Atascada de nuevo, la sempiterna ponencia de Memoria y Convivencia sigue esperando tiempos mejores. Como las fuentes del Guadiana, la ponencia aparece y desaparece de forma intermitente en la actualidad política dejando un poso cada vez más descorazonador de iniciativa sin resolución posible. No hay manera de llegar a un acuerdo de mínimos entre los partidos políticos vascos que pueda suponer una rectificación, un pequeño cambio de sus posiciones respecto a la gestión de la actual ausencia de violencia política. Todo hace pensar que al recorrido de esta ponencia le esperan los mismos inapelables obstáculos que al tan mencionado Relato.

La ponencia, que entonces se denominó de Paz y Convivencia, se puso en marcha en 2011 coincidiendo con el cese de la actividad de ETA y ya empezó mal. El “suelo ético” suscrito por PNV, PSE, PP, IU, UPyD y parte del grupo parlamentario de Aralar provocó la ruptura de esta formación, ya que el sector proclive a abrir acuerdos con Bildu se negó a apoyarlo. En la legislatura siguiente volvió a encallar, ya que PP, PSE y UPyD abandonaron el foro al entender que se pretendía rebajar el suelo ético para facilitar la cabida de EH Bildu, ya segunda fuerza parlamentaria. Un leve gesto de aproximación por parte de la presidenta de la Cámara vasca, Arantxa Quiroga (PP), acabó con su dimisión fulminante del cargo. En 2016 el PSE, ya socio de gobierno, volvió a incorporarse a la iniciativa que en 2017 pasó a denominarse de Memoria y Convivencia, tomando parte de la ponencia todos los partidos excepto el PP. A trancas y barrancas ha ido avanzando con nuevas iniciativas y nuevos testimonios, pero las discrepancias por parte del PSE han vuelto a detenerla en seco.

Es muy probable que la deriva de la ponencia vaya de la mano del oportunismo, las estrategias electorales o las fluctuaciones puntuales de los partidos. Y así le luce. Sin embargo, la impresión es que, en el fondo, el punto muerto de la ponencia está en la interpretación del mítico suelo ético que cada formación viene haciendo. Ese suelo ético que en su momento se aprobó como imprescindible para la paz y la convivencia, pero que no aceptó la izquierda abertzale con la advertencia de su portavoz, Laura Mintegi, de que “sin la fuerza y la sensibilidad que representa EH Bildu no se logrará la paz”. Apercibimiento al que respondió el portavoz jeltzale Joseba Egibar solicitando a EH Bildu que hiciera “una reflexión ética, política y democrática sobre los más de 800 asesinatos de ETA para transitar por el camino correcto”. Y aquí está fundamentalmente el atasco.

Dejando al PP y a las derechas que vienen, que jamás aceptarán un acuerdo con la izquierda abertzale ni con el nacionalismo vasco, daría la impresión de que no es tan difícil recorrer juntos ese camino y que todo consistiría en que unos reconozcan el sufrimiento causado por las torturas, el terrorismo de Estado y los grupos parapoliciales, y los otros reconozcan que la actividad terrorista de ETA estuvo mal. Da la impresión de que no resulta demasiado complicado a los primeros dar el paso. Más complicado, mucho más, parece que por parte de los dirigentes de Sortu, que lo son de la izquierda abertzale sociológica, vaya a darse ese paso. Supondría renunciar a una historia demasiado reciente, a unas bases estratégicas que se supone dan cohesión a la militancia.

El principal problema para que puedan darse esos pasos es la cercanía histórica de la violencia y ello supone heridas sin cerrar y una memoria inmediata que impide reconocer a las otras víctimas. Se están dando pasos en este sentido, cierto, pero es muy superior el esfuerzo de las víctimas que la flexibilidad de los políticos. Y por la otra parte, es más fácil escuchar palabras de contrición a protagonistas directos de la violencia que el reconocimiento del daño causado a responsables políticos. No nos engañemos, no hay posibilidad de que prospere la ponencia de Memoria y Convivencia mientras reconocer que lo de ETA no estuvo bien sea interpretado como claudicación por unos y como victoria por otros.

Podemos hacernos una idea de lo lejos que queda desatar ese nudo, con la respuesta que el sector más inflexible de la izquierda aber-tzale ha dado a las disculpas expresadas por los portavoces de Etxerat por su contribución al dolor de las víctimas. Desde el Movimiento Pro Amnistía y Contra la Represión, la réplica a este reconocimiento ha sido tan dura como lo que sigue: “Dais vergüenza, portavoces de Etxerat. Sabéis que tenemos compas vascos con dos horas de patio enrejado y sin ver a nadie. No merecéis nuestro respeto”.

El punto muerto de la ponencia va para largo, para muy largo. Además, siempre habrá unas elecciones próximas que lo harán aún más complicado.