tras I guerra. En su larga vida tuvo tiempo para participar con la resistencia y el ejército francés contra los nazis, siendo condecorado, con la Cruz de Guerra. Se formó en la Escuela Politécnica y la Escuela Nacional de la Administración, dos marchamos de calidad para participar en la élite del poder republicano. Pertenecíó a la aristocracia tecnocrática de los altos cuerpos de la Administración que pasa a la política y ocupa los más altos cargos. Por su matrimonio con Anne-Aymone Sauvage de Brantes entro en la aristocracia de la sangre. Hombre culto, su obra literaria, novelando supuestos o reales episodios de su vida amorosa, le llevó a ingresar en la Academia Francesa. Ser uno de los cuarenta miembros, que, con traje verde, bicornio y espada, integran la Académie française es llegar al Olimpo de los "inmortales".

Elegido diputado en 1956 con 33 años, ya era secretario de Estado de Finanzas, actuando con su ideología liberal, pero sin renunciar a la gran categoría de la Administración francesa que es el servicio público.

Con 48 años alcanzó la presidencia de la República el 27 de mayo de 1974, frente a dos políticos de primera fila: la imagen representativa del gaullismo, el alcalde de Burdeos Chaban-Delmas, y el socialista Mitterrand, que le sustituyó en 1981 por la falta de apoyo de parte de la derecha y la deslealtad de su primer ministro Chirac.

Personificó el nuevo estilo presidencial de la V República, menos protocolario y majestuoso que el de los presidentes anteriores. Sin embargo, su aspecto físico, muy alto, y su porte altivo lo distanciaban de la imagen burguesa que pretendió dar quien fue denominado "el Kennedy francés". Su trato era correcto pero distante.

Tenía la preocupación de acercar el poder a la sociedad, comprender y dirigir sus transformaciones, que se habían manifestado violentamente en mayo de 1968. Los poderes ejecutivos del presidente en el nuevo régimen le permitieron dirigir la nación con un gobierno cuyo primer ministro, Chirac, era golista. Actuó como conservador reformista, consciente de que "algo tiene que cambiar para que todo siga igual". Modificó la mayoría de edad a los 18 años, despenalizó el aborto y la anticoncepción, a pesar de la fuerte oposición de las iglesias y los sectores más conservadores, estableció el divorcio por consentimiento, la igualdad de retribución entre hombres y mujeres y redujo la edad de jubilación a los 60 años. Liberalizó la televisión pública, fomentó la red de alta velocidad y el uso de la energía nuclear. La crisis del petróleo llevó a que durante su mandato la economía conociese la decadencia y el paro, obligándose a adoptar medidas de austeridad. De entre los escándalos que le afectaron destacó el de los "diamantes de Bokassa".

Mantuvo la idea golista de la independencia internacional de Francia frente a los bloques, conversó con Breznev, no boicoteó los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980, impulsó la creación del G7, y de la fuerza nuclear con el desarrollo y las pruebas en la Polinesia francesa.

Decidido europeísta apoyó el progreso de la unión por el eje franco-alemán cuyas bases sentó con el canciller Schmidt, del Consejo y del Parlamento europeos, la creación del euro y la Agencia Espacial Europea. Tras la presidencia, fue diputado, alcalde, presidente de su región y parlamentario europeo. Su legado más importante fue su participación directa y comprometido en la redacción de una Constitución europea, que fue una obra magna de encaje de actitudes e ideologías distintas, construyendo un código de los principios y espíritu europeos, de unas instituciones llamadas a crear una Europa federal: "Este texto es, de hecho, una repetición de gran parte del contenido del tratado constitucional". Su rechazo en el referéndum en Francia fue unan frustración personal: "El rechazo del tratado constitucional por parte de los votantes en Francia fue un error que debería corregirse". Lo superó consciente de que su legado estaba disponible para tiempos futuros, cuando los europeos y sus Estados con Alemania y Francia a la cabeza fueran conscientes de que era el camino para convertir la potencia económica en política en un mundo de multipoderes y multilateralidad.

Como elementos anecdóticos de su paso por la presidencia están el cambio de ritmo de La Marsellesa, menos militar y más suave en tiempo y tono, o el matiz del azul de la bandera republicana. Promovió en 1977 la transformación de la estación del ferrocarril del Quai d'Orsay en el museo de las artes plásticas del XIX y principios del XX, del impresionismo y del modernismo, cubriendo el espacio artístico entre el Museo antiguo del Louvre y el moderno y contemporáneo del Pompidou. Quizá ahora, tras su muerte, se decida oficialmente dar su nombre al museo que creó. Se lo merece por su trayectoria.