La noticia del fallecimiento de Xabier Arzalluz me sorprendió en Madrid, en las inmediaciones del Congreso de los Diputados. Vista desde allí, su pérdida adquiere una nueva dimensión. Porque Xabier, que lo ha sido todo en la política vasca, fue también parte -relevante parte- de una generación que, saliendo de la clandestinidad y la falta de libertades, supo crear un horizonte democrático en el que cimentar la convivencia después de cuarenta años de dictadura. Generosidad, altura de miras y compromiso son algunas de las características de aquel grupo que pilotó la llamada Transición y en el que Xabier jugó un papel destacado. Muchas personas se me han acercado y llamado en estas últimas horas para transmitirme sus condolencias. Los que tuvieron la suerte de conocer a Arzalluz recuerdan su vehemencia y la claridad de sus convicciones. Entre ellos, muchas y muchos periodistas que siempre teníamos -me incluyo- en Arzalluz una mina por su verbo fácil y afilado y sus razonamientos bien fundados.

Activo en Madrid pero siempre pensando en Euskadi. Siempre con Euskadi y sus derechos nacionales en el corazón y en la cabeza. Porque Arzalluz tenía la impagable habilidad de juntar lo que el corazón le pedía y lo que la cabeza le recomendaba, algo que en política es muy bueno para mantener el equilibrio sin caer ni en el dogmatismo ni en el conformismo.

Como a muchos otros jóvenes de EGI, a mí, que en aquellos años finales de los 70 me hervía la sangre y siempre urgía más y más definición abertzale por parte de los dirigentes del Partido, las enseñanzas de Xabier Arzalluz me ayudaron también a encauzar mis sentimientos y su traducción política. Son cientos sus comparaciones, sus parábolas, sus agudas reflexiones, dichas en un lenguaje llano y directo, asequible a todos, con las que iba modelando y perfilando mitin a mitin la hechura del Partido en aquellos años convulsos. De todas ellas rescato una que, a mí personalmente, me marcó: para subir al monte con garantías es mejor seguir el camino marcado, dando más vueltas, sí, teniendo que andar más, sí, haciendo más larga la caminata, sí, pero con más probabilidades de hacer cumbre que yendo por atajos y sin una ruta clara. Toda una tesis política para un Pueblo como el vasco que estaba -y está- haciendo su camino hacia la libertad nacional. Han pasado cuarenta años desde entonces y los que seguimos las recomendaciones de Xabier continuamos avanzando, paso a paso, con firmeza, mientras otros se han perdido en los atajos o se han quedado tirados en su subida vertical porque no supieron medir sus fuerzas. Xabier no ha podido hacer cumbre pero nos ha llevado y acompañado hasta el campamento base y nos ha dejado listas y listos para emprender una nueva etapa hacia la cima.

En esa gran cordada, en esa larga cadena que es el PNV, Xabier Arzalluz ha sido una persona remarcable, un eslabón grande y sólido que ha realizado una aportación gigantesca al Partido y a Euskadi. Un grande de la política vasca. Euskadi siempre en el corazón y siempre en la cabeza, y el Partido como instrumento para servir a esa Aberri en construcción. Porque Xabier ha sido Partido en estado puro. Unas veces -las más- de acuerdo con él, otras veces discrepando, pero siempre he admirado la manera de vivir el Partido que tenía Xabier. Era del Partido incondicionalmente. Se nos ha ido un líder, un gran líder. Sin osar llegar a su altura, su trayectoria sí nos debe servir de akuilu, de acicate para seguir avanzando y dirigiendo al Pueblo Vasco por la senda que él y los de su generación nos marcaron. Agur eta ohore, Xabier. Andoni Ortuzar es presidente del Euzkadi Buru Batzar de EAJ-PNV